6D: Consideraciones de un resultado electoral
El 6 de diciembre (6D) se materializó en Venezuela otro proceso electoral, el vigésimo quinto en tiempos de chavismo y de ellos 23 ganados por las fuerzas revolucionarias. Más allá del color político del triunfador, los principales beneficiarios han sido nuevamente, la democracia y el pueblo venezolanos. Haber desarrollado los comicios en un contexto -Covid 19 mediante- complejo y de marcada hostilidad exterior, y que hayan transcurrido en paz, puede erigirse como un éxito de todo el país.
La próxima legislatura será «roja-rojita» a juzgar por los resultados preliminares que ubica en un 67% los votos obtenidos por el Gran Polo Patriótico (GPP) y en 177 los escaños conseguidos, restando aún los 3 curules indígenas que se elegirán el 9D. Y aunque no logrará las 3/5 partes del parlamento, ya tienen asegurados los 2/3 con los cuales podrán desplegar una actividad legislativa que acompañe las políticas y propuestas del ejecutivo nacional.
La participación de un 31% del padrón electoral, si bien pudiera parecer una cifra baja, se da en circunstancias en las que parte considerable de la oposición radical llamó a no votar. Claro que la derecha sintonizada con Juan Guaidó esgrimirá el 68% de abstención como el potencial electoral que respondió a su convocatoria, tal como han hecho en recientes eventos electorales que pretendieron boicotear. La cuenta a sacar es que ese 68% no se traduce ni remotamente en capital político de ese sector opositor; recordemos por ejemplo, que el 54% de abstención de las presidenciales de mayo de 2018 no repercutió en apoyos a la aventura del autoproclamado presidente interino.
Guaidó&CIA -nunca mejor validado el término compañía– no lo entendió entonces cuando convocaron a marchas que se diluyeron tiempo y en desencanto, y tampoco querrán asumirlo en las Asambleas Populares que pretende realizar este 12D como contrapartida al 6D. Dirán, no obstante, que el clamor son esas asambleas, superiores en participación al 6D, validarán la fantasía de extender el mandato del Parlamento saliente y por ende, la «auto-presidencia» de Guaidó. En todo caso, ya pocos dudan de la desconexión de Guaidó con la realidad.
Ahora bien, seríamos pesimistas si subestimáramos la concurrencia del 6D. El 31% que participó supera al 25% de las parlamentarias de 2005 cuando igualmente, la oposición optó por no participar en los comicios. Otro factor que pudo influir, sería la poca percepción de riesgo de derrota entre simpatizantes del chavismo ante la poca visibilidad de un adversario de fuerza. La certeza de triunfar quedó en evidencia cuando el propio presidente Nicolás Maduro días antes dijo que en caso de perder el 6D, renunciaría a su cargo. Por demás, la naturaleza de este tipo de comicios resulta menos atractiva para el electorado comparado con unas presidenciales o gobernaciones, pues tiene menos impacto en su rutina de vida habitual.
Sin embargo, resulta de interés que cerca de cuatro millones de venezolanos hayan votado por el gobierno de Maduro. En las actuales condiciones, esa cifra constituye alrededor del 20% del padrón electoral, puede considerarse cercana al voto duro y militante del chavismo, y constituye una base firme con vistas a próximos eventos de este tipo. El chavismo debe trabajar en función de reincorporar a fuerzas habitualmente aliadas como el Partido Comunista de Venezuela, y sectores de Patria Para Todos y Tupamaros, que se han distanciado del PSUV y cuyo respaldo necesitaría unificar a futuro.
Otro saldo favorable de estas elecciones es la reintegración a la vida política de sectores opositores que encuentran, en esta, la vía para dirimir las diferencias de un país pensando en solucionarlas. Hemos referido en otros artículos que se trata de una oposición en ciernes, que se intenta recomponer y constituirse en la alternativa política para quienes no coinciden con el chavismo. Los escaños alcanzados en el parlamento, le daría voz a una base política opositora que se distancia cada vez más de las propuestas violentas e injerencistas de los aliados de Guaidó.
En materia internacional, poca incidencia tendrá el cambio de equilibrios en la Asamblea Nacional, pues el gobierno de Maduro seguirá contando con los mismos aliados estratégicos y con los mismos enemigos irracionales. Esa oposición radical y auto marginada de la política interna, mantendrá el desconocimiento a los resultados, ajustados al guion que les ha impuesto Washington a ellos, a la Unión Europea y a la derecha regional. Resulta por demás irónico, que aquellos que señalan que el 31% de participación cuestiona la legitimidad de la elección, son los mismos que apoyan a un Guaidó que se autoproclamó presidente sin un solo voto electoral.
¿Y Guaidó? Bien, gracias»¦ viendo cómo agonizan sus últimos días de diputado y de presidente autoproclamado, pensando en autoerigirse presidente interino eterno. Su intención de extenderse en el cargo pudiera terminar pasándole factura al poco capital político y credibilidad que en algún momento logró. Su norte eventualmente será eso precisamente: el norte; en un retiro prematuro del cual le costará no poco trabajo regresar.
Ha sido este 6D en definitiva, la confirmación de que en la vida política venezolana el chavismo sigue siendo la fuerza mayoritaria y que los espacios que pretenda lograr la oposición, son posibles solo bajo el respeto a la Constitución y al derecho a la paz de sus ciudadanos. El 5 de enero de 2021 cuando asuma la Asamblea electa el 6D, se habrá cerrado un ciclo vergonzoso, que nunca más debe repetir la oposición; y se abre en cambio, un camino de futuros. «¡La lucha sigue!