Invertir en Cuba, una apuesta por el bienestar futuro
Sobre el proceso inversionista en Cuba, Vanguardia conversó con el Dr. C. Inocencio Raúl Sánchez Machado, profesor titular del Departamento de Economía de la UCLV y un profundo estudioso del tema.
¿Existe desarrollo económico y social sin inversiones? ¿Qué sectores conviene priorizar? ¿Puede la mala administración echar por tierra un proceso inversionista? ¿Cuánto estamos dispuestos a sacrificar hoy para incrementar el consumo de mañana? ¿Depende ese sacrificio solo del bolsillo propio o podemos recurrir al ajeno? ¿Por qué no hacer partícipes a los cubanos de la diáspora de esa búsqueda del progreso en el país? ¿Cómo hacer frente a la guerra económica que se nos hace? ¿Son suficientes los mecanismos para el control y la participación popular en la gestión pública del proceso inversionista?
Muchísimas interrogantes surgen en torno a las inversiones en Cuba, y a la provocación de Vanguardia responde el Dr. C. Inocencio Raúl Sánchez Machado, profesor titular del Departamento de Economía y coordinador del programa de Doctorado en Ciencias Económicas en la Universidad Central «Marta Abreu» de Las Villas (UCLV).
Consagrado a la docencia y a la investigación desde la academia, estima más fácil el ejercicio de la opinión para quien observa desde la distancia el juego de ajedrez que para los contendientes con un tablero de por medio. Aunque prefiere sentar el criterio sobre bases científicas, la dedicación al estudio del proceso inversionista desde 1989 y la reciente vinculación con el Gobierno Provincial de Villa Clara para prestar asesoría experta le otorgan total autoridad en el tema.
—¿Qué importancia adquieren las inversiones para las economías en general?
—Las inversiones resultan un componente de la actividad económica indispensable para cualquier país, si se aspira a un estadio superior en materia de creación de bienes y servicios, y al logro de indicadores relacionados con el progreso, la prosperidad, la mejora para todos los individuos, empresas e instituciones que forman una sociedad.
«Sin inversiones no podemos hablar de un esquema de reproducción ampliada en la economía. Tendríamos siempre el mismo “pastel de cumpleaños”, y el objetivo es que este crezca en tamaño y que, a la hora de distribuirlo, no haya que penalizar a unos para mejorar a otros de manera sistemática, sino que se pueda incrementar la cuña correspondiente a cada uno de los individuos.
«Las inversiones son claves para que una economía progrese, se modernice, para que aumente la productividad del trabajo, los recursos ociosos se empleen de forma productiva, las personas aprovechen mejor su tiempo y tengan más posibilidad de descansar.
«Está demostrado que solo aquellas economías con altas tasas de inversión logran un dinamismo económico superior. Sin embargo, con ello no basta. Si una vez concluida la inversión, la administración de los recursos que se ponen en explotación no es eficiente y la toma de decisiones no cumple los objetivos del progreso, la innovación y el desarrollo, se habrá desperdiciado el esfuerzo.
«Invertir significa un sacrificio de bienestar en el presente con una expectativa de consumo futuro incrementado. Por ejemplo, si de una cosecha de arroz usted decide dejar de comer una parte para sembrarlo, está sacrificando el consumo en ese momento, con el objetivo de que esa semilla germine y produzca más para después.
«Pero si usted invierte hoy, y mañana administra, distribuye, almacena mal y no preserva ese recurso, al final la cadena de valor se interrumpe y no habrá valido la pena una alta tasa de sacrificio presente o un elevado nivel de inversión».
—¿Y en el caso de Cuba?
—Nuestro país, subdesarrollado en el orden económico y con señales de retroceso en algunas conquistas sociales, muestra una característica históricamente reconocida por los estudios empíricos en el mundo: cuando tiene un determinado nivel de ahorro, tiende a consumir más en el presente, porque experimenta un déficit de consumo y le cuesta mucho desarrollar la capacidad, incluso, psicológica de decir: «a pesar de que no me alcanza la producción, debo sacrificar una parte para pensar en un bienestar futuro». En general, en las naciones pobres se da una disposición marginal a consumir mucho más en el presente, debido al déficit de consumo.
«Para Cuba resulta muy importante ganar en conciencia sobre la necesidad de invertir, hacerlo con eficiencia, y eso no siempre lo ha logrado la economía cubana. Nuestra tasa de acumulación —valor que expresa cuántos centavos se destinan a invertir por cada peso que se produce— es mucho más baja que el promedio de la de los países de América Latina. Hasta el 2021, la tasa de acumulación del continente estaba cercana al 20 % y la de nuestro país rondaba el 11 %. No estamos sacrificando suficientes recursos en el presente para tener un consumo futuro incrementado.
«Claro, resulta muy fuerte pedirle sacrificio al pueblo. Ese sacrificio hay que demandarlo a cada cual, según su capacidad de ingreso, y la financiación de la inversión no puede ser igualitaria. No se les puede solicitar el mismo sacrificio a personas que tienen estándares de consumo más elevados que a las que afrontan un estado de vulnerabilidad. El sacrificio es de nación, pero los fondos para ello se obtienen de manera diferenciada y eso hay que seguirlo perfeccionando también.
«Invertir en la economía cubana se complejiza aún más, porque hay que tomar en cuenta la condición de fortaleza sitiada. Muchas veces la adquisición de instalaciones, equipos, insumos, está mediada por la dificultad para acceder a determinados mercados o a fuentes de financiamiento. Por lo tanto, cualquier proceso de inversión tiene que dotarse de mucha más capacidad organizativa que el promedio del resto de los países subdesarrollados del mundo. De ahí la importancia de que los actores que intervienen en el proceso inversionista lo hagan con la mayor eficacia y eficiencia posible».
—¿Cómo lograr en Cuba una gestión eficaz, eficiente y sostenible del proceso inversionista?
—Aquí hay varios conceptos. La gestión consiste en la capacidad de administración operativa y estratégica, un aspecto crucial en el cual queda mucho por demostrar todavía en todas las estructuras de la sociedad cubana.
«Que esa gestión sea eficaz implica cumplir los objetivos previstos; la eficiencia depende de la posibilidad de conseguir la mayor productividad, el más bajo costo posible o la combinación de ambos, y para que sea sostenible hay que lograr que lo alcanzado no se deteriore con el tiempo.
«Nosotros somos muy dados a obtener grandes resultados, y después no logramos sistematizar procesos, organizar el trabajo, operacionalizar, de manera rítmica, cadenas de abastecimiento o comercialización, y peor aún, hacemos inversiones que comprometen a las futuras generaciones, por excesos en la explotación de un recurso natural no renovable, en la financiación tomada a préstamo sin capacidad de devolverla, y como consecuencia de una mala administración operativa o una errónea visión de futuro, el niño que nace lo hace con una deuda de la cual no es responsable».
—¿Con qué fortalezas contamos y cuánto nos falta para lograrlo?
—A mi juicio, constituyen fortalezas tener un cierto capital humano formado; sistemas de trabajo históricamente exitosos que, aunque constituyen excepciones no generalizadas, los hay, por ejemplo, en la industria militar y en la construcción de hoteles de forma rápida y con determinados estándares de calidad. Otro aspecto positivo consiste en disponer de una base normativa en perfeccionamiento que unifica a todos los actores que intervienen en el proceso inversionista; y no menos importante resulta nuestro espíritu innovador y emprendedor por idiosincrasia.
«En cada uno de esos aspectos tenemos que completar determinados resultados, generalizar éxitos singulares, alcanzar la capacidad de innovación en las bases superestructurales de la sociedad: en los ministerios y las empresas. No puede ocurrir que tengamos cubanos emprendedores y empresarios o estructuras ministeriales administrativos y burocráticos.
«Nos hace falta un Ministerio de Economía y Planificación, en todos sus estamentos, más fuerte en cuanto a política económica, estable, con luces de futuro. Necesitamos completar la transformación estructural de la base económica de la sociedad.
«A ese capital humano que mencionaba como fortaleza debemos prepararlo, renovarlo, evitar baches generacionales. Tenemos que justipreciar al inversionista como sujeto fundamental para el desarrollo de una entidad: no puede andar a pie o en bicicleta, carecer de una computadora, un celular corporativo, papel, una impresora, o sea, de ninguno de los recursos que garantizan organización y cultura del detalle en la construcción de ese futuro de prosperidad en la empresa. Lo sintetizaría en una frase: tenemos que ganar mucho más en una cultura de respeto por la economía.
«Asimismo, necesitamos ser más innovadores en la búsqueda de fuentes de financiación de las inversiones. El sacrificio presente no significa que de su bolsillo usted extraiga lo poquito que tiene para invertir. Se puede pedir, en una convocatoria internacional, a otros bolsillos. Esas son las fuentes de financiación a la inversión extranjera, que están en cualquier cubano disperso por el mundo, a quienes hay que convocar desde la identificación con el país que dejaron. Tenemos que ser todavía más audaces en la búsqueda de bolsillos ajenos para que el sacrificio presente no salga solamente del isleño que aún vive, y a veces sobrevive, en la Cuba de hoy».
