Viceversa… en los moldes de un género
Puede que la crudeza de algunos de sus planteamientos haya descolocado o incluso molestado a una parte de la audiencia de Viceversa, la telenovela cubana del momento (lunes, miércoles y viernes, Cubavisión, después del Noticiero Estelar).
Desde los primeros capítulos fuimos testigos de ciertas expresiones de violencia visual, que usualmente no se vinculan al género, al menos a modélicos o más convencionales ejemplos del folletín televisivo.
Ese regodeo en el accidente, en los detalles de un procedimiento quirúrgico… En una telenovela más tradicional estas peripecias suelen ser referidas o veladas en alguna medida.
Una telenovela puede llegar a ser el summun del sinsentido, la superficialidad y la desfachatez (suficientes muestras pueden encontrarse en la producción de algunos países del continente), puede narrar acontecimientos tremebundos… Pero se suele dosificar la explicitez en la concreción visual.
Otras series dramatizadas, otros formatos o géneros, asumiendo incluso elementos melodramáticos, parecen campo más fértil para esas relativas transgresiones de lo que espera el público «familiar» a la hora de la novela: entretenimiento fácil, vocación lúdica, enredos y gratificaciones…
Pero vivimos tiempos en que las fronteras genéricas se desdibujan. Y en Cuba, con las consabidas carencias de recursos que limitan la producción, el espacio tradicional de la telenovela debe atender demandas disímiles.
Viceversa no es una telenovela clásica, lo que no significa que desdiga esencias del género: lucha de contrarios, preminencia de las tramas amorosas. Pero muy pocas veces las producciones cubanas de los últimos tiempos ignoran otros temas y motivaciones de su complejo contexto.
El claro compromiso con una agenda pública, con la recreación intencionada de problemas más o menos acuciantes del entramado social… ha ampliado el espectro temático de la telenovela cubana, hasta niveles impensados en otros centros continentales de producción.
Viceversa es otro ejemplo: aquí se habla sin eufemismos de consumo de drogas, de violencia sexual, de prejuicios por la orientación sexual, frustraciones profesionales, conflictos de la tercera edad… Y por supuesto, de los altibajos de las relaciones interpersonales, las numerosas realizaciones del amor o los estragos del desamor.
Articularlo todo sin violentar irreparablemente los moldes del género parece haber sido el empeño de los realizadores.
A la puesta en pantalla (que nos parece funcional), a los desempeños del elenco, a las particularidades del armazón dramático nos acercaremos en un próximo comentario. A Viceversa todavía le queda tiempo en pantalla.
Por el momento corresponde reconocer la capacidad integradora de la historia, con todas sus ramificaciones. Hay mediaciones, idealizaciones, construcciones comedidas… Estamos hablando en definitiva de arte, no de periodismo. Los reportajes hay que exigírselos al Noticiero.
Pero la franqueza y la coherencia de un discurso, que deviene posicionamiento ante una realidad, son también valores de la creación, en su dimensión ética. Y las telenovelas (o sus sucedáneos) pueden ser plataformas muy eficaces para debates necesarios.