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¿Conversamos menos los cubanos?

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La respuesta a la pregunta de si conversamos menos los cubanos no puede ser categórica. Hasta ahora, ha sido imposible localizar en línea alguna indagación que se acerque al tema desde el presente. 

Pero como la observación participante es un método válido, aun sin el rigor de una investigación con todas las de la ley, mirando y preguntando aquí y allá, a cubanos muy diferentes, las opiniones parecen coincidir en que conversamos menos.

«¿En qué tiempo, mi’ja?, si una se la pasa de cola en cola; y cuando no está marcando, está averiguando dónde hay y cuánto vale», respondió la habanera de 76 años María de Jesús, jubilada de Comercio Interior.


Foto: João Moura

Parece ser que la época en que los ratos libres eran dedicados a conversar en familia, entre amigos o vecinos, se va desdibujando. Las conversaciones de sobremesa, o después de ver una película en familia… van quedando atrás.

Claro, conversar no es exactamente hablar. Los cubanos seguimos siendo muy habladores, cualquier espacio público lo confirma, incluyendo cuerpos de guardia de hospitales y hasta funerarias.

Pero intercambiar información utilitaria no es exactamente conversar. Comunicar al familiar que hace falta arreglar tal cosa, buscar aquella otra, resolver no sé qué… no se parece mucho a la conversación, esa en que se habla de sentimientos, recuerdos, aspiraciones, de todo ese andamiaje, muchas veces misterioso, que nos diferencia de otros seres vivos.


Foto: sp.depositphotos.com

Es verdad que la pandemia, escoltada por miedos y nasobucos, pareció poner su parte en silenciar conversaciones. La gente no hablaba porque no tenía nada nuevo que contar luego de días de confinamiento, o porque no quería mostrarse vulnerable compartiendo sus temores.

Y otra «pandemia», esa de más larga data, conspira igual y quizás peor contra las conversaciones: las redes sociales.

Aunque en la Isla el acceso a Internet no sea tan fácil como en otras latitudes, igual puedes encontrarte con personas, sobre todo jóvenes, inmersas en sus respectivas pantallas sin percatarse de la vida que fluye al alcance de su mano. 

Y a veces esa vida va acompañada de un bocinazo y del insulto de un chofer que a gritos le avisa de lo que estaba comiendo al cruzar la calle sin atender al semáforo; otras, es la pareja que tiene justo a su lado la que, vía WhatsApp, le dice que ya se va, y ambos intercambian emoticones con muchos besitos.

Conversar no es poca cosa

Podría parecer a algunos que conversar es asunto de abuelas en sus sillones, como suspendidas en la gran burbuja de sus palabras, alejadas de las prisas de este mundo donde ya hay países en los que, literalmente, se alquilan amigos para pretender mitigar una insondable soledad cuyo remedio no estará en abrazos o diálogos rentados.


Foto: captura de pantalla

Sucede que, en tiempos de redes sociales, de videollamadas, mensajes de voz, stickers y emoticones, los humanos parecen sentirse cada vez más solos. Preguntar, si no, a los usuarios de la plataforma Alquifriend, donde decenas de miles se ofrecen como amigos(as) y otros tantos buscan compañía, y conste que no se trata de un sitio de citas, para encontrar pareja o pactar encuentros sexuales.

Además de ese sitio web, pueden encontrarse anuncios como «23 maneras fáciles de recibir un pago por hablar con personas solitarias» o «Reciba un pago para ser un amigo virtual en línea en 2023 (hasta $ 100 / hora)», mientras que la compañía japonesa Family Romance igual ofrece en alquiler amigos y familiares de la empresa. Y son solo unos pocos ejemplos al azar.


Foto: captura de pantalla

Sin embargo, la conversación, como una de las tantas formas de comunicación, reviste tanta importancia, que nunca debería ser considerada asunto de segundo orden: un «vamos a conversar después», que nunca llega.

Tan relevante es conversar, que así queda indicado desde la propia definición etimológica de la palabra, que tiene su origen en el vocablo latín conversāre, que significa «dar vueltas en compañía». Pero esas vueltas no aludían a pasear en círculo y acompañados, sino se referían a dar vueltas a las ideas durante una charla entre personas que se acompañaban unas a otras.

No es casual que Platón escribiera todas sus obras en forma de diálogos, ni tampoco que se evoque a Sócrates y Aristóteles conversando sobre cuestiones trascendentales de la existencia mientras caminaban junto a sus discípulos.


Mosaico del siglo I hallado en Pompeya, que representa la Academia de Platón. Actualmente, en el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles.

Es la conversación la que posibilita comunicar emociones y sentimientos, entablar amistades, encontrar pareja, fortalecer los lazos de familia, evidenciar nuestras capacidades y aptitudes, trabajar en equipo, y muchos otros tantos a favor, entre los que igual se anotan el propio desarrollo del lenguaje y el estímulo al aprendizaje. 

Conversar también puede entenderse como un ejercicio de respeto al otro y a uno mismo, porque en el binomio hablar-escuchar queda implícito asimilar puntos de vista diferentes a los propios y así tributar al crecimiento personal y al del interlocutor. No pocas veces el diálogo es una vía para reconocer diferencias y conocerse mejor a uno mismo.


A veces, la conversación se vuelve muy apasionada, como en la conocida Esquina caliente, del capitalino Parque Central. Foto: OnlineTours  

Una conversación aparentemente simple puede impulsar la transformación del interlocutor; no por gusto Sigmund Freud, padre del psicoanálisis, afirmaba que «La ciencia moderna aún no ha producido un medicamento tranquilizador tan eficaz como lo son unas pocas palabras bondadosas». También una conversación puede generar cambios hasta en el porvenir de una nación.

Conversar también implica escuchar

Conversando resolvemos conflictos… y también los creamos, pero así sucede, en ocasiones, sobre todo porque no se respetan algunas normas importantes durante el diálogo:


Escultura La conversación, del francés Étienne Pirot, en la habanera Plaza de San Francisco de Asís. Foto: Internet

-Escuchar con atención lo que el otro dice, porque significa respetarlo a él y a lo que dice, aunque no haya coincidencia en los puntos de vista. 

-Mostrar total atención cuando el interlocutor habla también garantiza que seamos atendidos de igual forma cuando estemos en el uso de la palabra.

-Tratar de lograr una empatía en la conversación, para que esta resulte agradable, significativa y útil.

-Permanecer atento a las emociones, del o los interlocutores, y de uno mismo, tributa al buen fluir de la conversación.

-Entender las potencialidades que entraña la conversación significa también encontrar en ella una vía para hacer sentir bien a los otros.


Foto: Roberto Suárez

-No perder la oportunidad de quedarse callado, en lugar de decir algo impropio u ofensivo.

-Comprender que el sentido y significado de lo dicho en la conversación depende, sobre todo, de quien escucha, no de quien habla.

-Como cada palabra que va conformando el diálogo tiene una carga de sentido más allá de su significado literal, habría que sopesar siempre la intención, el tono y el volumen de lo que se dice.

-Cuidar la comunicación extraverbal, que mucho aporta o resta a la conversación, desde la actitud corporal, la dirección de la mirada, las expresiones faciales y la gesticulación con que se acompaña el decir.

Y sí, los cubanos tradicionalmente hemos sido buenos conversadores, también cuentistas y cuenteros, locuaces, extrovertidos… quizás ahora se converse menos, pero el arte de conversar no lo dejaremos perder porque es parte de lo que somos.

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