—¿Qué factores impiden que alcancemos la cantidad y los montos necesarios para impulsar el desarrollo mediante la inversión extranjera?
—La inversión extranjera es fundamental en el contexto de economía global que se vive en el mundo de hoy. No hay ningún país autárquico en el orden económico, aun cuando es cierto que Cuba, por la guerra económica que se nos hace, corre muchos riesgos a la hora de asumir la inversión extranjera.
«A pesar de ello, está demostrado, incluso, que Cuba necesita 2500 millones de dólares en inversión para alimentar la capacidad de financiación del sacrificio presente.
«Tenemos un saldo de comercio exterior deficitario en los últimos años, a niveles muy preocupantes. Según los últimos datos de los que dispongo, el déficit de comercio exterior —es decir, la relación entre importaciones y exportaciones— es superior a los 7000 millones de pesos. Es muy difícil convencer a los acreedores si seguimos importando mucho más de lo que logramos exportar, y perdemos la capacidad de pedir préstamos de futuro. De hecho, hasta 2020, por cada dólar generado por exportaciones, Cuba tenía una deuda de 225 dólares. La proporción de la deuda excesivamente alta en la economía cubana compromete la gestión sostenible.
«Además, tengo la impresión, basada en la historia de la Cuba prerrevolucionaria y la de hoy, que el sentimiento de isleños nos ha hecho cultivar cierto espíritu proimportador, aunque también por la forma en que el país se ha insertado en la economía mundial.
«Durante los años 80, la relación con una comunidad de estados socialistas europeos nos generó una capacidad de importar hasta lo que no debíamos. Llegamos a comer vegetales de Bulgaria en un país con tierras ociosas.
«Por ejemplo, en materia energética, con déficit de fuentes de generación, se ha sostenido la tendencia importadora de combustibles fósiles y tampoco hemos tenido en todo momento la audacia de apostar por la soberanía energética; aspecto que ahora intentamos cambiar aceleradamente y con riesgos de una urgencia que puede comprometer calidad, rigor analítico y profundidad en las decisiones de capacidad, microlocalización y operatividad, por citar algunos.
«No podemos dejar de lado la guerra económica que nos hacen, pero tenemos que diversificar la estructura geográfica de la fuente de financiación de nuestras inversiones, las estructuras sociales, con cubanos más allá de las fronteras que puedan participar del fomento inversionista. Tendremos que acudir a los mercados financieros. Hay mucho que innovar en este sentido.
«La inversión extranjera en Cuba no tiene que circunscribirse a un espacio geográfico con medidas arancelarias favorables o exenciones fiscales extraordinarias. Hay que desarrollar muchos Mariel en todas las provincias y municipios del país, buscar fuentes de financiación donde quiera que estén, por supuesto, respetando siempre el marco normativo internacional, y asegurando que no entre en Cuba dinero procedente del tráfico de drogas y de armas o de trata de personas.
«Urge despertar ese espíritu dormido, no confiar exclusivamente en las estructuras administrativas municipales que hemos ido creando para desarrollar las fuentes de financiación a la inversión extranjera, y desburocratizar el proceso. Tocar las puertas de cualquier familia fraccionada entre Cuba y el resto del mundo puede resolver un pedacito de un problema en un consejo popular, pero no hemos sido suficientemente transparentes, audaces, innovadores y proclamadores de cualquier esfuerzo de convocatoria universal para que los recursos lleguen al país».
—¿En qué sectores considera que debe concentrarse la mayor cantidad de inversiones y las más urgentes? ¿Cómo balancear las dirigidas al necesario crecimiento económico y las que responden a la protección social por la cual apuesta el Estado cubano?
—Imagínate lo que significa distribuir un «pastel» pequeño entre los miembros de una familia. No quiero estar en el lugar de los que tienen que tomar la decisión, cuchillo en mano, para repartir las cuñas.
«La sociedad no solo se compone de empresas productoras de bienes materiales, sino también de servicios hospitalarios, educativos, de guarderías infantiles, entre otros, y alguien puede pensar que cualquiera de esas actividades es estrictamente social. Yo me niego a verlo desde esa perspectiva, porque las guarderías infantiles, por ejemplo, se convierten en una inversión económica, en tanto elevan la tasa de ocupación laboral y la productividad del trabajo en un país cuya población envejece de manera acelerada. Por tanto, las inversiones sociales son productivas también.
«Por otra parte, es inconcebible que, al cierre del 2022, Cuba concentre el 33 % de las inversiones en la actividad inmobiliaria y de servicios empresariales, mientras a la agricultura se destinó el 2.6 % de los recursos para invertir, a la industria azucarera, el 0.6 %, a la pesca, el 0.7 %, y a la actividad de investigación y desarrollo, también un 0.7 %.
