En TV, las máscaras y sombras de las violencias
Una nueva propuesta de la realizadora Elena Palacio nos pone a pensar y a sentir, en las noches de domingo, los vericuetos diversos, y muchas veces enrevesados, de las violencias con sus heridas y sus cicatrices. A propósito, conversamos con la creadora de Los gatos, las máscaras, las sombras.
¿Qué motivó la realización de esta teleserie?
“En cuanto a la motivación, creo que es uno de los temas que más me interesan desde que comencé a dirigir y a escribir en todo tipo de trabajo, lo mismo los que he escrito para mí que los que he escrito para otros directores. Es un tema con el que estoy familiarizada y que me parece importante, que debe estar en la pantalla, debe adoptar distintos enfoques, aristas, variedad de programas, pero me parece que debe estar ahí todo el tiempo tratando de recordar, incidir… Y bueno, como he explicado otras veces, además fue un encargo del canal Cubavisión, debido a mi familiaridad y a mi compromiso con este tema de las violencias”.
¿Las historias que se cuentan parten de casos reales o son totalmente de ficción?
“Las historias que cuento son ficción, pero también están inspiradas, en un mayor o un menor porciento, en casos, anécdotas o síntesis de varias anécdotas, casos, o síntesis de experiencias cercanas, de cosas que uno ha visto cerca, en amistades, en familia y en, por supuesto, un trabajo de mesa con la asesora especializada Ivón Hernán, que como tiene una larga experiencia acompañando a mujeres violentadas, pues tiene un anecdotario amplio. Yo no he construido ninguna historia basada en un caso específicamente, pero por ejemplo, el de Lisy, que cierra la serie y que transcurre por todos los capítulos, que es como este recuerdo doloroso que tiene esta doctora, quien representa en mi serie a todo el personal que se enfrenta a este trabajo, pues esta muchacha, que tiene un final triste, está inspirada en algo que me contó Ivón Hernán, mi asesora, y que después yo enriquecí con otras anécdotas y con otras situaciones.
“Uno va armando una historia de ficción apoyándose en lo verosímil de las cosas que escucha, que lee, que investiga, documentales, literatura… en fin. El caso, por ejemplo, del abuso sexual infantil, teníamos la referencia de algunos podcasts y de un documental específicamente, que, además, son historias casi todas muy similares, lo terrible es cómo se repiten en distintas culturas y en distintos países, cómo son tan parecidos los casos del abuso en la familia, el abuso sexual, cómo se repite, cómo se calla. Para mí fue, realmente, sobrecogedor”.
Elena Palacio
Coméntenos un poco sobre el elenco que participa en la serie…
“En cuanto al elenco, bueno, yo tuve a Daisy Quintana como esta doctora que, además de ser psiquiatra, trabaja en una consejería acompañando a mujeres en situaciones de violencia. Esta mujer transcurre por toda la serie con su vida personal también, alrededor de ella Rosalí Suen, que es su hija, Daniel Barrera, el novio de su hija, Luis Alberto García, un amigo de hace muchos años, psiquiatra también en la historia y que además tuvieron y vuelve a apuntarse la posibilidad de una relación romántica entre ellos.
“Están Laura Moras, Roque Moreno, Yenei Bejerano, Bryan Jardines, Mayra Mazorra, Ana Flavia Barrios, Pedro Díaz, Julio Cesar Ramírez, Zailin Carbonell, Paula Alí, Yudexy de la Torre, Jorge Luis de Cabo, Ana Gloria Buduén, Yessie Guridi, Jorge Martínez, Ary Fonseca, Delvys Rodríguez, Yeissy Zubiaur, Patricio Wood, Ayma Martínez…
“Hay otros actores invitados, actuaciones especiales y otros actores y actrices de reparto, son bastantes. Además, tengo un grupo de niños y adolescentes muy buenos que pertenecen al grupo de Massiel Dueñas y ella misma participa como actriz invitada”.
Daisy Quintana
Estos son siempre temas complejos ¿cómo desarrollar una propuesta verosímil, respetuosa de tan duras realidades, que aporte aprendizajes y, al mismo tiempo, con los códigos y atractivos esperados en una teleserie?
