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Celia: historias poco conocidas sobre una flor

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Hay vidas que parecen predestinadas a la bondad y el consuelo desde que son nombradas. Le llamaron Celia (que significa «€œcelestial»€) Esther (literalmente, «€œestrella»€) de los Desamparados. Este 11 de enero hace 41 años se deshojó»  «€œla flor más autóctona de la Revolución cubana»€ para germinar en el jardín de la eternidad. Allá en Media Luna, su padre, que era médico, le enseñó a amar a los próceres de Cuba. Cada vez que iban a la capital del país, como si se tratara de un familiar querido, visitaban la casa natal del Apóstol. «€œToca el pasamanos de la escalera»€, le decía el padre, «€œpor ahí pasó su mano Martí»€. La maestra de primaria, Adolfina Cossío, quería a aquella niña tan calladita; pero si alguien le hubiera preguntado cuál de sus alumnos sería un revolucionario, «€œpor su timidez y fragilidad nunca la hubiera escogido»€, aunque fue la única que en 50 años de magisterio, intentó hacerle una huelga. Celia fue de esas personas sensibles que no saben quedarse de brazos cruzados. Con frecuencia la veían de paseo por las colinas del central Pilón, en su cuña descapotable roja, repleta de niños harapientos. Y cómo olvidar aquel año, en que hizo el censo para que cada uno recibiera su regalo de día de reyes: un juguete, un par de zapatos, una batica»€¦ Cuando los expedicionarios del yate Granma desembarcaron por Playa Las Coloradas, ideó la manera de obtener información valiosa para el Movimiento 26 de Julio: se disfrazó de embarazada, y los guardias, que no la reconocieron, la invitaron a tomar café. Así, con la mayor sangre fría, entró al cuartel, en el intento de cumplir su propósito.
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Tuvo también otros nombres. A veces fue Norma. Otras, Carmen. Aly, Liliana, Caridad»€¦ Esos rostros de la clandestinidad, disímiles como los caminos de la luz en un prisma, le permitieron organizar la base de apoyo al incipiente movimiento guerrillero. El 15 de junio de 1957, Fidel Castro le aseguró: «€œTú y David (Frank País) son nuestros pilares básicos. Si tú y él están bien, todo va bien y nosotros estamos tranquilos»€. Aquella niña calladita que atendía a la maestra Cossío fue la primera mujer que integró el Ejército Rebelde. Y su presencia se volvió indispensable. En abril de 1957 recibió estas letras de Raúl Castro: «€œTú te has convertido en nuestro paño de lágrimas más inmediato y por eso todo el peso recae sobre ti: te vamos a tener que nombrar Madrina Oficial del Destacamento»€. Aun en las montañas, entre la vida silvestre y los barbudos, presumía. Se adornaba el cabello con flores, casi siempre mariposas. Las plantas eran otra de sus pasiones. Estaba segura de que sabían quién las cuidaba, y que al regarlas, era necesario hablarles. Con ese espíritu fino que la distinguía, atesoró toda la documentación del Ejército Rebelde y su Comandante en Jefe. Se ocupó de preservar la historia para nosotros»€¦ Casi siempre desde una posición anónima fue la gestora de obras emblemáticas, que hoy continuamos visitando y agradeciendo: el Parque Lenin, la Casa de los Cosmonautas, y el Palacio de las Convenciones. Su colaboradora, Nelsy Babiel, afirmó una vez que «€œCelia estaba en todo y no aparecía en nada; evadía las entrevistas para evitar que se resaltara su obra. Su preocupación maternal por cada compañero, por cada familia campesina, en los días de la lucha guerrillera, se extendió, tras la victoria, a su pueblo. Todos confiaban en ella y ninguno fue defraudado»€.
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Celia junto al Che, Fidel, Raúl y Vilma Espín
Por: Claudia Arias Espinosa

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