Las narraciones para niños y adolescentes
Crear para niños y adolescentes requiere mucha imaginación, sensibilidad y saber
Es este, sin duda, el segmento etario más difícil para quien escribe literatura de ficción. Crear para niños y adolescentes requiere mucha imaginación, sensibilidad y saber. Con ciertas habilidades puede un narrador componer cuentos para niños, pero esto no garantiza que consiga cautivarlos ni persuadirlos en el tiempo de la lectura. Son ellos sus críticos más severos. Si el texto no los seduce, lo abandonan de inmediato y buscan otras actividades.
Crear para niños y adolescentes requiere la capacidad de hechizarse a sí mismo, poseer una sólida cultura en la que se abracen los grandes relatos clásicos y modernos de esta especie con las obras imprescindibles de las letras universales, las apreciaciones agudas del mundo que nos rodea; igualmente, la captación de los avances más sofisticados de la comunicación y otras esferas de la tecnología para domeñarlos en lo esencial y ponerlos a disposición del imaginario creativo contemporáneo. Así mismo, el conocimiento de la Historia patria y planetaria y los cambios que experimenta en su interior la sociedad.
Se requiere tener nociones de la sicología de los niños, niñas y adolescentes. Y el refinamiento diario de ese don especial (que la natura y la cultura confieren a algunos seres) del arte de escribir para los pequeños, para quienes están descubriendo el mundo y asimilando, casi instintivamente, cómo comportarse en la vida y los valores a seguir, ejercicio creativo en el que, aparte del escritor y sus destinatarios, intervienen también la familia, las editoriales, la escuela, los medios de comunicación y las instituciones culturales.
Nuestra literatura para niños y adolescentes no escapa a algunos lastres creativos y de otra índole; pero, al mismo tiempo, contamos en el país con escritores muy importantes. Enrique Pérez Díaz (La Habana, 1958), por ejemplo, les imprime a sus cuentos una magia especial, propia de su autenticidad, habilidades y profundas experiencias creativas. ¿Se jubilan las hadas? (1995) es un claro testimonio de este debate, de la necesidad de insertar el progreso en la ficción, pero sin matar la fantasía que nos legaron los creadores del pasado. Algo semejante logra Nelson Simón en Pietro y Carmina y otros títulos de Cuentos del buen y mal humor (2008). Con sus dotes poéticas, nos persuade con bellas historias en las cuales se cultivan valores notables para los adolescentes. La belleza literaria distingue Es raro ser niña, de Mildred Hernández (Sancti Spíritus, 1972), narraciones en las que con delicadeza y grácil sentido del humor se defiende la idea de la otredad. Eldys Baratute Benavides es otro nombre imprescindible en este ámbito literario. Desde hace buen tiempo Teresa Cárdenas (Cárdenas, 1972) es también referencia ineludible con libros como Perro viejo (2005), Cuentos de Olofi (2010) y Madre sirena (2021). Luis Carlos Suárez (Manzanillo, 1955) sobresale con su elegante decir en La loma de los gatos (1999/2009). Lorenzo Lunar (Santa Clara, 1958) y Rebeca Murga (La Habana, 1973) nos sorprenden con Caballero de la luna (2013), y Ariel Fonseca Rivero (Sancti Spíritus, 1986) con El circo invisible (2014). Nersys Felipe es un clásico en Cuba y el continente.