El envejecimiento poblacional implica más de un desafío
Si algo asegura Teresa Orosa Fraíz, presidenta de la Cátedra del Adulto Mayor de la Universidad de La Habana, es que debemos cambiar la forma en que pensamos, sentimos y actuamos hacia la edad y el envejecimiento.
En su elocuencia hay cierta calma, y sus pasos, que cargan 70 años de experiencia, son seguros. Teresa aún trabaja, y conversar con ella supone reconocer la vida activa y productiva de las personas adultas mayores porque, como expresa: «Envejecer con dignidad es un logro».
«La Cátedra del Adulto Mayor genera que las personas de este grupo etario tengan la vivencia de ser parte de un escenario educativo. Debemos mirarlo como un grupo en desarrollo y en calidad de los adultos que son», comenta, y reconoce que a través de la cultura se han afianzado algunos estereotipos que los estigmatizan. Por eso, la urgencia de cambiar el prisma.
«Ahora existe una generación de personas mayores con nuevas necesidades, porque han protagonizado muchos cambios en torno a la familia, las nuevas tecnologías, el sustento; cuando se jubilan no tienen recursos para cortar esa continuidad, y surgen otros requerimientos en un nuevo contexto».
Es por eso que el envejecimiento poblacional deviene reto para el país y se precisa prestar mayor atención a las necesidades emergentes de este grupo etario.
CAUSAS DE UNA TRANSICIÓN
Solo basta observar bien a nuestro alrededor para distinguir el marcado envejecimiento de la población cubana. El país envejece aceleradamente, y según expertos del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad de La Habana (Cedem), es un proceso irreversible, cuya única solución sería una elevada tasa de fecundidad.
De acuerdo con las cifras ofrecidas por la Oficina Nacional de Estadística e Información (onei), el 24,4 % de la población tiene 60 años y más; y las provincias de Villa Clara, La Habana y Sancti Spíritus son las más envejecidas, por lo que este fenómeno exige responder a cómo articular el proceso de desarrollo del país con el elevado índice de envejecimiento poblacional.
Para Juan Carlos Alonso Fraga, vicejefe de la onei, envejecer no es más que el «triunfo de la vida sobre la muerte». En la Mayor de las Antillas, en la que existe hoy un bajo crecimiento de la población, se pronostica para 2030 llegar a un 30 % de los habitantes con 60 años y más.
En ese sentido, Antonio Aja Díaz, director del Cedem, en su diálogo con Granma, añade que ese envejecimiento es el cambio sostenido en la estructura por edades de la población: disminuye la población de 0 a 59 años, y la única que aumenta es el porcentaje de personas con 60 años y más.
Sus causas fundamentales se sustentan en el comportamiento reproductivo de la pareja. La mujer, antes de terminar su ciclo, necesitaría concebir dos hijos, uno de ellos mujer, para mantener la reproducción.
Pero Cuba está por debajo del nivel de reemplazo desde 1978. No se alcanzan dos hijos como promedio; un proceso que se interrelaciona con disímiles factores objetivos y subjetivos, y que se extiende en las generaciones, comenta.
Además de lo anterior, incide la pérdida de población por la migración, que puede ser desde las zonas rurales hacia la ciudad o hacia el exterior del país. «Cuando las personas migran se mueve generalmente población joven, se emplean capacidades productivas y reproductivas, y esto repercute en la estructura por edades, porque disminuye este grupo».
Sin embargo, entender el envejecimiento como un signo nocivo para la sociedad sería negar el ciclo de vida natural de las personas y reducir la coexistencia de saberes y experiencias transmisibles que se inscriben en la nación. Faltaría entonces percibirlo como un reto en cuanto a la reorganización estructural de la sociedad.
DESAFÍOS DEl ENVEJECIMIENTO
Una de las sentencias legitimadas por los años de experiencia de Antonio Aja, es que el envejecimiento no se debe combatir ni enfrentar, sino atender, «porque un país con un cuarto de la población envejecida es más complejo de maniobrar».
A su juicio, esto trasciende en una economía envejecida, porque existe menos población económicamente activa y más para brindarle asistencia en materia de servicios de salud, calidad y confort de vida.
«Este proceso moviliza, también, los recursos en las provincias y territorios; por ende, implica reconocer las necesidades que existen en el Sistema de Atención a la Familia, por ejemplo. De igual forma, tiene incidencia en las matrículas educacionales, porque si se revisan las estadísticas, estaremos viendo que disminuye la población en edades para ingresar en los primeros niveles, y las estrategias de desarrollo económico deben tomarlo en consideración para determinar las necesidades que hay, cuáles no se van a poder cubrir y cómo se hará», detalla Antonio Aja.
En ese contexto, otro desafío en el cual se avanza rápidamente es en la organización del Sistema Integral de Cuidados para la Vida, sobre la base de los derechos y los deberes de quienes son objetos de cuidado y de quienes cuidan.
Además –puntualiza el académico– aunque en el Código de las Familias se resguarda a diferentes sectores sociales y se reconoce el nivel de crecimiento que hay en la población, lo importante es hacerlo aplicar.
Al respecto, Rachel Lambert Correoso, investigadora del Cedem, comenta sobre la importancia de crear entornos amigables para este sector de la sociedad. Advierte que, si bien es cierto que el país presenta una situación económica compleja, con dificultades para la inversión en infraestructura, se pueden concebir espacios para que esas personas tengan un envejecimiento sano.
«Una vez que las barreras de infraestructura no estén, aumentará la participación activa del adulto mayor. En nuestro contexto se traduce en áreas verdes, zonas comunes que faciliten la interacción social y puedan disminuir el sentimiento de soledad, y trastornos depresivos que son muy comunes en esas edades», añade.
Antonio Aja coincide y argumenta que es vital que la sociedad se acostumbre y nos eduquemos en la convivencia. «El envejecimiento exige trabajar y fortalecer la educación, la cultura de las personas, el sentido del respeto a lo ajeno y, por supuesto, las generaciones de ambas partes tienen que ceder y reconocer los derechos de los demás».
Rachel Lambert abunda en el aporte de experiencias y conocimientos acumulados que ellos proporcionan: «Fomentan la cohesión social, la transmisión de valores culturales. En muchos casos son la columna vertebral de la familia y ejercen también el rol de cuidado o gestión del hogar».
Por eso, Teresa Orosa habla sobre la diversidad y singularidad que tiene cada persona. Bien sabe que las expresiones edadistas, esas que encierran ciertos estereotipos que muchas veces invalidan al adulto mayor, están latentes en la cultura y se pueden combatir, «porque no solo somos un tema de estudio, sino que hay que acudir al individuo como parte del proceso, y tener en cuenta las diferentes voces».
En ese orden, existe un gran camino por recorrer, en el cual confluye, según Antonio Aja, el respeto al descanso, que la persona sea condescendiente con la otra si necesita ayuda; además de reconocer la necesidad de los jóvenes e invertir en ellos, para que estos sean los protagonistas del desarrollo.