Dora Alonso salio al mundo por Caibarién
«Usted será siempre, eternamente, la niña que monta de un salto en la poesía y se va cabalgando entre la luz». Eliseo Diego.
Confieso que la primera vez que leí esta frase sobre Dora Alonso, pensé en El grillo caminante y La flauta de chocolate, poemarios para niños que se promueven solos por su innegable cubanía y la calidad del verso. Después supe que Suma y Escrito en el verano fueron sus dos únicos títulos de poesía para adultos, y, por haber sido editados cuando ya era una figura consumada de las letras en Latinoamérica, pudieran dar idea de que llegó a ella en su etapa de madurez.
Sin embargo, desde 1937, cuando Dora Alonso apenas empezaba a ganar sus primeros premios en prosa, los caibarienenses y latinoamericanos disfrutaban de su poesía gracias a Rumbos Nuevos, revista local que fue el órgano de la Sociedad Juventud Indoamericanista con sede en Quito, Ecuador, y que tenía en Caibarién a su delegado cubano Quirino Hernández.
Al director de Rumbos Nuevos, Ramón Arenas, envió Dora una breve carta con fecha febrero 8 de 1937, que puede leerse en una investigación del Licenciado Juan Francisco de la Paz, por ella sabemos la razón de que solo colaborara con poemas:
«Muy complacida, leí todo lo bueno que encierra el último número de Rumbos Nuevos, y para sus páginas le envío otro poema inédito, haciéndome eco de la carencia de espacio para insertar narraciones que usted me hizo saber.»
Deduzco, por su cercanía en fecha, que el poema sea el titulado Labor que apareció en el número 10, año 2, página 7, de julio de 1937; pero esa no fue la primera colaboración, puesto que en el número anterior, correspondiente a diciembre-febrero de 1936 al 37, aparece el titulado Raza criolla.
Ambos poemas, de tema social, están en correspondencia con los intereses de la revista y los ideales de la propia Dora Alonso quien desde muy joven se incorporó a las luchas revolucionarias en Cuba.
Teniendo en cuenta que por aquella época solo la revista Cúspide (Central Merceditas, La Habana, 1937-1939) se ocupaba de «promover los valores de tierra adentro para el continente», o sea, que divulgaba a aquellos intelectuales que vivían en el interior del país, lejos de las élites, pero con significativos desempeños, y los descubría con un «olfato» inigualable, y que según el Diccionario de la Literatura Cubana, allí Dora solo publicó cuentos y trabajos periodísticos, es que afirmo que la Dora Alonso poetisa salió al mundo por Caibarién, a través de Rumbos Nuevos.
Pero hay más en esa relación entre la escritora y Caibarién, la pequeña pero entonces culta ciudad de la costa centro norte cubana: entre 1943 y 1947 circuló otra revista nombrada Archipiélago, también dirigida por Ramón Arenas y con la participación en su consejo de redacción de lo mejor de la intelectualidad local de ese tiempo, y en ella aparecieron otros dos poemas inéditos de Dora Alonso, en septiembre de 1944 publican Canto al hijo imposible y en el número de abril-mayo de 1946 Canto al trabajo, que fuera segundo Premio en el concurso literario Homenaje al Trabajo, convocado por la Casa de los Poetas en ese propio año.
Muy pocos ejemplares de estas revistas quedan dispersos entre algunos coleccionistas privados, por lo mismo, su consulta es bastante difícil; por otra parte, estos poemas no fueron retomados por la Alonso en sus poemarios publicados posteriormente, quizás los olvidó o los consideró de poca importancia, de ahí que comparta con mis lectores uno de ellos y me guarde los restantes como tesoro caibarienense que quizás saque a la luz»¦ otro día.
Canto al hijo imposible
«¡Ay, hijo mío!, ¿cómo hallaste mi huella
si yo la había borrado con manojos de espinas
para que no volvieras a buscarme en el alba?
Caminito de hojas muertas bajo el rocío
Deben haber trazado mi señal de esperanzas.
¿No sabes que hay silencios donde se clavan lunas
y vastas soledades, junto a mi seno estéril?
Nada vale esta seda de mieles que me cubre los brazos,
Y nada significa ese canto de cuna
Que es mi savia sonora para nutrir el llanto.
Tú no puedes, no puedes tenerme. Tú no puedes.
«¡Ay, hijo mío! Juegas con las trenzas del viento,
busca bajo las rosas el color de tus ojos
y cuando se te duerman los juegos en las manos
ve midiendo con la cinta del río mi recuerdo.
Así estaremos juntos también. Así estaremos
para toda la vida. No me busques de nuevo
sino en las vibraciones lentas de las campanas
que abren círculos anchos en los atardeceres,
o en el brillo del agua cuando lustra las piedras.
Pero no me persigas tan de cerca; no acoses
contra muros de flores a mis corzas sencillas
ni me pongas tu risa como una mariposa
sobre el oído embelesado,
«¡que se me abren los pulsos en oleadas de ensueño
y hasta tu nombre salta sobre mi pecho, hijo!
Vete por esa senda que dejé abandonada
Como un pañuelo fino que se pierde en la hierba.
Yo iré detrás, con los ojos cerrados para no verte lejos
La luz del sufrimiento me guiará la mano
y entre el bosque, de nuevo, te esconderé el camino.
(Nota: Dora Alonso nunca tuvo hijos, de ahí el dolor que se expresa en estos versos)