«Hay asimetrías muy significativas a la hora de distribuir ese “pastel” pequeño en la economía cubana. No podemos conceder igual margen de recursos a un sector cuya maduración puede ser de 15 años que a otro con 6, 8 o 12 meses. Los economistas y quienes toman decisiones deben tener en cuenta la velocidad de recuperación del capital en cada caso.
«En términos relativos, la tasa de acumulación de inversiones no debe ser igualitaria para todos los sectores económicos. Yo las concentraría en aquellos con mayor capacidad de incrementar la productividad del trabajo, como la industria robótica, la nanotecnología, la biotecnología, la biofarmacéutica. Son actividades que requieren insumos estratégicos y bien costosos, pero con pocos trabajadores obtienen un efecto multiplicador mucho más elevado que las ramas de la economía primaria, donde casi no hay valor añadido.
«El “pastel” de los cubanos puede crecer en tamaño si superamos esas desproporciones y buscamos fuentes de financiamiento no tradicionales. Hemos de innovar más en cuanto a la capacidad de ceder en administración determinados procesos inversionistas, no solo en la Zona Especial de Desarrollo Mariel o en el Turismo. Tenemos que apelar a la diáspora cubana en el mundo para invertir, con mayor celeridad en la toma de decisiones, reglas claras desde el principio y un monitoreo permanente para corregir distorsiones.
«Podemos obtener un sacrificio en el presente para invertir en sectores estratégicos buscando bolsillos ajenos, con lo cual mantendríamos una financiación de aquella capacidad de acumulación interna para los sectores sociales, y no ver deteriorarse las actividades de Educación o de Salud, los segmentos poblacionales vulnerables, las comunidades que están quedando retrasadas en el desarrollo.
«Para todo eso hay que implementar una política macroeconómica mucho más robusta. Temo que se interprete la descentralización de la economía como el abandono de las políticas macroeconómicas que den señales claras en la diferenciación sectorial y territorial. Si destinamos la responsabilidad del progreso solo a las autoridades municipales, sin una observancia macrosocial ni un Ministerio de Economía y Planificación que monitoree las desproporciones, podemos incrementar y ensanchar la diferencia entre núcleos tecnológicos territoriales y regiones menos dotadas de inversiones estratégicas con visión de futuro».
—Si la propiedad de todo el pueblo sobre los medios fundamentales de producción es la principal en Cuba, ¿cómo se puede garantizar un control popular efectivo sobre la gestión pública del proceso inversionista?
—Hoy Cuba tiene que seguir ampliando su abanico de formas de propiedad y las maneras de administrarlas. Hay demasiados locales estatales que están esperando, dormidos, por temor a cederlos en arriendo o en administración a otras formas de gestión de la economía, y mientras tanto, esos recursos están ociosos, son almacenes, cafeterías, restaurantes, industrias, espacios productivos abandonados sin que nadie les dé un uso.
«Con una buena base contractual, se podría participar de la obtención de esos recursos, pero lo más triste es esperar a que llegue la recuperación económica para dinamizar. No estoy defendiendo la privatización, sí la gestión privada, la necesidad de usar en el presente recursos temporalmente ociosos con otras formas de administración de la propiedad.
«En el control popular sobre la gestión pública del proceso inversionista también hay que innovar. No considero suficiente la capacidad de control interno en las mismas empresas donde existe desvío de recursos; no contamos con un órgano de control supraempresarial robusto —al menos, el que existe está mostrando fallas no despreciables— que llegue al fondo, a las esencias de los controles, y que sea menos administrativo y burocrático. También son insuficientes los aparatos de denuncia disponibles para dar a conocer, de manera anónima, hallazgos por parte de las bases populares sobre el desvío de recursos, construcciones a la vista sin una explicación al respecto en una valla pública.
«Cuando una población carece de suficiente información o la que se le brinda no muestra el impacto humano del beneficio que se espera, las personas se enajenan y no se sienten partícipes de esas obras.
«Los informes de rendición de cuentas que van a nuestros órganos del Poder Popular todavía pueden perfeccionarse desde muchas aristas. No basta con publicar un enlace a un portal del ciudadano, porque un porciento de la población no tiene manera de interactuar por la vía digital. Hay que seguir ampliando muchas puertas para acceder a la información transparente, y diversificar las oportunidades de acceso y participación en la toma de decisiones.
«No estoy hablando de hacer un plebiscito cada vez que se va a distribuir un recurso escaso; pero estamos desaprovechando, incluso, mecanismos ya establecidos en el país, y corremos el riesgo del facilismo al suprimir algunos espacios de comunicación ciudadana».