El combate no ha terminado en Jiguaní, ni en toda Cuba
De combate en combate anda Cuba, porque el adversario imperial, el más poderoso de la historia, nos tiene hecha la guerra. Y eso hace -como en la tarde de este jueves razonaba el miembro del Buró Político y Secretario de Organización del Comité Central del Partido Comunista, Roberto Morales Ojeda- que la inteligencia esté en función de trazar planes de combate, de parir ideas que se interconecten para sacar al país hacia delante lo antes posible.
Ya no se trata, como Morales Ojeda decía, de salir, sino de hacerlo lo antes posible. Ese es el tono que ha marcado los recorridos, en estas horas, por municipios de la región oriental del archipiélago. Son visitas-taller lideradas por el Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, donde se producen diálogos entre la dirección del país y los dirigentes de cada territorio; entre esa dirección y el pueblo que sale al paso de quienes gobiernan: es un pueblo que escucha, del que salen voces en forma de inquietudes o de reafirmaciones espontáneas.
Pero estas líneas que han comenzado hablando de combate merecen contar sobre la nota más alta de este jueves: la visita, en la tarde, de la dirección del país al Obelisco erigido a José Julián Martí Pérez, en Dos Ríos, sitio sagrado de Jiguaní, en Granma, donde el Ángel cayó en combate el 19 de mayo de 1895.
Con la hidalguía y la decencia que suelen tener los granmenses, el historiador Antonio Espinosa Martínez recibió al Presidente Díaz-Canel, a Roberto Morales Ojeda, y a otros cubanos que llevan en sí el legado del Apóstol, para llevarlos hasta la base del Obelisco. Mientras se recorría el camino bajo un sol rotundo, el apasionado experto conversaba con el dignatario sobre los instantes de aquel combate fatídico que puso fin a la vida del Maestro.
“Cuando me toque caer, todas las penas de la vida me parecerán sol y miel”, se dejaban leer las letras de metal sobre las piedras. Es una idea de aquel ser descomunal que, de qué modo hablaría a los hombres humildes, semidesnudos y descalzos del ejército libertador, que como en oleadas del corazón, sin que nadie se los propusiera, empezaron a llamar Presidente a aquel hombre tan educado, tan firme y de palabra hermosa.
Antonio Espinosa iba hablando por el camino hecho de blanco, y de sus palabras iba naciendo aquel potrero enmaniguado en que sucedió la desgracia; aquella certeza de Máximo Gómez de que el inesperado encuentro con los españoles se había puesto difícil; la decisión del Generalísimo de mandar a Martí para casa de Pacheco, lejos del fuego; el acatamiento de la orden, en un primer momento, y luego el punto de giro por el “carácter de Martí, hombre muy activo, un hombre muy nervioso” -recordó el historiador-, para quien resultaba imposible permanecer alejado del combate.
“Además, había acabado de pronunciar un discurso tan fuerte…”, dijo Antonio Espinosa al Presidente Díaz-Canel sobre aquella alocución en que Martí confiesa que por Cuba se dejaría clavar en la cruz. Bajo la gravitación dura del sol el historiador recordó que el Maestro pidió en aquellas palabras, a quienes lo escuchaban, que jamás se apartasen de la senda del deber.
José Julián -contó el historiador- había hablado a los jiguaniceros; a los granmenses; a los que estaban allí para escucharle; a los bayameses…; y entonces Máximo Gómez le dice que se retire para la casa de Pacheco. El Apóstol lo hace, pero en un momento crucial del combate él invita a un joven -por cierto, maestro igual que Martí, conocido como Ángel de la Guardia, muchacho de veinte años, de Jiguaní-, y le dice: “Joven, vamos a la carga…”.
Se unen muchos misterios en el instante del desenlace: Sobre eso conversaron el historiador y el Presidente. Y también sobre el cuerpo atrapado por los españoles; sobre el retrato de María Mantilla, partido en el centro por un disparo, y que el Apóstol llevaba consigo; y sobre los cinco entierros que le hicieron al infinito cubano; y sobre el hecho tangible de que en aquel paisaje cayó el misterio que, por fortuna, nos sigue acompañando.
