Procrastinar: un mal para hoy y para después
Aunque la palabra es poco usada —de esas que han anidado en los últimos tiempos junto a asertividad, resiliencia y otras—, la conducta a la que se refiere está más que extendida, y todos, en algún momento, la hemos practicado y luego cargado con sus malas consecuencias.
Sucede que procrastinar significa, sin definiciones de diccionario, posponer la ejecución de una tarea o deber. Pero no porque circunstancias externas lo impidan, sino por un hábito mental negativo en cuya trampa caemos, aun sabiendo que retrasar ese pendiente es incorrecto y nos hará sentir mal.
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En realidad, no es cuestión de pereza o de organizar mal el tiempo; la procrastinación se asocia con estados de ánimo negativos hacia determinada tarea que debemos cumplir, ya sea una encomienda académica, en el caso de los estudiantes, o arreglar el closet, elaborar un informe, visitar a determinado familiar, buscar una certificación de nacimiento, redactar un texto…
Son innumerables los ejemplos que caben dentro de esta conducta que, cuando la asumimos, al inicio sentimos alivio, porque usualmente la sustituimos por alguna otra ocupación que nos resulta agradable.
Pero la tranquilidad dura poco porque a veces, aun en medio de lo que nos agrada, ya empieza a resonar la voz del Pepe Grillo que todos llevamos dentro recordando lo que hemos aplazado como un molesto asunto pendiente, haciéndonos sentir culpables, irresponsables y un molesto etcétera.
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¿Por qué procrastinamos?
Según expertos en este tema, procrastinar es cierta forma de autosabotaje en la que incurrimos y se vincula a dificultades en la autorregulación. Posponemos esa o aquella tarea, deber, encomienda o como quiera llamársele porque no logramos una adecuada regulación de las emociones y por un escaso autocontrol.
Ese comportamiento de evitación en ocasiones se asocia con el deseo de perfeccionismo, con el temor al fracaso, y tiene lugar en los ámbitos laboral, educacional, familiar y otros. Pero en todos los casos repercute en un buen rendimiento e, incluso, en probables daños de orden psicológico y también físico por el estrés que ocasiona al alejarnos de nuestros objetivos.
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La profesora de Psicología en la Universidad de Sheffield, Reino Unido, Fuschia Sirois, asegura que «Las personas se enganchan en este círculo irracional de procrastinación crónica debido a una incapacidad para manejar estados de ánimo negativos en torno a una tarea».
En el caso de la procrastinación en el mundo académico, se menciona entre sus causas el miedo al fracaso escolar, la aversión a las tareas, dificultades para gestionar el conocimiento y también el tiempo.
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Indagaciones sobre el tema consideran que entre el 80 y el 95% de los estudiantes en el mundo anglosajón en algún momento asumen conductas de procrastinación y el 75% se catalogan a sí mismos como procrastinadores.
Una interesante aproximación, «Factores asociados a la procrastinación académica en estudiantes de Estomatología de siete universidades cubanas», a cargo de investigadores de las Universidades de Ciencias Médicas de Granma, Pinar del Río y Ciego de Ávila, así como de la Universidad Continental de Lima, Perú, publicada este año, revela algunos factores asociados en particular a esta procrastinación académica.
Al investigar a 1 808 estudiantes de Estomatología del curso académico 2019-2020 de siete universidades cubanas de Ciencias Médicas, supieron que el 17% de los encuestados siempre postergaba los trabajos de los cursos que no le gustaban, el 14% aplazaba las lecturas de los cursos que no le agradaban y el 5% nunca trató de motivarse para mantener el ritmo de estudio esperado.
Quienes habían publicado artículos científicos procrastinaban menos, y lo hacían más aquellos que contaban con un tutor para sus trabajos y también los de mayor edad. Como tendencia, retardaban el cumplimiento de tareas y lecturas en el caso de los cursos que menos les motivaban.
Más allá del ámbito educacional, la psicóloga Tatiana Mechasqui Vodanovic subraya que, en general, la procrastinación se asocia mucho más con el perfeccionismo que con el desgano o el desinterés, y reitera que se trata de procesos que incluso pueden tener lugar en el subconsciente.
¿Cómo resolver el problema de la procrastinación?
Una de las alternativas para solucionar esa conducta es tratar de entender por qué se incurre en ella, aun cuando nos genera ansiedad y otras malas hierbas.
También algunos psicólogos recomiendan romper la barrera del primer minuto, la «arrancada». Una vez que se haya comenzado, a partir de los cinco minutos siguientes el propio cerebro que te andaba jugando esa mala pasada, se convierte en tu aliado y comienza a generarse la adrenalina que hace falta para llegar a la meta.
Por su parte, la psicoterapeuta estadounidense nacida en Escocia, Amy Morín, sugiere acogerse a la que llama Regla de los 10 minutos: comenzar la tarea pendiente proponiéndose que será solo por diez minutos y, luego de ese plazo, decidir si se continúa o no. «Nueve de cada 10 veces, decidirás seguir mucho más allá de los 10 minutos», afirma la entendida.
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Sucede así, refiere, porque se rompe con el miedo o rechazo inicial, que era el principal obstáculo, y también porque una vez inmersos en el deber se constata que no era ni tan difícil ni tan desagradable como se suponía. Es decir, el método contribuye a neutralizar los pensamientos exageradamente negativos a propósito del asunto que nos genera emociones negativas como rechazo, aburrimiento, ansiedad o inseguridad.
De todas formas, vale aclarar que si, finalmente, se incumple por no hacer lo que se debía, entonces no es solo procrastinación, sino irresponsabilidad, indisciplina, desconsideración… y las consecuencias ya serían otras.
Por eso, lo mejor es asumir con conocimiento de causa lo que anuncia el viejo refrán: No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy.