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José Martí: Última carta a la madre 

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En la última carta que el hijo le escribe, está el resumen de ese amor y desespero. Es una carta que estremece a todos. Para Miguel de Unamuno, es la oración más bella de nuestra lengua

Sabemos que Leonor, madre de José Martí, siempre quiso a su hijo lejos de la lucha  por la independencia de Cuba. Le decía que el que se mete a redentor termina crucificado. En las cartas cruzadas entre ambos, el tema salía una y otra vez, por eso en la última carta que el hijo le escribe, está el resumen de ese amor y desespero. Es una carta que estremece a todos. Para Miguel de Unamuno, es la oración más bella de nuestra lengua:

Montecristi, 25 marzo, 1895

Madre mía: Hoy, 25 de marzo, en vísperas de un largo viaje, estoy pensando en usted. Yo sin cesar pienso en usted…

El largo viaje es el camino desde Montecristi, hasta las costas de Cuba. ¿O es el duro camino hasta la muerte? Es posible que se refiera a los dos caminos a la vez, como Dos Ríos que en un punto se abrazan.

No solo el hijo piensa en la madre, sino que lo hace sin cesar, sin descanso, en medio de tantas horas de lucha y de vigilia. …usted se duele, en la cólera de su amor, del sacrificio de mi vida; y ¿por qué nací de usted, con una vida que ama el sacrificio? Palabras, no puedo.

Es una pregunta difícil porque la vida de la madre ha sido el sacrificio, levantar a sus hijos, poner sobre la mesa el alimento, andar de una casa en otra, ver morir a dos hijas pequeñas, ir a buscar a su hijo a casa de Mendive bajo las balas del fuego español…Entonces Martí, vuelve con la carga de su dolor y el servicio de una ética que la madre no alcanza a comprender, por eso, porque es madre:

El deber de un hombre está  allí donde es más útil. Pero conmigo va siempre, en mi creciente y necesaria agonía, el recuerdo de mi madre.

Son dos amores inseparables, van dolorosamente juntos, como la sombra y la luz. Ya no se ve la dureza del Abdala que discute con Espirta, la madre en aquel poema dramático escrito a los dieciséis años. Ahora se nota esa ternura que habla del deber y de la presencia de su madre en la creciente y necesaria agonía ¿Y que es a agonía sino la lucha en una guerra también necesaria?

“Abrace a mis hermanas, y a sus compañeros. ¡Ojalá pueda algún día verlos a todos a mi alrededor, contentos de mí! Y entonces sí que cuidaré yo de usted con mimo y con orgullo”

Ese era el sueño de Martí, estar junto a toda su familia para cuidar de la madre que no ha podido proteger. De esa esperanza se infiere que el hijo no piensa en el suicidio. Quiere salir vivo de aquella guerra que ya inicia. Pero no puede ir ante el campo de batalla donde la muerte lo espera, sin antes pedirle algo a la madre:

“Ahora, bendígame, y crea que jamás saldrá de mi corazón obra sin piedad y sin limpieza. La bendición.  Su José  Martí”.

Esas bendiciones que pide y amorosamente da, son las mismas que aparecen en la carta escrita por el niño Pepe, a los nueve años desde Hanábana. Y ahora, como quien ya rema en un bote, se vuelve hacia atrás, y en el trazo de una posdata, le recuerda el hijo, dulcemente a la madre:

“Tengo razón para ir más contento y seguro de lo que usted pudiera imaginarse. No son inútiles la verdad y la ternura. No padezca”. Padece mucho la madre, pero no son inútiles la verdad y la ternura.

La madre de Martí, nació dos años antes de que se fundara la ciudad de Nueva Gerona, un desconocido pedazo de tierra a donde un día le echarían deportado por infidente, a su hijo primogénito, que escribe desde Montecristi, la carta más hermosa y terrible de un hijo que no puede morir, sin la bendición de su madre.

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