Cuba en la vocación de resistencia de Maceo
De león y de leona vino aquel 14 de junio, hace 176 años en Santiago de Cuba, el Titán que de Oriente a Occidente trazaría, frente al yugo colonial español, una estela de valor, dignidad y patriotismo, que desde entonces ilumina a esta Isla irredenta ante el mundo.
De la mano de su madre Mariana Grajales, junto al padre Marcos Maceo y sus hermanos, Antonio de la Caridad tomó el camino de la manigua apenas dos días después de iniciarlo Céspedes en la Demajagua, y solo pudo detenerlo, en 28 años de duro batallar, la herida 26 que dejaría sin vida su cuerpo de «bronce»», que había puesto el pecho a las balas en unas 800 acciones de guerra.
A fuerza de coraje e inteligencia creció a lo largo de ese tiempo en prestigio, en cargos militares y en una grandeza reconocida más allá de nuestras fronteras, a la vez que legó a la Patria insuperables hazañas que, a juicio del Generalísimo Máximo Gómez, lo definen como hombre extraordinario y figura excelsa.
Si difícil resulta resumir los principales combates en su extensa hoja de servicio, basta para inmortalizarlo la Protesta de Baraguá, calificada por Martí como «de lo más glorioso de nuestra historia»». Con Baraguá, Maceo nos legó la intransigencia y la resistencia. Ese clamor resuena hoy ante nuevos escenarios de combate, contra enemigos recientes o históricos, ya sean invisibles o imperiales.
A la vergüenza, a no claudicar, a no rendirse, a luchar»¦ nos convida desde entonces el Titán, que cargó al machete de Oriente a Occidente, junto a Gómez, en una invasión que muchos especialistas de la época consideraran el hecho de armas más audaz de la centuria.
Pero bien dijo el Apóstol que «Maceo tiene tanta fuerza en la mente como en el brazo»¦»», de ahí que esa suerte de hijo profundo también en las ideas sentenciara, como el Patria o Muerte que hoy nos identifica, que «quien intente apropiarse de Cuba recogerá el polvo de su suelo anegado en sangre, si no perece en la lucha»».
Impresionante a su vez resulta la advertencia sobre el naciente imperio norteño: «De España jamás esperé nada («¦). La libertad se conquista con el filo del machete, no se pide; mendigar derechos es propio de cobardes incapaces de ejercitarlos. Tampoco espero nada de los americanos; todo debemos fiarlo a nuestros esfuerzos; mejor es subir o caer sin su ayuda que contraer deudas de gratitud con un vecino tan poderoso»».
Así, en una ocasión durante un banquete en su honor en Santiago de Cuba, uno de los invitados expresó su creencia de que Cuba llegaría a estar fatalmente anexionada a Estados Unidos, y Maceo le ripostó de inmediato con una frase concluyente: «Creo, joven, aunque me parece imposible, que este sería el único caso en el que tal vez estaría yo al lado de los españoles»».
Se dice que combatir a su lado, siempre a la vanguardia, se consideraba entonces un orgullo, de ahí que en estos tiempos de constante asedio imperial cabe recordar el alto honor de sentirlo nuestro, y la vigencia de las palabras del Che Guevara al decir el 7 de diciembre de 1962: «El espíritu de lucha de Maceo es el espíritu del pueblo cubano actual, en los momentos más difíciles»».