Los Van Van: entrecruces y expansiones
La «atípica charanga» creada por Juan Formell, con la asistencia fecunda de César Pedroso (Pupy), nació a fuego lento, del persistente contrapunteo entre tradición e innovación, continuidad y ruptura
Nuestro devenir musical tiene figuras y agrupaciones en las que se sintetiza el gran impulso de su época. Sobre los que se proyecta y cuaja ese desarrollo signado por «saltos», «injertos y trasplantes», «avances y retrocesos». «Por un constante rejuego de confrontaciones entre lo propio y lo ajeno, lo autóctono y lo importado»- como anotaron estudiosos de nuestra música como Alejo Carpentier y Leonardo Acosta. Es el caso de Juan Formell y Los Van Van.
«El tren de la música cubana» brotó del mismo impulso, parto renovador, que dio luz a la Irakere de Chucho, y al Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC (GES, con Leo Brouwer, Eduardo Ramos, Sergio Vitier, Leonardo Acosta, Emiliano Salvador»¦, más los imprescindibles fundadores del Movimiento de la Nueva Trova.
La «atípica charanga» creada por Juan Formell, con la asistencia fecunda de César Pedroso (Pupy), nació a fuego lento, del persistente contrapunteo entre tradición e innovación, continuidad y ruptura, transculturación y resistencia. Como anotó Leonardo Acosta, «así como el mambo surgió de una vivificadora inyección del son montuno oriental en el tradicional danzón, el ritmo Van Van nace de un nuevo encuentro con el incontenible impulso rítmico de los soneros, dentro del mismo contexto orquestal que había dejado a un lado al danzón para convertirse durante veinte años en coto exclusivo del chachachá».
De muchas fuentes había bebido Juanito. «Cuando analizo mi vida observo que mi destino era ser músico y nada más que músico-contó. Lo traje en la sangre, crecí viendo y escuchando la música de mi padre y de mi época: Benny Moré, Aragón, Chapottín, los jóvenes del feeling y las influencias que nunca faltan de otros países: Elvis Presley y Los Beatles. Todo mezclado, como decía Nicolás Guillén».
Debutó «haciendo sopa», en sextetos y septetos. Con estas agrupaciones aprendió «gran parte de los secretos de la música cubana». A comienzos de los 60, empezó a trabajar en el Club Barbarán con la charanga del maestro Rubalcaba. Trabajar con Rubalcaba, con Peruchín y con Juanito Márquez, le dio «un bagaje más profesional», fue «otra escuela para estas lides». Luego se incorporó a la banda de la policía que dirigía Generoso Giménez. Por mediación de este, tocó con Benny Moré, en algunos bailes. «Gracias a sus enseñanzas supe que en la música popular la sencillez y la simpleza son determinantes»- confesó en entrevista.
Como el gran Benny Moré, Juanito Formell navegó por los influjos de las orquestas típicas o de viento y el de los conjuntos soneros. De una parte, la línea nacida con el danzón, ampliación de la contradanza, «con las puertas abiertas a todos los elementos musicales que andaban en la isla, cualquiera que fuera su origen». De otra, la rama de los septetos, del contrapunteo, entre la base rítmica de origen congo y los sones montunos de los treseros orientales, en la olla hirviente de Arsenio Rodríguez.
El 4 de diciembre de 1969, en La Rampa habanera tuvo lugar la primera presentación de Los Van Van. Ese día, desde una improvisada tarima y con bafles prestados, comenzó a hacer historia la que en muy poco tiempo conquistó la preferencia del pueblo. La que reconocen, aquí y fuera del archipiélago, como una de las orquestas más emblemáticas de nuestra música popular bailable.
Por méritos propios y por su estrecho vínculo con los bailadores. La gente común aportó la semilla de muchos de sus temas, de sus cadenciosas crónicas sociales. En correspondencia, algunos de sus estribillos, como «Se acabó el querer», «La Habana no aguanta más», «Voy de tras de ese mulo», «Si la pica se la lleva entera» y «Que cosa la costurera» son parte de la fraseología del cubano.
«Yo no me he desvinculado jamás de la vida de la población, no por nada, sino porque me gusta convivir con la gente, hacer una cola, oír conversaciones. La cola del pan es ideal para eso: ahí tu oyes cada cosa»¦», reconoció. «Y a partir de una frase a veces yo construyo una historia. Pero después de tener esa historia bien algo que es decisivo para mí: el montuno. Yo creo que la calidad del estribillo es lo que decide la suerte de un número bailable».
Como se deduce de este comentario, el son fue primordial para Formell a la hora de componer sus temas. Confesó más de una vez que estudiaba con seriedad este tipo de música, sus estructura el texto el estribillo…, «son patrones que he tratado de seguir fielmente».
Al frente de su propia orquesta, Formell aprovechó lo heredado para expandirlo y prodigarlo con un legado personal, auténtico, original. El tronco de su propuesta musical fue esencialmente cubano, pero estuvo abierta a los más disímiles referentes, como los de Brasil o de Norteamérica. Tomó de aquí y de allá, de los diversos formatos establecidos, rompió fórmulas o esquemas. Para expandirnos el son, y legarnos el songo; co-creación de Juanito con el bajo, Pupy con el piano, más Chaguito y el El Yulo (Raúl Cárdenas), con el timbal y la tumbadora.
Partió de la charanga, y como hizo antes con la de la Revé, el líder de los vanvaneros experimentó con nuevas sonoridades, actualizó los arreglos. Fusionó timbres de instrumentos acústicos y electrónicos. Le dio a los violines una proyección más rítmica que melódica. Incorporó la batería y los trombones propios de las jazz band, y de las agrupaciones de pop, las cuerdas eléctricas y los sintetizadores. Al respecto comentó: «El uso de sintetizadores e instrumentos electrónicos ha enriquecido la música cubana, No le ha quitado su sabor natural y con ellos sigue siendo, igualmente, expresión de nuestra cultura y nuestra tierra («¦)».
El diseño rítmico es otro de los distingos del songo. Sobre su evolución compartió de José Luis Quintana (Changuito): «El songo lo registró Formell, quien introdujo la batería con platillo de pie, sin el de aire, cencerro y bombo. Toda una novedad en las charangas, porque la batería se utilizaba en las jazz band. Formell me orientó la línea ritmática, pero con el tiempo fui haciéndole algunos aportes, introduciendo platillos y ampliando el set. Esa es la segunda etapa del songo; abandono la batería y utilizo el timbal, tom tom de pie, bombo, cencerro y platillo del aire». Samuell está protagonizando una tercera etapa.
Al decir de César Pedroso, experimentaron «una música nueva, algo loca, distinta, atrevida y contemporánea». Durante más de tres décadas, Juanito y Pupy, no dejaron de componer y de «pegar» temas. Para bailar pero con letras limpias de chabacanerías o vulgaridades; sin metáforas, pero con sentido; sazonadas con el tono picaresco de la mejor tradición de la música popular.
«Siempre habrá Van van, aunque sea uno solo que defienda la idea de este nuevo son, del songo, de nuestra música cubana bailable. Ese siempre fue el objetivo del creador de esta orquesta», anotó Samuel Formell para el último disco de la agrupación, Mi Songo, publicado por la EGREM con motivo del 50 aniversario de la orquesta.
Y como los vanvaneros aun somos muchos, se canta y se baila: «»¡Aquí hay Van Van pa»´rato!»