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Llevan todos tu nombre, Fidel

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Tuve en mis manos, hace unos cuantos años ya, un ejemplar del libro Como techo el cielo, un empeño precioso con ilustraciones para niños, de un discurso de Fidel a los pioneros. En ese discurso, el Comandante hablaba sobre lo importante que es a cada rato dormir al aire libre, estar en contacto con la naturaleza… tener como techo el cielo. Y así, de manera sencilla y atractiva, los pioneros también leíamos un discurso de aquel padre mayor que nos dejaba a cada rato ponerle una de nuestras pañoletas. El que nos acompañó a los palacios de pioneros, a los campamentos de exploradores, y a los que el grupo Ismaelilo le cantaba una hermosa canción que tenía estos versos:

«Corazón que reclama los sueños

Para hacer una fiesta mejor

Convirtiendo los años vividos

En eternos mensajes de amor.

Si compartes mi oculto secreto

Te diré que esta fiesta es de él,

Una fiesta de todos los niños,

Los que saben querer su corazón

Pues su vida es un sol repartido

En las notas que hacen mi canción».

La relación de Fidel con los más pequeños tiene raíces en su familia, sus amigos, en su condición de padre… pero, sin duda, los niños de la Sierra Maestra, aquellas montañas olvidadas que fueron escenario de la lucha insurreccional, están entre sus motivos más poderosos para hacer la Revolución. Hay imágenes de Fidel en las montañas, durante la guerra, compartiendo con pequeños muy pobres, algunos apenas sin ropas, sin zapatos, tímidos, y él los contemplaba con mirada decidida a mejorar su suerte, de honrar la sentencia de José Martí de que ellos son la esperanza del mundo. Y así fue. Para ellos, la Ciudad Escolar Camilo Cienfuegos en el Caney de Las Mercedes, la salud, el deporte, la alimentación, los juguetes lanzados desde aviones para que perdieran el temor a aquellos pájaros de hierro que hasta hacía muy poco les lanzaban bombas. La imagen del niño Orestes Gutiérrez, fallecido a causa del bombardeo de la tiranía a Cayo Espino en abril de 1958, nunca se borró de la mente de Fidel.

Por eso, para los niños de la Sierra se encargó, junto a Celia, de ofrecerles todas las oportunidades. Algunos, incluso, vinieron a la capital a vivir y estudiar cerca de ellos. Muchos proyectos para los niños soñó Fidel con la Revolución, abarcadores desde el llano hasta inmersos en las líneas de trabajo de un Plan Turquino Manatí cuyo objetivo es atender a los pobladores de la montaña que nunca fueron atendidos, y que en la hora decisiva abrazaron a los rebeldes y combatieron junto a ellos. 

Las escuelas de deporte, de arte, las escuelas para niños muy especiales… siempre estuvieron presentes en la concepción de Fidel de la sociedad, como pioneros, es decir, tesoro y eslabón primero del camino del hombre
del socialismo, del hombre nuevo. A ellos, desde la Organización de Pioneros José Martí, Juegos Escolares —en un sistema deportivo que impulsó y que nos dio los mejores resultados de la historia—, hasta congresos pioneriles, convertidos en una gran fiesta en la que los más pequeños le explicaban sus preocupaciones, deseos escolares, de recreación, de todo tipo.

Por eso siempre para él los abrazos desde el arte, la medalla, los concursos, y desde el primerísimo círculo infantil; desde el corazón de las generaciones que crecimos con él y que tenemos que defender el amor suyo que acompaña al futuro también.

«Estos años de lucha y de gloria

Llevan todos su nombre, Fidel.

Pues los hombres que hacen la Historia

Cumplen años cada amanecer.

Y si en versos pudiera expresarle

La profunda razón de mi ser

Le dijera que en mi ala de infante

No quisiera tener un modelo mejor

Que el que usted, con razón, Comandante,

Ha sembrado en nuestro corazón».