Al pie del Obelisco un grupo de cubanos se retrató con orgullo y solemnidad. Y en el cuerpo del monumento, una frase muy breve se dejaba leer sin más explicaciones: “Murió en este lugar el 19 de mayo de 1895”.
Ideas con el pueblo
Al pueblo de Jiguaní, el mismo que sufrió hace no tanto lluvias torrenciales que calaron el alma, habló el Presidente Díaz-Canel sobre la visita de este jueves. El Jefe de Estado también había llegado a ese escenario, acompañado de otros dirigentes, en aquellos días húmedos en que la gente lo perdió todo, menos las esperanzas.
Y esta vez contó sobre el recorrido realizado por varios puntos del municipio. Recordó que en enero había tocado visitar Río Cauto; que en febrero fue Manzanillo; y que en marzo tocó el turno a Cauto Cristo. “Ahora estamos aquí, en Jiguaní. Entonces, ¿qué es lo que estamos buscando? Ver cómo se van desarrollando las principales actividades económicas y sociales”.
“Vamos comparando lugares que funcionan bien con lugares que no funcionan bien, y entonces cómo estos lugares que no tienen buen funcionamiento se pueden inspirar en los que funcionan bien, pues al final todos estamos bajo el bloqueo recrudecido, bajo las presiones del Gobierno de los Estados Unidos; y sin embargo hay colectivos y liderazgos que hacen las cosas mejor que en otro lugar; y comparando y compartiendo todas esas cosas podemos ir buscando que haya un despegue en todas las actividades”.
Díaz-Canel habló del paso por la fábrica de tabaco, “que es una fábrica que el año pasado no tuvo todos los resultados deseados, sobre todo por afectación en la energía eléctrica, pero han puesto paneles fotovoltaicos”.
Buscando soluciones, reflexionó el Presidente, “ya cerraron el primer trimestre con una buena producción de calidad”. Ahí, dijo, “han hecho un grupo de transformaciones que han mejorado el lugar y las condiciones de trabajo de las personas que tuercen el tabaco; y hay mucha gente incorporada”.
Foto: Estudios Revolución
Seguidamente el mandatario habló sobre la Empresa Pecuaria 14 de Junio, y en particular sobre la vaquería Las Margaritas, perteneciente a esa Empresa: “Ahí las cosas no están totalmente bien, porque la sequía está afectando mucho”, pero los trabajadores, apuntó el Jefe de Estado, “han encontrado alternativas también. ¿Qué han hecho?: han diversificado la producción”. Y en ese punto habló sobre la introducción de búfalos, sobre cultivos varios, sobre autoconsumo.
“Nos llevamos la inquietud de ellos porque ahí está el agua del río Contramaestre, y si los podemos apoyar con una inversión que poco a poco vaya garantizando una conductora y sistemas de bombeo, ellos pueden mejorar”.
Seguidamente el dignatario conversó sobre el Polo Productivo Cauto-La Yaya, perteneciente a la Empresa Agroindustrial municipal: “Aquí quiero detenerme para que ustedes vean las cosas que queremos potenciar”. Habló entonces de las trabas burocráticas que tanto golpean, de ocho máquinas de riego que llevaban años sin producir y que por agilidad en las gestiones podrán volver a usarse.
Sobre la Empresa, destacó que nació sin pérdidas, con créditos bancarios, con financiamiento del uno por ciento aportado por el Gobierno del territorio. Y resaltó que desde ese escenario, trabajándolo, saldrá parte de la comida que necesitan Jiguaní y Bayamo.
“Todo lo que pretendemos hacer, lo podemos realizar porque tenemos un pueblo como ustedes que ha resistido, que merece prosperidad en el menor tiempo posible, pero esa prosperidad la tenemos que construir entre todos”, expresó el mandatario, quien habló sobre la importancia de crear riquezas para poder distribuirlas con justicia social.
Al pueblo de Jiguaní, Díaz-Canel Bermúdez le agradeció por haber “estado esperando todo este tiempo para encontrarnos”, por la atención; y le expresó sentida admiración “por lo que ustedes hacen todos los días”.