Suerte de vivir… y de leer
Las instituciones encargadas de promover la literatura en Cuba no han aprovechado del todo las posibilidades que ha brindado la telenovela brasileña que transmite Cubavisión. Cada vez que el señor Alberto sugiere un autor, o Paloma recrea en su imaginación algún pasaje de una novela, se pudiera traer a colación algunas de las obras que las editoriales cubanas han publicado, que están en librerías o se pudieran socializar en ediciones digitales. En Suerte de vivir se evocan algunos de los grandes textos de la literatura universal, se citan a significativos escritores, haciendo énfasis en la creación brasileña. La propia historia se articula, en buena medida, a partir del amor a la lectura que manifiestan los personajes principales. Y esa comedida pretensión educativa, que no se explaya en un didactismo pedante, es un gran valor… más allá de puntuales virtudes y carencias del producto.
Porque hay que tener en cuenta que, independientemente de su «artisticidad», este es un producto, está concebido para su consumo, muchas de sus lógicas son comerciales. Y no habría que pedirle a una telenovela lo que una telenovela no tendría que dar. Aquí se siguen las pautas esenciales de un género que privilegia las peripecias del amor, la lucha de contrarios, la narración diáfana y el arquetipo. No se pretende ensayo literario ni obra de divulgación culturológica. Convenido ese pacto ficcional, es plausible que una telenovela se refiera a la permanencia de la buena literatura en los imaginarios populares, que celebre el placer y la utilidad de leer, y que evoque obras maestras del patrimonio universal.
Puede que una parte de la teleaudiencia ignore o subestime el mensaje cultural, y que se centre en los devaneos clásicos del folletín televisivo (que aquí también están, por supuesto); pero otros apreciarán ese aporte que, en definitiva, no lastra la naturaleza de un género. Ya se sabe que el arte no está en el formato, sino en la manera en que se asume ese formato.
No es que Suerte de vivir marque un hito en la teledramaturgia brasileña. No hay aquí rupturas con la más reposada convención, ni un enjundioso planteamiento. La armazón dramatúrgica es funcional. La historia fluye sin demasiado artificio, con una visión optimista. De hecho, no son las villanías de los malos las que suelen hacer avanzar las tramas, sino la buena energía, los buenos sentimientos, la resiliencia de los héroes. Los personajes negativos rozan aquí la farsa y los conflictos se resuelven sin muchas triquiñuelas.
Algo cándida es la telenovela, noble y ligera, con indudable vocación humorística… más allá del dramatismo de algunos de sus móviles o los inevitables tonos melodramáticos. Y para algunos resultarán superficiales o inocentes (hasta forzadas) algunas de las maneras en que las referencias literarias se implican en las tramas. Puede ser, pero hay que insistir en las características del género, en lo que puede ofrecer una telenovela, más allá del mero entretenimiento. Suerte de vivir resalta el rol de la literatura en la cotidianidad, su capacidad de sugerir, estimular, enriquecer espiritualmente. Ya por eso es plausible.
Hablar de la puesta es llover sobre mojado. Suficientemente reconocidos son los altos estándares de calidad de la televisora Globo. Excelente factura, en todos los apartados. Y a eso se suma la posibilidad de disfrutar la presencia y el carisma de emblemáticos actores, como el incombustible Antonio Fagundes.
Resumiendo: una buena propuesta en la parrilla de Cubavisión… aunque algunos prefieran a esa hora ponerse a leer un buen libro.