Beryl en la región del Caribe
Beryl es el primer huracán atlántico que alcanza categoría 4 de un máximo de 5 (SS-4) de la escala Saffir-Simpson, opinó el profesor Luis Enrique Ramos Guadalupe, coordinador de la Comisión de Historia, de la Sociedad Meteorológica de Cuba.
En la práctica, se ha convertido en un sistema de intensidad semejante al terrible Huracán de la Barbada, que golpeo a esas islas del 10 al 11 de agosto de 1831 y que causó mil 477 víctimas, explicó en un comentario a la Agencia Cubana de Noticias.
Alertó que, en consecuencia, el grupo meridional de las Antillas Menores tendrá la doble singularidad de haber sufrido el impacto de dos huracanes que marcan récords de formación temprana.
Emily consistió en el ciclón más precoz en alcanzar categoría SS-5 en todo el Atlántico, el 16 de julio de 2005, a solo 48 horas de azotar duramente a Granada, recordó.
Beryl es el otro, que con su SS-4 es el más adelantado en cualquier temporada en la historia de la ciclonología atlántica, de acuerdo con Ramos Guadalupe.
Señaló que su presencia en el grupo sur de las Antillas Menores no es un hecho frecuente y por su baja latitud geográfica y medida de fuerza (entre 10º N y 15º N) disminuye sensiblemente la posibilidad de ser golpeado por un sistema tropical plenamente desarrollado.
En las últimas seis décadas, solo tres de ellos han cruzado sobre esa zona: 2005 (Emily); 2004 (Iván) y 1963 (Flora); una frecuencia baja para un territorio tropical.
Aparte de estos años, las islas que actualmente amenaza Beryl apenas sufrieron sistemas poco intensos como depresiones y tormentas tropicales, consideró también el experto.
La escala Saffir-Simpson surgió para definir y clasificar del uno al cinco las tormentas de acuerdo con la velocidad de sus vientos y ofrecer una idea de la magnitud de las pérdidas desde mínimas hasta catastróficas, según especialistas en la materia.
Una graduación de ese tipo la diseñaron en 1969 el ingeniero estadounidense Herbert Saffir y el director del Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos, Robert Simpson, a pedido de la Organización de las Naciones Unidas para analizar los daños ocasionados por tales fenómenos hidrometeorológicos.
Tanto huracanes, ciclones o tifones se forman cuando la velocidad de sus vientos máximos sostenidos alcanzan o superan los 119 kilómetros por hora.
El instrumento de medición tiene en cuenta la presión mínima, los vientos y la marea de tormenta que se genera, y los daños potenciales que esta puede provocar sobre la base de sus vientos máximos sostenidos.
La categoría uno es la menos intensa y se le asigna cuando los vientos son de 119 a 153 kilómetros por hora y provoca perjuicios a la vegetación y muelles, además de que produce inundaciones en carreteras y caminos costeros.
En la dos, son de 154 a 177, causan afectaciones moderadas y averías mínimas a dársenas, viviendas, edificios, derribos de vegetación e inundaciones en carreteras costeras.
Los de la tres oscilan entre 178 y 209, y su presencia puede ocasionar destrucción parcial de casas, edificaciones costeras y fondeaderos, derribo de árboles altos, anuncios dañados y llevados por el viento y marejadas que inundan zonas costeras.
La cuatro es de 210 a 249 e implica pérdidas cuantiosas, como colapso de casas, edificaciones costeras y diques, derribo de vegetación, erosión parcial de playas e inundación en terrenos planos abajo de tres metros.
Los de la última alcanzan o superan la velocidad de 250; su impacto suele ser catastrófico por derrumbes totales de techos y paredes en casas e instalaciones en general.