Los elegidos (+Video)
Una faena dura los pone hoy en primera fila contra un virus que fustiga al mundo y que ha cobrado en poco tiempo millones de vidas. Multiplicando esfuerzos, como nunca antes, arrebatan enfermos de los brazos de la muerte. Lamentan la partida inevitable. Previenen, recomiendan, salvan, curan
En un lugar del Caribe, de cuyo nombre muchos convalecientes del mundo se sienten agradecidos, hay una especie de seres que no tiene igual en la escala humana.
Pertenecen a un pueblo insumiso que cambió el curso de la historia universal, conducido por un rebelde que los hizo expertos (no solo en asuntos fisiológicos) y los convirtió en legión.
Visten batas blancas, también verdes o azules, y andan por todas partes, porque allí es sagrada la salud, que a veces juega malas pasadas, y hasta aquel que suele ser muy saludable precisa algún día de ellos.
Cierto es que no se vive permanentemente enfermo, pero qué dicha saber que, ante la dolencia, que aniquila y aflige, puede tocarse una puerta donde uno de ellos espera.
Se les ha visto caminar por el vecindario y compartir, con los otros, cafés y alegrías. Es común que los que tienen en el barrio su «puesto de mando»» atiendan al doliente a deshora, sin tomar en cuenta que ha terminado el horario de consulta. Otros lo tienen en centros mayores y, desde allí, son cálidos también sus desempeños.
Conscientes de que su trabajo, más que un modo de sustento, es un surtidor de afectos, pueden llegar a formar parte de la familia de sus pacientes; y sienten suyos los asuntos que no andan bien en el cuerpo y en el alma de quienes buscan su ayuda.
Una faena dura los pone hoy en primera fila contra un virus que fustiga al mundo y que ha cobrado en poco tiempo millones de vidas. Multiplicando esfuerzos, como nunca antes, arrebatan enfermos de los brazos de la muerte. Lamentan la partida inevitable. Previenen, recomiendan, salvan, curan.
Regresan a sus áreas de combate, porque saben de ese renacer de la energía que no falta a los elegidos, acompañados de otros grandes también, partícipes junto a ellos de la epopeya que realizan.
El cansancio, que llega con la recia agresividad del mal que combaten, no les tumba las alas. Ante la extenuación, reposan y vuelven a la carga, porque les ha nacido en el pecho un sol, decidido a sofocar un dolor que aún no cesa.
Formados en la misma escuela, los hay que parten sobre la grupa del mundo, hacia donde llega «si es que llega» más débil la luz.
Dicen los que han podido comparar que se distinguen de sus supuestos iguales en que tocan de un modo especial a los enfermos; les miran a los ojos; tienen un trato inusual, y aman «como a sí mismos»» los sitios a los que han ido.
Habrá en el mundo quienes, ajenos al milagro, o deseando que así no fuera, pongan en duda su existencia; pero hay muchos más que no solo saben de estas hondas verdades, sino que podrían contar miles de historias en las que el corazón de estos seres ha sangrado o latido junto al de ellos mismos.
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