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Celia: la más autóctona flor de la Revolución e historia de una labor infinita

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Celia: la más autóctona flor de la Revolución e historia de una labor infinita

Van dedicados estos discretos recuentos para Celia, en honor a los 100 años que cumpliría este nueve de mayo, recordada la fibra más íntima y querida de la Revolución Cubana. Como memoria perpetua, queda en la historia de Cuba la labor y personalidad de la más entrañable de nuestras hermanas, la más autóctona flor de la Revolución como la definiera Armando Hart.

El pueblo cubano de su generación y de estos tiempos la recuerda por su abnegada entrega junto al líder histórico Fidel Castro en los momentos que definieron el cursar de la nueva Cuba que se estaba forjando. Celia Sánchez Manduley, de alma pura y revolucionaria, irradiará perenemente como guía patriótica para los nacidos y quienes están por llegar a esta tierra.

A Celia se le conmemora por su fuerza y sacrificio inagotable, por su dulzura y sensibilidad humana, por su disciplina y lealtad, por su humildad y contacto íntimo con el pueblo, por su modestia y espíritu revolucionario. Manduley también significó un papel ejemplar a partir del primero de enero de 1959 con cada obra, planes y proyectos en los que trabajó y materializó.

Destaca como figura impulsora de legislaciones de seguridad social para la mujer trabajadora, y la incorporación de estas al estudio, el trabajo y tareas de la defensa. Además, se aseguró realizar la minuciosa tarea de localizar, organizar y preservar los documentos de la lucha revolucionaria. Gracias a su gestión, hoy día se conservan más de 70 mil archivos originales de la lucha revolucionaria en las bóvedas de la Oficina de Asuntos Históricos.

Trabajó por la conservación de lugares importantes vinculados con la lucha en la Sierra Maestra como lo es la Comandancia de la Plata, promovió la creación de pequeños museos históricos en cada uno de los escenarios claves de la guerra y de conjuntos monumentarios sobre acontecimientos y figuras relevantes de la Revolución. También veló por la construcción de las cabañas en los árboles del parque de la Güira en Pinar del Río, del centro turístico de Guamá en la Laguna del Tesoro y de la aldea Taína en la Ciénaga de Zapata.

La heladería que todo cubano conoce: Coppelia, en las céntricas calles de L y 23 del Vedado habanero, si bien Fidel fue su autor intelectual, fue Celia quien estuvo a pie de obra y además se hizo cargo de la selección del personal, del diseño y colores de los uniformes, la vajilla que se utilizaría y la presentación de los diversos platos. Amante del campo, la naturaleza y las flores, Celia ideó un espacio así para el habanero, de ahí su concepción general del Parque Lenin y acciones en trabajos voluntarios, plantaciones de bulbos de la mariposa y otras tareas.

No hay visitante que olvide su monumento a la entrada de ese parque, una muestra de agradecimiento a su gran labor. Como tampoco existe infante que olvide sus entrañables experiencias en la Ciudad de los Pineros José Martí en la playa de Tarará, también fruto de Celia la cual abogó por que el proyecto cobrara mayores dimensiones y abarcara el antiguo reparto residencial para las instalaciones del campamento. La huella constructora de Celia perdura en estos días y representa cúmulo de vivencias para los que fueron a las escuelas en el campo, la Lenin y demás vocacionales, el Palacio Central de Pioneros Ernesto Che Guevara, el campamento internacional de pioneros en Varadero, entre otras instalaciones.

Su amor, dedicación y entrega queda impregnado en cada uno de estos lugares y en las tradiciones cubanas que tomaron relevancia como lo fue con la introducción de platos cubanos que no se incluían en recepciones oficiales. Gracias a ella, comidas como el tamal en hoja y en cazuela, el casabe, el tasajo, la catibía y otras especialidades criollas servidas en cazuelas debarro, catauros de yagua y fuentes de madera o cerámica, fueron conocidas y degustadas por visitantes foráneos. De igual forma, fue ella quien impulsó a que jóvenes continuaran labores artesanales tradicionales, los asistió con la apertura de talleres y el aseguramiento de instrumentos y materias primas como yarey, güira, coco, carey, cerámica, cuero y semillas.

Debido a su pasión por la naturaleza, Celia fue impulsora en la producción de flores, y del desarrollo de jardines de cultivos de diversas especies como la mariposa. Por su quehacer, en Cuba se importaron semillas y además se lograron aclimatar muchas especies extranjeras. Motivo de su inspiración, las orquídeas y curujeyes, se emplean en la decoración de salones protocolares y el orquideario de Soroa cobró valor, todo gracias a su empeño. De la fauna autóctona cubana igualmente colaboró en la creación del Parque Zoológico de La Habana y del Zoológico Nacional, se encargó de la primera cría de cocodrilos en la Ciénaga de Zapata planteada por Fidel y experimentó en la reproducción de pericos y cotorras en la zona del Laguito.

De Celia es imposible recontar en tan limitadas líneas cada una de acciones y aportes a la Cuba de hoy, al internacionalismo, a la mujer cubana, al pueblo campesino y trabajador, a los niños y jóvenes; también anécdotas donde se percibía su dinamismo concreto y objetivo en reuniones y otras cuestiones de trabajo; su preocupación por todo el que le rodeaba como cuando iba de consulta a un hospital y aprovechaba la ocasión para preocuparse del personal médico y otras dificultades que podía presentar la institución sanitaria; su intransigencia ante lo mal hecho; la seguridad y firmeza con que defendía sus criterios; su desinterés por todo aquello que pareciera lujo u ostentación.

Celia, una revolucionaria inolvidable, «€œun ejemplo de mujer, de cubana, de luchadora, de revolucionaria, de fidelista, de comunista»€.

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