Errantes en su propia tierra: Miradas al fenómeno de los deambulantes en Cuba (I) (+ Video, Podcast e Infografía)
Tiene los pies cubiertos de llagas que sobresalen por debajo de unas vendas sucias y descocidas; la barba canosa, los ojos distantes, como si quisieran hundirse en un rostro lleno de surcos y puntos oscuros. Usa siempre el mismo pantalón marrón, la camisa de flores y la gorra zurcida, como si eso le sirviera para protegerse de un Sol que ya apenas le quema la piel. Su nombre es Esteban, pero eso a él ni siquiera le importa ya.
Vive en las calles desde hace una década. Nadie sabe cómo, pero siempre se las arregla para volver a recorrerlas. Carga sacos con desperdicios que para él parecen tesoros. A veces chapea un patio y gasta el dinero en tabacos; otras recoge escombros a cambio de la comida del día. Nadie conoce muy bien su historia, pero él siempre habla de un hijo, una casa, una salida del país, un olvido.
Porque Esteban es precisamente eso: una sombra, un olvidado, un sobreviviente del desamor, de la humedad que trae la lluvia, de los intentos frustrados de algunos por limpiarlo de dolores. Él es un errante en su propia tierra.
No están solos
El Centro para deambulantes del Cotorro es uno de los siete creados en el país. Fotos: Abel Padrón Padilla/ Cubadebate
Yurisdaisy Bustamante Pérez trabaja en el Centro para la Atención a Personas Deambulantes de La Habana desde su apertura en el año 2015. Es un lugar con cientos de historias tan diversas como increíbles, páginas de diferentes vidas que siempre confluyen en un punto común: la batalla de la institución por borrar heridas y dejar atrás el estigma que acompaña a todos los que llegan aquí.
En el cargo de Subdirectora de Trabajo Social desde 2016, pocos como ella conocen las particularidades de un sitio que ahora mismo acoge a 225 personas, aunque en otros momentos llegó a atender a 400 de forma simultánea. Del 2015 a la fecha más de 900 personas diferentes han pasado por sus áreas.
“En los últimos meses, vemos un aumento en la cantidad de personas con conductas deambulantes. El desarraigo familiar, los problemas sociales, la emigración de las personas jóvenes y el envejecimiento demográfico son factores que condicionan este incremento. A muchas de las personas que tenemos ahora los familiares les vendieron la casa para irse del país, o ellos mismos lo hicieron, no lograron su propósito y quedaron desamparados”, explica.
Bustamante Pérez reconoce que la mayor cantidad de deambulantes son hombres y pertenecen a la tercera edad, mientras que otras características frecuentes son la presencia de padecimientos psiquiátricos o problemas de alcoholismo. Sin embargo, temas como la drogadicción aparecen en menor medida en este tipo de personas.
“Actualmente, solo tenemos 37 mujeres en el centro. La mayor parte de ellas tienen larga estadía, porque tuvieron problemas de alcoholismo, padecen algún tipo de retraso mental o vendieron sus casas y ahora sus parientes no quieren hacerse cargo de ellas. Por lo general, las mujeres tienen menos desapego familiar y son de fácil reinserción”, apunta.
Yurisdaisy Bustamante Pérez conoce muy bien cuánta satisfacción deja reincorporar a alguien a la sociedad. Fotos: Abel Padrón Padilla/ Cubadebate
A su vez, aclara que deambular no es un delito, sino una conducta social, por lo que el Centro parte de un principio básico: la voluntariedad para permanecer en él. Quienes no desean estar en las instalaciones pueden irse, aunque eso muchas veces incide en la opinión popular de que no se hace nada con este tipo de personas. “Sí se recogen, pero muchos de ellos tienen casa y exigen regresar”.
Justo aquí surge otro asunto preocupante en extremo: ¿Por qué deambulan quienes sí tienen un lugar donde vivir?
“La situación económica actual ha llevado a muchos abuelos a estar en la calle, revendiendo algún producto, o buscando con qué alimentarse, y eso da la imagen de mayor cantidad de personas con conductas deambulantes. Las ayudas estatales para los ancianos solos no son suficientes”, afirma.
