A Caibarién en sus 189 años
Querida patria chica, no sé por qué misterio quienes nacen en tu seno te aman para siempre, y no se rompe ese amor aun cuando azoten otros vientos, y anden lejos, vayan y vuelvan, o nunca regresen; tampoco entiendo cómo es que tantos y tantas llegan para quedarse en tu regazo, ni por qué te conocen en todas partes como a sitios más famosos y florecientes.
No eres un nombre frío, un lugar para tener casa, sino madre anciana y sabia, achacosa y añorante de la juventud perdida, hospitalaria, cálida.
Cierto que tus hijos somos tan diversos que llenos de amor unos, te dan cuanto tienen; y egoístas otros, aprovechan tus bondades sin creerse obligados a ti, pero hasta esos, madre, hasta los que te usan, sienten algún día que te deben todo, o los que no se cansan, les hacen entender cuán preciso es cuidarte.
De ti nos vienen el orgullo y la altivez que en otros sitios nos achacan, de tu parranda el «ruidaje», el amontonamiento, el barroquismo real maravilloso; la atmósfera húmeda y salobre nutre infinidad de talentos que sitúan tu nombre tan pronto en las más famosas galerías como en teatros, eventos deportivos o ámbitos científicos.
¿Ves, madre? no puedo dejar de mostrarme como todos nosotros: empiezo a enumerar glorias y te las tributo.
Pero es que 189 bien merecen que te digamos cuánto significas para todos, amada Caibarién.
Texto e imagen: tomados del muro de Facebook de la autora.