Para comprender el papel de la UNEAC
De lo que se trata cuando hablamos de la UNEAC es de que la organización sea el referente bajo el cual se fogueó la cultura de este país
La Unión de Escritores y Artistas de Cuba es una organización vanguardia de la cultura. Allí se está porque la tradición de pertenencia procede de las grandes figuras que hicieron un país desde la obra, desde la irreverencia y la resistencia. Eso es lo que le otorga entidad a un grupo de intelectuales nucleados en torno al sentido de la pertenencia y al poder de la palabra, la imagen, la sombra.
Cuba requiere de la poesía para afianzar los procesos que acompañan a la construcción de su destino y por ende hay que privilegiar la asunción de códigos cada vez más acabados y complejos en el área de la creación. Ello, sin la UNEAC, no será jamás posible.
Conozco a miembros de esa organización desde hace años y he militado en la Asociación Hermanos Saíz, sé de las incomprensiones de las instituciones hacia los creadores y también de la sinergia vigente en muchos contextos en los cuales la cultura posee protagonismo; pero lo que sí hay que resaltar es la necesidad de la articulación de los creadores sobre un proyecto y una política cultural que sean coherentes.
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Cada congreso que se ha hecho, desde que existe la UNEAC, ha sido para impulsar la transformación cultural del país y con sus matices se ha logrado que Cuba avance por ejemplo en el reconocimiento a los derechos del artista a la otredad, a vertebrar un discurso estético que no sea monolítico, sino que aporte entidad y diversidad a nuestro proyecto de país.
La UNEAC no se ha callado cuando entiende que hay elementos que no van en la línea de la realidad de los artistas y si bien no siempre se ha sido certero en los requerimientos, hay que resaltar la labor comunitaria, de integración a los procesos y a las dificultades de la cotidianidad. Y es que la organización gremial no solo atiende la creación, sino los significados sociales, la movilidad de los conflictos y la resonancia que eso tiene hacia el interior de los proyectos personales.
No obstante, todo no es positivo. A la UNEAC hay que señalarle que no ha tenido la necesaria renovación en sus bases ni la relación crítica más profunda con las instituciones. También, que, en su elitismo, a veces no existe un diálogo entre la organización y los fenómenos de la cultura de masas como el consumo y por ende no se da la vital retroalimentación que sería necesaria para asumir códigos de comportamiento y de ética a nivel social.
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No podemos dejar que este grupo tan importante esté en su panteón de figuras y no establezca una postura horizontal en la cual se haga vigente el ejercicio de la crítica cultural como elemento que jerarquice el arte y le dé una dimensión realista, útil, integrada. Por ende, la UNEAC, más que una organización está llamada a un activismo en el cual el buen gusto y el papel del intelectual sean los meollos de su existencia. No queremos una organización que se duerma en su pasado ni en las conmemoraciones, sino una que de forma activa haga del presente un espacio para la transformación de aquellas cuestiones que desde las artes pudieran poseer una dimensión concreta, existencial.
No es que haya que dejar de lado el refinamiento, ni las tertulias literarias ni las cuestiones más elevadas; al contrario, la UNEAC tendría que saber como llenar los espacios en los cuales el pueblo pierde el gusto por esas cosas; debería enamorarnos siempre de la creación y estar de manera transversal en los procesos de cambio y de intervención en las comunidades más vulnerables.
Esa organización que surge del pueblo y para el pueblo posee la misión de nunca irse de los márgenes de ese pueblo. Y aunque parezca una reiteración, no siempre se ha cumplido eso, y muchos artistas van a la UNEAC para el beneficio de capillas y de oportunidades. Y no está mal del todo, solo que el sentido de lo social, de lo colectivo, deberían ser los ingredientes per se del gremio, las razones de existir de los intelectuales.
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En resumidas cuentas de lo que se trata cuando hablamos de la UNEAC es de que la organización sea el referente bajo el cual se fogueó la cultura de este país durante décadas. Solo eso se les pide a los artistas e intelectuales de una vanguardia que posee los ingredientes necesarios, pero que en las últimas instancias temporales ha perdido quizás empuje y no ha sabido montarse en los mecanismos más esenciales de lo que significa nuestro país como identidad y como fuente de cultura hacia el mundo.
Se trata de ir más allá del gremio y de construir una realidad desde el refinamiento que sea a la vez accesible para todos y que no caiga ni en la vulgarización de la cultura, ni en vender las esencias de las cuales provenimos.