En cualquiera de los casos, el procedimiento es el mismo para cada recién llegado: una primera inspección de salud, bañarlos, darles ropa limpia, alimentación y un sitio para dormir. Luego las trabajadoras sociales comienzan un proceso de acercamiento que muchas veces no es sencillo, pero donde realmente salen a la luz las historias más desgarradoras.
Así, por ejemplo, una trabajadora social como Yurisel Pico conoció a Alberto, un hombre que llegó vestido como un indio y con una conducta sumamente agresiva, pero que muy pronto cambió gracias a la atención de todos. También descubrió los dolores de María, una muchacha de solo 32 años con una parálisis del lado izquierdo del cuerpo que no quería regresar a su casa porque su mamá la consideraba un estorbo y la golpeaba constantemente.
“Uno sabe dónde nace pero no dónde va a terminar. Aquí tenemos personas con grandes logros, pero que por una mala decisión en la vida llegaron a lugares como este. Los vemos como parte de nosotros, pero cuando salen de aquí muchos no los consideran así. Para la sociedad representan los apestados, el último eslabón”, lamenta.
Quizás por eso Yurisel siente tanto cuando uno de ellos dice la frase que más la conmueve: “por lo menos usted nos trata como una persona”. Y no les falta razón a quienes reconocen algo así.
Además de las primeras atenciones, cada viernes llega hasta el centro un grupo multidisciplinario compuesto por geriatras, podólogos, psiquiatras y oftalmólogos que atienden las necesidades de cada paciente. Sostener esa calidad en el cuidado de los residentes es un mecanismo bien engranado, pero encontrar personas que laboren a tiempo completo es el verdadero problema.
Aunque el objetivo de un sitio como este no es mantener a los pacientes por largos períodos de tiempo, la Subdirectora de Asistencia Social confiesa que no siempre es posible la reincorporación a la sociedad.
“Por lo general nuestros pacientes están aquí entre tres y seis meses, mientras el municipio los caracteriza y busca a algún familiar. Si en definitiva no tienen un lugar para retornar, permanecen aquí por más tiempo”, asegura.
En esa larga estancia el Centro ha encontrado una relación mutuamente ventajosa. De hecho, 34 de los 74 trabajadores en plantilla son pacientes recuperados que no tienen a dónde ir, viven en la institución y están contratados como asistentes sociales, auxiliares de limpieza, trabajadores de la lavandería o de la cocina. Es una alternativa válida ante la falta de personal.
A su vez, esa vuelta a la vida en sociedad no es una cuestión sencilla. Para quienes no tienen familia y ya pasan de 60 años la propia institución les gestiona un Hogar de Ancianos, pero aquellos por debajo de esa edad encuentran otros problemas.
“Más del 60 por ciento de las personas que tenemos aquí vendieron sus casas y hoy no tienen recursos ni siquiera para alquilarse. En esos casos, que por lo general tienen entre 40 y 59 años, reinsertarlos a la sociedad implica entregarles como mínimo una vivienda, o llevarlos a un albergue para damnificados por huracanes, por ejemplo. Ante esa realidad, muchas veces la opción más sencilla es dejarlos aquí”, explica la Subdirectora de Asistencia Social.
Sin embargo, surge en ese punto otra inquietud importante: gestionar los recursos imprescindibles para mantener una institución que no está diseñada para largas estancias.
“Aquí tienen medicamentos, alimentación, aseo y ropa. Además, les ofrecemos seis comidas al día, y siempre tratamos, en dependencia de la situación económica, de brindarles una dieta balanceada. Todo eso es gratis, pero no contamos con una asignación fija de recursos. Hacemos cartas al Gobierno y entonces ellos nos facilitan productos”, explica Yurisdaisy Bustamante.
“Por lo menos usted nos trata como una persona”: la frase más conmovedora para Yurisel Pico. Fotos: Abel Padrón Padilla/ Cubadebate
Ante una realidad así, la trabajadora social Yaimel León Benítez reconoce como una necesidad la implicación de todas las instituciones como única vía para disminuir la incidencia de esta problemática. “Muchas personas abandonan a sus padres o abuelos porque saben que en Cuba nadie queda desamparado, aun en medio de todos los problemas económicos que tenemos”.