Siempre joven

Va Fidel al frente de la columna de
jóvenes que subirán al punto más alto de Cuba, al Turquino. Es 1ro. de enero de 1960 y regresa a recorrer la Sierra por primera vez después de la guerra, ya que durante la firma de la Ley de Reforma Agraria no tuvo tiempo de hacerlo.

En esta ocasión, lo acompañarían 300 jóvenes y 90 muchachas, así como algunos guerrilleros, para probar la preparación de las milicias estudiantiles de la Brigada José Antonio Echeverría. Luego de una recepción en el Palacio Presidencial por el primer aniversario del triunfo de la Revolución, salió Fidel directo al tren donde lo esperaban eufóricos los muchachos: viajarían juntos y subirían al Turquino con el jefe de la Revolución.

Durante el viaje, pocos durmieron, pues Fidel iba contando historias de la guerra. Luego de llegar a Yara, continuaron el trayecto en camiones hacia la Sierra. Los días que duró el recorrido, pasaron por las obras de la Ciudad Escolar Camilo Cienfuegos y por otros lugares de relevancia en la guerra como Vegas de Jibacoa, Aguada de Lima y Altos de Mompié. Los acompañaban además reporteros, que fueron narrando día a día el trayecto al periódico Revolución.

El día 6 de enero, pasada la una de la tarde, llegaron a la cima del Turquino. Allí, entre varias actividades, pasaron lo que restaba de día y la noche. De regreso, el día 7, bajaron por la ladera santiaguera del Pico, y Fidel se encontró con Raúl Castro Ruz, quien por esos días también había dado un recorrido con un grupo de jóvenes de Oriente.

Así, la Revolución hecha por jóvenes preparaba a otros más jóvenes para las futuras batallas. El primer año de la Revolución de aquel grupo junto a Fidel fue una experiencia que se repetiría en otras ocasiones y graduaciones, y luego se multiplicaría en visitas a las zonas, en las organizaciones juveniles y estudiantiles que fueron creándose para que el futuro esté garantizado.

A lo largo de seis décadas de Revolución, Fidel ha estado siempre como guía de los jóvenes, acompañándonos igualmente en congresos, marchas de las antorchas, trabajos voluntarios, inauguraciones de centros recreativos y artísticos, Joven Clubs, depositando confianza y creando nuevos espacios para el estudio y la superación de los que por alguna razón no lo habían conseguido. Siempre trató de estar cerca, porque nunca dejó de sentir la osadía, la rebeldía de la juventud, y fue en diálogos con los jóvenes donde también hizo análisis trascendentales para el futuro. 

Y así, entre niños y jóvenes, está Fidel. Su imagen sigue siendo queridísima para nosotros y deberá serlo para quienes por una cuestión del tiempo no le conocieron, pero le conocerán, pues deberán saber que muchas de las alegrías que acompañan nuestra cotidianidad juvenil o infantil llevan su impronta como líder de una generación de eternos. Ellos, como nosotros, supieron asumir el reto de su momento histórico y vencieron. Nosotros, por ellos y por el futuro de nuestros hijos, también venceremos.

El natalicio 98 de Fidel sigue celebrándose en cada espacio donde un pionero sonría y donde haya un joven escalando lomas, ganando una medalla para la patria, investigando, trabajando y, sobre todo, en quien sea capaz de sentir cualquier injusticia en cualquier lugar del mundo, defienda su patria en los nuevos campos de batalla contra el imperialismo y esté dispuesto a construir el futuro de la patria soberana. Por eso nos sigue hablando, sigue presente y señalando el camino. Nosotros, los de la generación de su centenario, defenderemos sus ideas y su obra.

«Y nosotros sabemos que esta juventud será revolucionaria, sencillamente porque creemos en la Revolución, porque tenemos fe en las ideas revolucionarias, y porque sabemos que esas ideas se ganarán el pensamiento y se ganarán el corazón de esta juventud».

Fidel en discurso del 13 de marzo de 1962.

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