Junto al reconocimiento, vale hacer una exhortación
Han sido 18 meses de tenaz enfrentamiento a la Covid-19, donde muchos se han entregado al diario cumplimiento de sagrados deberes, sorteando dificultades de variada índole, sin apenas descansar, añorando las vacaciones o el simple sosiego de compartir con la familia.
Algunos profesionales, por causas que se comprenden, no han podido estar en su respectivo escenario, dedicándose al cuidado de sus padres o hijos, a recuperar su salud o a la maternidad.
Sin embargo, unos pocos han dilatado mucho su reincorporación al trabajo, sin buscar razonables alternativas para aliviar la ardua cotidianidad de sus colegas. No podemos cejar en el empeño de tocar a las puertas de su conciencia y expresarles que la población y el sector los necesita.
La mayoría de los médicos ha enaltecido su desempeño, asistiendo a sus pacientes, pesquisando, visitando a los ingresados en el hogar, asegurando la vacunación, multiplicando guardias en instituciones sanitarias, educando para la salud. A ellos, el merecido reconocimiento, acompañado de la exhortación a cuidarse y superarse.
Es importante que se comprenda por la población que el buen médico no es el que más prescribe medicamentos; es precisamente el que se hace acompañar siempre del método clínico, con enfoque epidemiológico, e indica solo los fármacos necesarios, en el momento oportuno, sobre la base de la Medicina basada en evidencias.
En el actual contexto, algunos profesionales indican incorrectamente los antimicrobianos, por complacencia o ambivalencia, abusando especialmente de la Azitromicina, así como de los esteroides, con énfasis en la Dexametasona.
A propósito del uso indiscriminado e incorrecto de la Azitromicina en el contexto de la Covid-19, reiteramos algunas observaciones:
1.- Los estudios realizados en el mundo, publicados en revistas de alto impacto, no sustentan su uso rutinario en pacientes confirmados.
2.- La explicación es simple: la Azitromicina es un antimicrobiano, del grupo de los macrólidos, que inhibe la síntesis proteica de las bacterias, estando indicado en determinadas infecciones bacterianas.
3.- Está contraindicada cuando existe hipersensibilidad al producto y en pacientes con insuficiencia hepática.
4.- Entre sus múltiples efectos adversos se encuentran náuseas, vómitos, diarreas, dolor abdominal, palpitaciones, dolor torácico, sangrado digestivo, efecto favorecedor de vaginitis y moniliasis, cefalea, fatiga, ansiedad, entre otros.
5.- La Azitromicina incrementa los niveles en sangre de otros fármacos y consecuentemente la posibilidad de reacciones graves.
6.- A partir de las investigaciones realizadas internacionalmente, no está indicada como rutinaria en ninguno de los grupos, dígase pacientes ingresados en el hogar, instituciones para aquellos clasificados como de bajo riesgo, salas hospitalarias, unidades de vigilancia intensiva (UVI) o unidades de cuidados intensivos (UCI), excepto cuando existe sospecha o confirmación de infección bacteriana sobreañadida.
En resumen, la Azitromicina es un fármaco antibacteriano, no un antiviral, no estando indicado rutinariamente en pacientes Covid-19.
En relación a la Dexametasona, es un inmunosupresor, con indicaciones precisas, que por lo general no está indicado la primera semana y en la mayoría de los pacientes no está justificada. Ciertamente, tiene propiedades antiinflamatorias y el protocolo define cuando se debe prescribir. No podemos olvidar que la Dexametasona puede estar asociada a efectos adversos, tales como retención de sodio y agua, hipertensión arterial, variados problemas cardiovasculares, metabólicos y del SOMA, entre otros, además de tener peligrosas interacciones con diferentes fármacos.
Hemos de informar y explicar estas evidencias científicas, para evitar la desmedida prescripción y el desespero de pacientes y familiares por procurar los referidos medicamentos. Además, evitando el abuso en la indicación y la automedicación estaremos previniendo la peligrosa resistencia antimicrobiana (RAM) y variados efectos adversos.
Siempre será mejor médico el que escucha a sus pacientes, realiza una adecuada anamnesis y un exhaustivo examen físico, aquel que no abusa de los complementarios, a la vez que contrasta sólidas hipótesis diagnósticas y es tan juicioso en sus valoraciones como ético, humanista, profesional, prudente, responsable en sus prescripciones, actualizado, comunicativo y dotado de virtud en su vocación de servir con humildad.
Vale hacer un llamado a las buenas prácticas clínicas y a educar a la población para evitar la peligrosa automedicación.
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