“Cada vez es mayor la población vulnerable y pocos los trabajadores sociales. Y atender a este tipo de personas lleva mucha dedicación y tiempo, pero los problemas sociales van en ascenso y ya no damos abasto. Somos simples mediadores y no tenemos recursos para resolver problemas”, lamenta.
Justo aquí juega un rol esencial la intersectorialidad, porque no es únicamente responsabilidad gubernamental reducir la cantidad de personas con conductas deambulantes.
Muchos de ellos tienen hijos, por ejemplo, y aunque ciertamente es muy complejo lograr esa relación cuando a lo largo de la vida no existieron vínculos afectivos, también existen disposiciones jurídicas que establecen las responsabilidades al interior de la familia.
Retornar
Más de dos meses atrás Alberto había escapado del hospital psiquiátrico de la capital. Fotos: Abel Padrón Padilla/ Cubadebate
Sesenta y cuatro días de angustias e incertidumbre vivió la habanera Gladis Moreno ante la desaparición de su hermano Alberto Moreno. Paciente psiquiátrico, parecía habérselo tragado la tierra hasta que ocurrió “el milagro”. Desde el municipio Regla, donde vive, llegó hasta el Centro provincial de Protección Social, también conocido como Centro para la Atención a Personas Deambulantes de La Habana, en el Cotorro, con la esperanza de confirmar que fuese él.
Más de dos meses antes Alberto había escapado del hospital psiquiátrico de la capital, ubicado en la periferia de la ciudad, en Boyeros. Cuando lo “recogieron”, pocas horas antes del reencuentro, vagaba por las calles de Centro Habana, a unos 20 kilómetros y “estaba casi irreconocible”.
Entre tantas llamadas y búsquedas, Gladis había contactado con el centro y el día que Alberto fue llevado allí, las trabajadoras sociales no dudaron en avisarle con prontitud que había un señor que podía ser él.
Alberto abrazó a su hermana, lloraron, le dijo más de una vez que quería de vuelta la camisa verde que traía al llegar…. “Es muy apegado”, dijo Gladis, y uno de los asistentes trajo para él una prenda de igual color, pero limpia, sana, sin las marcas de la calle. Luego la rutina de rigor, la insistencia de “cuidar de las indicaciones de salud del médico”, que ya le había consultado en el centro, el abrazo infinito, la gratitud…
De todas las posibilidades existentes para un centro como este, esta fue la más feliz. La de la vuelta a la familia, la de devolver a la persona a la seguridad de un hogar, pero no son siempre así.
Vidas más que números
Aunque la mayor cantidad de deambulantes son hombres, también hay mujeres que asumen esta conducta.. Fotos: Abel Padrón Padilla/ Cubadebate
Desde el año 2014 Cuba cuenta con una política para la atención a las personas con conducta deambulante, que define las funciones y los modos de actuación de cada una de las instituciones que tienen como encargo el cuidado a este tipo de personas, comentó a Cubadebate, Belkis Delgado Cáceres, directora de prevención social del Ministerio del Trabajo y Seguridad Social.
Aunque es un asunto del que debe preocuparse la sociedad toda- dijo la funcionaria-, no es menos cierto que su organismo, junto al ministerio de Salud Pública, la Fiscalía General de la República y la Policía Nacional Revolucionaria, son los principales responsables según la ley de su seguimiento.
“El trabajador social es clave en esta atención, porque los grupos de prevención social están en las comunidades. Hoy contamos con grupos de prevención en cada Consejo Popular, lo que nos facilita la personalización de la atención”, comentó.
Según cifras aportadas a nuestro medio, desde 2014 hasta septiembre de 2023 en Cuba se habían identificado 3 690 personas con conducta deambulante.
“Aunque en relación a nuestra población y si se compara con otros países, los indicadores podrían ser bajos, es muy grave que haya personas en la calle”, reconoció Delgado Cáceres.
