Género e inclusión

Hablar de sexo en casa: prevenir sin distanciar (III y final)

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«Lo más difícil de educar a un adolescente es aceptar que pueda tener la razón», escribe un abuelo de tres chicos «en edad de volar», como los describe. Sus padres, aunque jóvenes, no logran conectar con ellos, pero nuestro lector los respeta y aprende. Esa es su fórmula para ser el mejor confidente y referente de sus nietos: su meta es guiar, no condenar.

Con esa técnica coinciden muchos especialistas de Sicología, Pedagogía, Pediatría, Ginecobstetricia… Quien intenta controlar adolescentes sembrando miedos en sus mentes, abre las puertas a la rebeldía y cierra la esperanza de diálogo. Al final tienen más energía y tiempo para planear cómo salirse con la suya.

Nos guste o no, en esa edad también hay presión, problemas, preocupaciones… y nuestros consejos tienen que sintonizar con ese entorno o pierden su utilidad totalmente. En un encuentro con estudiantes de preuniversitario en Bayamo, una chica lo ilustraba así: «Yo trato de explicarle a mi mamá que me siento perdida en el fondo del océano, y ella insiste en enseñarme a respirar en el espacio exterior».

Otra clave importante para mantener abierto el canal de la confianza es hablar de sentimientos, actitudes y valores. Cada familia y comunidad interpreta estos conceptos a su manera, pero debe entenderse que para quien debe defenderlos y ejercerlos como parte de una sociedad mayor, es imprescindible asimilarlos desde el sano orgullo, no desde la vergüenza o la imposición.

Por ejemplo, la abstinencia de fumar, tomar y todo tipo de práctica sexuales antes del matrimonio, una elección enraizada en valores religiosos o en metas personales, tiene mayor probabilidad de respetarse si la muchacha o muchacho tiene herramientas para explicar a sus pares su actitud. ¿Que se van a burlar? Claro, por eso necesita defender su postura con argumentos racionales y emocionales propios.

Si lo imponemos como prohibición externa, como algo que a los adultos disgusta, el grupo puede convencerlos de hacer las cosas a escondidas y entonces la vulnerabilidad es mayor: no pueden hablar de lo que les preocupa (evitar embarazo, signos de violencia en la pareja, placer escurridizo) sin confesar la indisciplina o pecado, y por esa puerta entran otros errores causados por incomunicación.

Un detalle importante es hablar de lo bueno que tiene el sexo, no solo de sus inconvenientes. Competir con la propaganda en ese campo es peor que arar en el mar, y además, a esa edad todo es riesgoso y no se les puede guardar en una burbuja de seguridad. Tienen que atreverse y equivocarse a tiempo, porque es más peligroso dejar para después lo que les hace falta aprender temprano, así sea por ensayo-error. 

El recurso clave en este caso es el «si…». En lugar de insistir «No tengas sexo para que no cojas una ITS», es prudente explicarle «Si usas condón el riesgo de ITS es mínimo y el placer es igual, o mejor, porque la seguridad incrementa la concentración». 

Un chico de Mayabeque nos contaba que su tío lo convenció de usar preservativos con naturalidad, del mismo modo que de niño lo enseñó a llevar sacapuntas y goma de borrar a un examen, para enfocarse en las respuestas sin preocupación por los imprevistos.

Este es un tema inagotable. En nuestra página le daremos una pausa para retomarlo en otro momento, y ustedes en casa pueden hacer lo mismo. No pretendan salir de «la charla» en un día, y no muestren incomodidad cuando el tema aflore, porque la interpretación más frecuente de esa actitud por parte de los hijos es que el sexo ya no es de interés para sus padres o abuelos, y por ende no pueden conectar con sus necesidades y es mejor no contarles nada.

Además creerán que ya no necesitan privacidad para vivir su intimidad y forzarán el desplazamiento de sus lugares en casa (grave e injusto error). En algunos casos, esa apariencia de desmotivación de sus mayores les hace asociar más edad a menos deseo, y asumen que deben apurarse ahora, mientras son jóvenes y el erotismo manda, sin calcular las consecuencias.

Tus hijos deben entender que te alegras cuando acudes a sus criterios, y te honran con su confianza, pero no tiene que darte parte permanente de sus avances y retrocesos, porque para eso están sus amistades más cercanas.

No puede darse por hecho que somos sus patrones en todo, o que nuestros valores e intereses tienen que ser los suyos al calco, porque cada generación es diferente y necesita rupturas con los lenguajes anteriores para crecer.

Una pregunta crucial, para la que casi nunca nos creen listos, es cómo saber si están en edad o en condiciones de «empezar». Sin esperar incluso a que la haga, aprovecha esa gran oportunidad para explicarles que la vida sexual activa es una conducta adulta, y deberían asumir otras para demostrar aptitud, como la organización de sus espacios, el control de sus horarios y la voluntariedad en el cumplimiento de sus tareas escolares y hogareñas.

¿Cómo responderías a una niña de nueve años que te cuenta de un enamorado en la escuela? ¿Qué lugar le recomendarías a un chico de 15 para llevar a su pretendiente al primer paseo a solas? ¿Qué prácticas te parecen mejor para enseñarles con detalles, y cuáles prefieres que aprendan con amistades o en internet? ¿Cómo le explicas que no es no, aunque la pareja insista? ¿Qué le has dicho sobre mezclar sexo, alcohol y fiestas con desconocidos? ¿Qué te cuentan y qué descubres por ti en la construcción de su identidad sexual?

Cuéntanos tu experiencia en ese campo minado, los recursos que te dieron resultado, los errores de los que aprendiste, y podremos socializarlos en nuestra plataforma para beneficio de otras familias.

Como nos gusta decir, equivocarse en ese paso no significa dar por cerrada la confianza. Cuando se pierde todo, no se pierde la lección, y en este caso nunca es tarde para aprender a respetar a tus hijos como seres sexuados, y a confiar en que tu crianza dará los mejores frutos, si pusiste tu empeño en ayudarles a crecer.

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