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Día Mundial de los Pueblos Indígenas: respeto y admiración por un saber milenario

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No son una curiosidad, algo para señalar desde lejos y asombrarse. Los pueblos indígenas, cuyo Día Internacional se celebra hoy, constituyen  una necesidad y ejemplo para el mundo.

Sus saberes y prácticas ancestrales resultan, mayoritariamente, un ejemplo de protección al planeta y de convivencia en estos tiempos en que los robots humanoides y la IA andan descolocando viejos credos y expectativas.

Hoy, cuando las confrontaciones armadas, las tenciones mundiales y la violencia se enseñorean, los pueblos indígenas con su concepción del Buen Vivir muestran la posibilidad para construir en colectivo y desde el respeto una nueva forma de organización de la vida  a partir de la sustentabilidad, la solidaridad y la reverencia a la dignidad humana.


Foto: tomada de educo.org

La población indígena global suma en el presente 476,6 millones repartidos en 90 países. De ese total,  más de la mitad son mujeres y 52,2 millones viven en América Latina, de acuerdo con estimaciones de la ONU.

Su cosmovisión del mundo igual los ha erigido en los principales guardianes de los bosques del mundo, donde han asegurado la conservación del 80% de la biodiversidad a la vez que esos bosques en los que habitan tributan un tercio de la solución al cambio climático.

Este Día Internacional de los Pueblos Indígenas se concentra en la «Protección de los Derechos de los Pueblos Indígenas en Aislamiento Voluntario y Contacto Inicial» de acuerdo con el sitio oficial de la ONU.

Suman alrededor de 200 los grupos de pueblos indígenas que hoy viven en aislamiento voluntario y contacto inicial. Su existencia discurre en remotos e inaccesibles bosques, abundantes en recursos naturales y ubicados en Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, India, Indonesia, Papúa Nueva Guinea, Perú y Venezuela.


Foto: tomada de eltercerplaneta.com

En este mundo hiperconectado han escogido vivir así, apartados, preservando sus culturas y dedicándose a la recolección y la caza.

Como mantienen una dependencia del entorno, cualquier cambio en su hábitat puede ponerlos  en riesgo. En consecuencia, enfrentan actualmente rudos desafíos que, paradójicamente,  llegan a ellos de la mano de los avances tecnológicos y también de la globalización.

El egoísmo, las ambiciones de los grandes consorcios y el irrespeto a la diversidad han condicionado que  la agricultura, la minería, el turismo… tributen a la deforestación y destrucción en general del entorno que habitan estos pueblos y al que han protegido por generaciones.


Ritual de agradecimiento a la Madre Tierra de los pueblos náhuatl. Foto: tomada de masnoticias.mx

Tal degradación de los bosques y su deforestación es para ellos sinónimo de desnutrición, incremento de enfermedades, emigración e, incluso, la desaparición de toda una comunidad. Sucede que la tierra que habitan, a la cual confieren carácter sagrado y vida propia, les ofrece alimento, medicina, vestimenta, combustible, techo, todo lo necesario para la subsistencia; de ahí su respeto y amor por ella.

A los pueblos indígenas les asiste el derecho a su autonomía, amparado por la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, pero a pesar de ello, el derecho a la libre determinación de esas comunidades aun es violentado, según ratificó el Foro Permanente para las Cuestiones Indígenas de la ONU en sesión del pasado abril.


Foto: tomada de PL

A tal punto han sido desconocidos ciertos derechos de los pueblos indígenas en general, que el año pasado la etnia wet’suwet’en, radicada al pie de las montañas nevadas de la costa occidental de Canadá, se vio precisada de recurrir a los tribunales para obligar a medidas gubernamentales que redujeran las emisiones de gases de efecto invernadero que están condicionando.


Celia Xakriaba, congresista indígena, en una sesión del Tribunal Supremo de Brasil. Foto: Mateus Bonomi  / Agencia Andalou

Es solo uno de los tantos ejemplos, pero el accionar más importante será continuar reivindicando los derechos de estos pueblos, aprender de ellos, que desde lo más puro de las raíces, andan dando a todos una gran lección de vida, ajenos a esa “cultura del envase, que desprecia el contenido”, esa en la que el funeral importa más que el muerto y la boda más que el amor, al decir del gran Eduardo Galeano.

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