Del total de esas personas, a 2798 se les ha dado algún tipo de solución, lo cual representa el 75% del total. “Entre ellas está el ingreso en instituciones de salud”.
Al decir de la especialista, la primera razón reconocida en Cuba de que la persona deambule, “tenga o no una enfermedad asociada, es que la familia no lo ha atendido correctamente y esa es la causa que tenemos que transformar”.
Del total de personas identificadas, se han ubicado en hogares de ancianos a 599, mientras otros fueron a hospitales psiquiátricos bajo un tratamiento temporal.
“Muchas veces cuando esta persona retorna al hogar nadie se ocupa de darle un seguimiento a ese tratamiento y vuelve a caer en crisis. Por este motivo alrededor de 150 deambulantes reinciden”, asegura.
Además, 1 983 personas retornaron a su núcleo familiar, lo que significa que han sido trasladados a sus provincias de origen con la ayuda de los gobiernos territoriales. Sin embargo, el trabajo no culmina en la reinserción. “Luego con la familia se hace una labor preventiva y de transformación para que esta acepte, atienda y se ocupe de la persona que tiene por lo general algún trastorno”.
Igualmente, a 63 personas se les pudo otorgar una nueva vivienda o fueron ubicados en lugares de tránsito. “Debemos decir que la mayoría de ellos tienen un hogar al cual regresar, incluso algunos son propietarios de la vivienda; pero a partir de sus circunstancias de salud, edad, las personas de su núcleo familiar lo han excluido de ese derecho. Por esta razón es tan importante el papel de la Fiscalía para defender el derecho de estas personas que no pueden valerse por sí mismas”.
Sin embargo, quedan historias pendientes de respuesta. “En esta situación tenemos a 572 personas. Esa solución puede ser la entrega de la vivienda, la ubicación en un albergue, o la entrada a un Hogar de Ancianos”.
Aunque inicialmente muchas de las personas identificadas con esta conducta en el país padecían de alguna enfermedad psiquiátrica o eran adultos mayores, en la actualidad se aprecia un incremento en la cantidad de personas con alto consumo de alcohol.
Vale apuntar que el consumo de bebidas alcohólicas fue una de las preocupaciones que arrojó la última Encuesta Nacional de Salud, realizada en el 2020. De acuerdo con este estudio, en los 30 días previos a ser encuestados, el 73% de las personas había consumido bebidas de este tipo, contra un 67% que lo hacía en el 2010. Lamentablemente, también se aprecia que el 68% comenzó a consumir alcohol entre los 10 y 19 años.
“Cuando se comenzó a identificar los primeros casos, por lo general eran personas con algún trastorno psiquiátrico. Sin embargo, hoy muchos son alcohólicos que sí tienen casa y la han perdido. Tenemos otro grupo que vendió su vivienda por divorcios, y en vez de comprar otra casa, invirtieron el dinero en bebidas”, advierte Delgado Cáceres.
Escuche en audio la historia
Atender el problema de las personas con conductas deambulantes es responsabilidad de toda la sociedad. Fotos: Abel Padrón Padilla/ Cubadebate
Diana camina como si no conociera sus propios pasos. Por momentos enrumba calle arriba, hacia el parque donde años atrás vivió los mejores momentos de su juventud. Otros días recorre la ruta en sentido opuesto, pero siempre recibe la noche en uno de los bancos más apartados del lugar. Allí vive desde hace más de un año.
Quizás sea ese parque, punto al que siempre vuelve, su única zona de contacto con la realidad, con un pasado marcado por una carrera universitaria, por una hija, por una madre a la que un día la covid-19 le cerró los ojos. Entonces Diana comenzó a vivir sola, a olvidar sus pastillas, a escuchar voces, a andar sin rumbo.
Durante su tiempo en la calle conoció el hambre y el frío, pero sobre todo el rechazo y en ocasiones también supo del asco. Olvidó a su hija, a su familia, y nunca más quiso dormir en la misma casa donde murió su madre. Una y otra vez sus amigos lo intentaron, pero ella siempre terminó en el banco del parque.