“Sabíamos, desde el principio, que nos íbamos a enfrentar a historias complicadas, difíciles por las temáticas que habíamos escogido. Digo sabíamos porque estábamos trabajando Ivón, esta asesora que no puedo dejar de mencionar siempre, yo misma como guionista y algunos amigos que convoqué para que co-escribiesen conmigo en base a lo que yo les iba dando como argumento. Fui muy cuidadosa en tomar el control de los hilos de las historias, pues el tema de la responsabilidad a la hora del tratamiento tanto desde el guión como desde la puesta en pantalla, era algo que tenía yo como norte, la delicadeza al acercarme al tema, el no saturar, no irme hacia visualizaciones excesivas de las violencias, el tratarlas, por ejemplo, desde la elixir, desde la banda sonora, lograr que tuviesen un tratamiento visual y estético no violento, paradójicamente, que en contraste puede ser, cómo decir, hasta intenso, porque crea esa paradoja que puede provocar en el espectador una emoción mucho más intensa, pero bueno, justamente también era eso, era apelar a la emoción, que me parece el arma básica y poderosa de la ficción, apelar a esa emoción con todos estos recursos visuales y, a la vez, tratar de no excedernos, de abordar las aristas necesarias.
“Por ejemplo, en el capítulo de la muchacha que muere, que es un tema candente, polémico y preocupante además, tratamos de mostrar el peligro de las relaciones de pareja que se vuelven absorbentes, posesivas y explicar por qué es, digamos, difícil moverse fuera de ellas; cómo el que está viéndolas desde afuera piensa; lo terrible de estos sentimientos posesivos, lo que pueden desencadenar y por qué están asociados, por lo general, con las actitudes de dominación masculina; no podíamos dejar de mostrar este tema, pero, a la vez, el tema del abuso infantil, que es tan sensible, estoy muy contenta con la manera en que lo tratamos, porque es una historia que transcurre con una aparente belleza, con un aparente misterio, como si fuese una historia de suspense hasta que se van desvelando las cosas de una manera, digamos, elixada, a través de la banda, porque sabíamos que eso puede ser doloroso y chocante si nos pasábamos la línea.
“Está el tema, por ejemplo, de la muchacha trans. En Chelo, así se llama, fuimos cuidadosos con la violencia seleccionada a mostrar, sabemos que las personas trans y las mujeres trans, sobre todo, tienen todo un espectro de terribles experiencias de violencia en diversos niveles, pero en el caso de llevar esto a la televisión cubana, nosotros escogimos una en concreto porque nos pareció más saludable, digamos, alertar sobre cómo no es posible dejar de mirar con gafas de sospecha las relaciones y las situaciones que se tejen alrededor de las mujeres trans porque siempre, siempre, va a estar latente la posibilidad de violencia incluso cuando aparentemente la vida de ella esté resuelta o en una aparente meseta de calma, de aceptación y de no conflicto, entonces, nos fuimos por esa vía, en un conflicto familiar que no tiene que ver con la aceptación, ni con salir del clóset, al contrario, este personaje empieza la historia en una familia que sabe cómo es, que tiene un sobrino que la adora, que se ocupa de ella como si fuera su madre, en fin, es otro desencadenante el que provoca que salgan estas sombras, y que se caigan las máscaras, por así decirlo, para aludir al título”.
¿Qué mensajes sobre la violencia le interesa transmitir con esta serie?
“Mensajes importantes, uno: el tema de las víctimas y de lo que puede ser una buena víctima, esa sensación falsa, terrible, peligrosa, de que existe una buena víctima en temas de violencia, una persona que, pobre, no se lo merece, y otras que sí se lo merecen porque la ropa que usaban, con quién andaban, cómo se comportaban. Es decir, ese mito terrible de la buena y la mala víctima, el terrible mito de la complicidad, del no meterse, del no mirar, dejar pasar porque no es asunto mío, porque entre marido y mujer… El hecho de que las violencias que ocurren en todos los estratos sociales, desmitificar la víctima como alguien de bajo nivel cultural, igual que el victimario como alguien alcohólico, de un estrato social bajo, esos eran mensajes importantes y, sobre todo, que es algo para lo que hay que estar alerta, que puede estar ocurriendo en tu propia casa, porque las violencias se enmascaran, se esconden, además son varias, son plurales y uno quizás está pendiente de algunas que reconoce fácilmente porque son, digamos, más escandalosas, más físicas, pero es fundamental aprender a reconocerlas todas, saber que es violencia, saber la importancia de los no, de los límites. Todos esos mensajes para mí son súper importantes y están ahí en la serie”.
No es la primera vez que sus audiovisuales se acercan a la temática femenina y también al tema de la violencia ¿es una intención como mujer creadora abordar estos temas?
“Por supuesto, es una intención mía de hace años y una intención que mantengo y mantendré. Yo digo que en los temas femeninos, incluso cuando uno está abordando los temas de pareja y está hablando de mujeres, es muy difícil para quien lo sabe reconocer no encontrarse con violencias, con microviolencias, por ejemplo, no saber que están ahí. Para mí es imposible leer un cuento con la idea de adaptarlo y no reconocer determinadas cosas relacionadas con el enfoque de género, con determinado tipo de violencia. Y bueno, sí, es una intención, es algo que marca mi trabajo y es con toda conciencia”.