Día Mundial de los Faros
Cada 7 de agosto se celebra el Día Mundial de los Faros, con la finalidad de reconocer y divulgar su importancia en la señalización marítima.
El cíclope de La Habana
Con un silencio lapidario, sin decir ni esta piedra es mía, ha aceptado ser de los más fotografiados en Cuba, al punto de aparecer en postales, carteles, medallas, camisetas, latas de refresco y en cuanto soporte se imagine.
A él se han referido poetas, narradores, cineastas, dramaturgos, pintores y hasta humoristas.
Y como hoy también es su día, decidió hacerse escuchar. El faro del Morro de La Habana, dialoga en exclusiva con CubaSí a propósito del Día Mundial de los Faros.
-¿Cuándo usted empezó a alumbrar las noches y aguas de La Habana?
-No por gusto los cubanos dicen eso de “más viejo que el Morro”. Imagina que ese primer comienzo fue en 1764. Cuando aquello yo era una torre de 10 metros de altura, hecha de cal y canto, para que mi luz se encendiera utilizaban leña como combustible. Pero como de aquello solo queda el recuerdo, es a partir del 21 de junio de 1845 cuando se considera mi nacimiento, con 45 metros sobre el nivel del mar, y en esa ocasión me hicieron con un fuerte material de sillares y gruesos muros de siete pies y medio en mi base. Tuve que esperar a 1945 para que electrificaran mi sistema de alumbrado, cuya luz tiene un alcance de 18 millas náuticas con dos destellos cada 15 segundos.
-¿Cómo se describiría ante alguien que no lo conoce, digamos en una conversación por WhatsApp, Facebook, o mejor, en uno de esos sitios para encontrar pareja?
-Quieren encontrar pareja quienes se sienten solos. Y, aunque parezca que estoy aquí muy solo frente a la inmensidad del mar, soy símbolo de más de once millones de cubanos. Cuando se tiene tanta historia no hay soledad. Incluso, frente a la embestida de los ciclones y huracanes –que no han sido pocos en tantos siglos-, tampoco me siento solo, la resistencia y fortaleza de los habitantes de esta Isla me acompaña entonces.
“Pero si de todas formas quieres que te hable de mí, de mi interior, apunta que en el interior de mi torre una escalera de caracol de 170 peldaños conduce a mi enorme faro, desde el cual, allá arriba, es inigualable la vista que se tiene de la ciudad, sobre todo del Centro Histórico de La Habana Vieja.
Mi torre cilíndrica, de 25 metros de altura y 5 metros de diámetros, cuenta con cuatro ventanas para permitir la entrada del aire y la luz. Está rematada por una cornisa con balaustrada de hierro, base donde se apoyan la linterna y la cúpula. Mi dirección es: extremo oeste de la entrada a la bahía de La Habana en la Isla de Cuba, fortaleza de Los Tres Santos Reyes Magos del Morro, en el saliente geográfico conocido como el Morro.
-¿Qué recuerdos guarda de sus orígenes?
-Fue el Capitán General Iván de Texeda quien llegó a La Habana en año 1789 con la instrucción especial del rey de España de levantar un sistema de fortificaciones que protegiera a la ciudad y la obra del Castillo del Morro a un ingeniero militar venido desde Italia: el arquitecto y constructor Juan Bautista Antonelli.
“Pero en el sitio donde estoy, desde el siglo XVI se encendían fogatas de leña para orientar los navíos en su entrada a puerto con la ayuda de un servicio de vigías sobre todo presto a avistar naves enemigas.
“Al ver cuánta utilidad tenían estas fogatas, el gobernador Diego de Mazariegos más adelante decidió perfeccionar dicho servicio con la construcción de una torre de mampostería. De ella su existencia existe justificación documental anterior al año 1563.
“Luego de la toma de La Habana por los ingleses en 1762, la torre quedó muy dañada y su función desapareció. Un año después, fue reconstruida y ya en 1765 apareció como fanal. En esa época todavía utilizaban leña para el alumbrado, que era incierto y de escaso alcance.
“Por eso, a finales del siglo intentaron mejorarlo, pero las pruebas fueron infructuosas. En 1819 se utilizó el aceite y ahí sí los resultados fueron buenos. No por gusto aseguran que en mis bodegas se guardaba el aceite de ballena para encender el faro, según cuenta Eusebio Leal, mi sempiterno amigo, quien precisamente en uno de sus textos hermosamente me llamó como cíclope, aludiendo a mi único ojo de luz.
“En 1945 se firmó un contrato los trabajos de fabricación de la óptica del faro del Morro y el propio Agustín Fresnell inspeccionó la obra, certificando lo que resultó uno de los faros mejores de su época, al punto que ese año se exhibió su modelo en Exposición de París.
“Para inaugurar aquel avanzado faro, bautizado como “Faro O’Donell”, hicieron grandes actos, que coincidieron con la colocación de la primera piedra y no con su encendido, que tuvo lugar por primera vez a las 19:30 (hora local) del 24 de julio de 1845, en coincidencia con el cumpleaños de la Reina de España.
“Las horas de encendido y apagado se fijaron, por acuerdo de la entonces Junta de Fomento, en 40 minutos después de la puesta del sol y 40 minutos antes del amanecer. En 1945, se electrificó todo el sistema de alumbrado del Castillo del Morro, incluyendo el faro”.
-¿Qué puede decir en un día como hoy a los lectores de CubaSí?
-Bueno, desde aquí, desde el Parque Histórico Militar Morro-Cabaña como en la actualidad le llaman, formado por el Castillo del Morro junto con la Fortaleza de San Carlos de la Cabaña, puedo decir que desde la cúpula octogonal de metal y cristales de mi faro, además de guiar a embarcaciones y aeronaves, he visto muchas cosas que me hacen sentir con motivos sobrados para seguir resistiendo a pie firme cualquier huracán por llegar.