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Cuba, entre sueños y realidades

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La Mayor de las Antillas sigue siendo referencia importante para millones de excluidos del planeta

«Sigue usted siendo un incorregible soñador», le comentó a manera inquisitiva Ignacio Ramonet, ya casi al final de ese libro excepcional que es Cien horas con Fidel, y el líder histórico de la Revolución Cubana respondió con una serenidad y sabiduría que hacen pensar que estaba prevenido.

«Los soñadores no existen. Se lo dice un soñador que ha tenido el privilegio de ver realidades que no fue ni siquiera capaz de soñar», le dijo en prueba de que no se veía como un simple quijote, aunque en realidad su vida demuestra que los sueños vivían dentro de él y fue un permanente defensor de la utopía revolucionaria.

En otro momento de las largas conversaciones sostenidas entre el catedrático y periodista español y el Comandante en Jefe, hacia principios de 2003 y mediados de 2005, Ramonet lo invita a confrontar su posible insatisfacción, como revolucionario al fin y al cabo.    

El deseo de lograr un país donde no haya niños
sin escuelas fue cumplido por la Revolución. Foto: Ricardo López Hevia

–¿Ve usted cumplidos los sueños de cuando partió al asalto al Moncada?

–Puedo decir ahora, después de 46 años del triunfo y más de 50 del Moncada, que lo alcanzado está muy por encima de los sueños que podíamos concebir entonces, y eso que éramos bien soñadores al principio…

Aunque los sueños no fueron su principal fuente de creación, su vida fue una lucha perenne por alcanzar imposibles y nada lo hacía tan feliz como ver materializado los proyectos de beneficio social.

Hasta el mismísimo acto de haber decidido tomar por la fuerza los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, el 26 de julio de 1953, resultó una gran señal de optimismo y luego una demostración de cómo convertir la adversidad en victoria, algo que más tarde definiría el camino futuro del proceso revolucionario.

Como tantas y tantas veces lo hizo después, Fidel cumplió su compromiso con el pueblo contenido en La Historia me absolverá, «ese documento raigal… manifiesto programático, acta de acusación y denuncia, alegato de justificación legal, moral, filosófica y política de la lucha revolucionaria contra la tiranía».

Su sueño quimérico fue sembrar salud y educación, en un pequeño país soberano, con muy pocos recursos, que movido por la fuerza humanitaria y la solidaridad ha apostado siempre por aspiraciones nobles, y por ideales de justicia social y equidad. 

Es el espíritu que ha caracterizado por más de seis décadas a la Revolución Cubana, de la cual fue Fidel inspirador y líder carismático, al decir de sus más cercanos compatriotas y amigos de otras latitudes. 

Lo demuestra el hecho de que desde sus mismos orígenes, la Revolución se puso metas más grandes incluso que sus capacidades, a sabiendas de que cuando se lucha por una Patria más humana y justa, todos los obstáculos se vencen y las dificultades se apartan.

Por solo citar algunos ejemplos, y como parte de la gran obra cultural iniciada con el triunfo del 1ro. de enero, se inscribe la victoria contra el analfabetismo, en la que unos 100 000 brigadistas enseñaron a leer y escribir a más de 700 000 cubanos, así como la formación de miles de médicos tras la emigración de la mitad de los profesionales de la Salud con que contaba Cuba en 1959. 

O el impulso inusitado al deporte como un derecho del pueblo, del cual en breve tiempo salieron los primeros campeones olímpicos y mundiales  que pusieron a Cuba a la vanguardia del área en ese aspecto; o la construcción de escuelas en el campo y la creación del Destacamento Pedagógico Manuel Ascunce Domenech, para fomentar la formación de profesores con el objetivo de garantizar la continuidad de estudios.

La nación, pese al incesante hostigamiento estadounidense y su hostil bloqueo, consiguió muy pronto avances indudables en materia de desarrollo humano: proscribió el racismo, luchó tempranamente por la emancipación de la mujer, erradicó el analfabetismo, redujo drásticamente la mortalidad infantil, elevó del nivel cultural general, tal y como reconocen políticos y organizaciones internacionales.

Y un día, cuando se desmoronó el campo socialista y acto seguido cayó la Unión Soviética; cuando al parecer la situación no podía ser más difícil, agravada por el omnipresente bloqueo, el país dio mayor impulso a la investigación médica y promovió un mayor desarrollo para la comunidad científica.

Más acá en el tiempo, en medio de un panorama económico cargado de dificultades, el país continúa defendiendo un proyecto de nación en el que prima la justicia social y la inclusión de la ciudadanía en su desarrollo.

Y en ello, sin duda, nos inspira el legado antimperialista del Apóstol y el extraordinario ejemplo de Fidel.

Inmunizar a la totalidad de la población contra la COVID-19, con vacunas propias, es una proeza incalculable. Foto: Endrys Correa Vaillant

Colocar la ciencia en primer plano fue lo que también hizo la actual dirección del país ante el azote de la COVID-19 y pese al recrudecimiento del criminal bloqueo.

La decisión fue producir vacunas contra la enfermedad, no por dinero, sino para hacer la diferencia entre la vida y la muerte. Cuba desarrolló y produjo la primera vacuna anti-COVID en América Latina, y fue el primer país en inmunizar a su población pediátrica entre dos y 18 años.

Abdala, Soberana 01, Soberana 02, Soberana Plus y Mambisa son el fruto de la inteligencia, entrega y espíritu solidario de los cubanos, e ilustran la capacidad inagotable de soñar de un pueblo, a veces en las condiciones más duras, en medio de grandes dificultades económicas, escasez de alimentos, dureza de la vida cotidiana, una inflación galopante y hasta bajo los efectos de la burocracia y de nuestras propias deficiencias y errores.

Eso explica también en alguna medida por qué Cuba, a pesar de todo eso, sigue siendo referencia importante para millones de excluidos del planeta, y ayuda a entender mejor la respuesta de Fidel cuando Ignacio Ramonet le preguntó: «¿Ve usted con optimismo el futuro de la sociedad cubana?»

«Nosotros somos optimistas, sabemos qué destino podemos tener, un destino muy duro, pero muy heroico y muy glorioso. Este pueblo jamás será vencido… Cada vez que hablo de lo que hemos hecho, expreso la vergüenza por no haber hecho más…». 

Ante la pregunta del comandante nicaragüense Tomás Borges de si valía la pena seguir soñando un mundo mejor, respondió: «No tenemos otra alternativa que soñar, seguir soñando, y soñar, además, con la esperanza de que ese mundo mejor tiene que ser realidad, y será realidad si luchamos por él…».

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