El primer maestro
Hay quienes nacen para enseñar, vienen con ese don a la tierra. Comienzan primero dando clases a las muñecas, luego a los niños del barrio y por último llegan al aula, espacio donde se sienten como en su casa. Y es que para ser maestro hace falta vocación, no es una decisión que debe tomarse mirando el número del escalafón o para rellenar las opciones de una boleta.
Ternura podría ser uno de los atributos de estas hacedoras y hacedores que desde las primeras edades tienen a veces que dar más de una palmadita en las nalgas, pero no para reprimir sino para adormecer a aquellos infantes que hacen interminables los mediodías.
Y luego llega la importante misión de formar a niños que aún no saben lo que es bueno o malo, lo que es cierto o incierto; y casi a ciegas pero de la mano de su maestra van caminando hasta encontrar la luz de las letras y los números.
Dicen que la universidad, llena de doctores y catedráticos termina de moldear la personalidad y el carácter, al dar tantos elementos y vías para desarrollarse como ser humano. Sin embargo, si bien importante es el punto final, más llega a serlo la letra mayúscula, porque sin ella nunca podría concluirse con éxito la oración.
Nuestro respeto en este día para quien se contenta con tan poco, con sólo poder decir que en su aula tuvo sentado a quien hoy es médico, abogado, ingeniero o periodista, y sólo solicita como premio que luego de tantos años, y a pesar de las canas o las arrugas te acuerdes de quien fue el primer maestro.
Para todas y todos los educadores de Caibarién y Cuba…»¡Muchas Felicidades!
Foto archivo CMHS