El maestro labra el alma de sus alumnos (+Audio)
¿Cómo olvidar a quien nos enseñó a dibujar nuestros primeros trazos? ¿Cómo no tener presente a quienes descubrieron para nosotros los mundos de las ciencias, las matemáticas o la historia? ¿Quién no recuerda con nostalgia a los profesores que ayudaron a forjar su vocación y cultivaron, como el más abnegado agricultor, las semillas de los valores, los principios y el comportamiento responsable?
Este 22 de diciembre, todo nuestro país celebra el Día del Educador, una profesión que por antonomasia está llamada a dejar una huella indeleble al paso del tiempo, un recuerdo perpetuo, un patrón a seguir. Pero el generoso sacerdocio de la enseñanza implica necesariamente indescriptibles sacrificios personales, insomnios, preocupaciones, la actualización constante en materia de conocimientos, contar con la palabra precisa, ofrecer el oportuno abrazo, el beso desde el alma.
En pocas palabras José de la Luz y Caballero, resumía la auténtica educación: «instruir puede cualquiera, educar solo quien sea un evangelio vivo». Es que quienes eligen esa noble profesión, son conscientes que, constituye, más que nada, un acto de ternura y pasión. A muchos aun nos conmueve Carmela, el personaje de la película Conducta. Al evocar el filme recuerdo que afortunadamente conocí a muchos como ella y que bien pudieran nombrarse Maritza, Liliam, Eugenio, Aleida, Esteban, Ildelisa, Jorge Luis, Mailén, Mercedes, Xiomara o Linnet. Plena vigencia tienen las palabras de nuestro héroe Nacional José Martí, quien expresara que «el maestro labra el alma de sus alumnos. La enseñanza, ¿quién no lo sabe? Es ante todo una obra de infinito amor («¦)»
Nunca será suficiente el reconocimiento a quienes se mantienen firmes en el noble empeño de enseñar y fraguar; a quienes recorren varios kilómetros en ómnibus, bicicleta o a pie para asistir bien temprano a la escuela y recibir a los estudiantes con una sonrisa sincera; a quienes siendo apenas adolescentes se enrolaron como Conrado Benítez y Manuel Ascunce en la campana de alfabetización que arrancó de las sombras a 700 mil personas en nuestro país.
El ejercicio pedagógico, es sin dudas, conciencia, ciencia, sensibilidad, lo que nos remite a pensar en paradigmas como Varela, Mendive, Varona y la manera en que transmitían sus sapiencias. Es a su vez, y dígase en voz alta, una labor de infinita paciencia y comprensión. Una mirada con carácter retrospectivo nos convida a repensar nuestro comportamiento como alumnos, que, quizás en ocasiones no resultó el más adecuado y requirió el regaño oportuno, la corrección necesaria.
No hubiese sido posible contar en nuestro país con médicos, ingenieros, arquitectos, e incontables profesionales de altísima graduación sin la labor de quienes les transmitieron sus conocimientos sobre la base de los principios y la utilidad de la virtud. La labor de los educadores resulta imprescindible, y aunque a veces dicha tarea no es apreciada en su total dimensión, no existe mejor premio que el recuerdo con cariño de quienes, como este cronista, agradecen a esos hombres y mujeres que contribuyeron a su formación como ser humano.
A propósito de la fecha escuche el mensaje de felicitación del MSc. Rafael Marín Reymond, director municipal de Educación en Caibarién a los educadores en su día.
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