Así estuvo hasta una noche, cuando la llevaron hasta el Centro para la Atención a Personas Deambulantes de La Habana y su vida comenzó a cambiar. Allí recibió una atención especializada, la cuidaron, le comenzaron a garantizar su medicación, a devolverle la vida a una mujer que solo tiene 28 años.
Mirar con lupa al fenómeno
Lazarita, una de las deambulantes de La Habana. Fotos: Abel Padrón Padilla/ Cubadebate
Cuba dispone de nueve centros destinados a la atención a personas con conducta deambulante (Pinar del Río, La Habana, Matanzas, Villa Clara, Ciego de Ávila, Camagüey, Holguín, Granma y Santiago de Cuba) y para este año se prevé la apertura de una nueva institución en Las Tunas.
“Estos centros no son de almacenamiento ni de estadía de personas que deambulan, ese no fue nunca el objetivo del centro. Es un lugar de clasificación y evaluación de las personas que deambulan y su plantilla recoge a personal médico, trabajadores sociales. La alimentación, las medicinas, la ropa debe ser suministrada por los gobiernos territoriales”, aclaró la directora de prevención social del Ministerio del Trabajo y Seguridad Social.
Agrega que en un principio, la persona llegaba y en 72 horas se le daba un grupo de atenciones, como bañarlos, darles alimentos, se investigaba de donde era, se le hacía un expediente y se reintegraba a su comunidad. “Sin embargo, con el déficit habitacional empezamos a asumir que las personas se quedaran allí por mucho tiempo”.
“Es un centro donde las personas tienen las atenciones necesarias desde una cama, alimentos, televisión, agua y un médico y una enfermera a su disposición. También hay que aclarar que el centro no tiene restricciones para la entrada y la salida, por tanto, esta persona puede salir libremente porque no es obligatoria la estancia. Es por ello que algunos, salen, deambulan y regresan en la noche para comer y dormir”.
Según un estudio reciente realizado en el país, de las personas que están en estos centros, una parte representativa presenta discapacidad mental y otros son alcohólicos, insiste.
“El 86 % son hombres, el 30% del total están en situación de discapacidad (físicas, motoras, visuales, intelectual, auditivas o mixtas), el 25 % tiene trastornos psiquiátricos, y el 31% tiene patrones de consumo elevado de bebidas alcohólicas”.
“En el año 2014, teníamos más presencia de adultos mayores a los cuales sacaban de su casa y no tenían para dónde ir, pero ahora el 39 % no tiene 60 años”.
Sin embargo, la especialista hace una observación clave. “Muchas veces vemos a gente más joven, deambulando por la calle y pidiendo dinero; pero lo hace, por ejemplo, para poder tomar. Entonces no son realmente deambulantes, simplemente se quedaron dormidos toda la noche por ahí por los efectos del alcohol”.
La funcionaria reconoce que esta es una problemática a la que no se le ha podido dar solución, y por tanto, “se está modificando el acuerdo para la atención de estas personas y poder perfeccionar nuestra labor”.
“Es importante que se entienda que esto no es solo un problema nuestro, de la policía o salud pública; debemos articular un mecanismo de participación popular y aunque existen las vías, creo que no se le ha dado suficiente difusión por los medios, no ha existido una campaña comunicacional.
“Hay mucha gente que le hace rechazo, pero cuando hay otras que han querido ayudar y avisar de que hay alguien en esta situación en un portal, las personas no saben a dónde dirigirse, a dónde llamar. Los gobiernos son los máximos responsables de este tema pero no existe un teléfono por ejemplo al que llamar”, reconoce.
La directiva advirtió que hay que replantearse el papel de los centros, y “que estos no solo sean para almacenar gente, tenemos que insistir en la reinserción social para que estas personas sean ciudadanos plenos. Es un centro para clasificar y evaluar, pero no para hacer grandes estadías. Podría ponerse un número único, hay que fortalecer los grupos de prevención en los consejos populares porque son los que están más cercanos a las familias”.
En sus palabras insistió en que lo más importante siempre es la prevención social. “Uno sabe en los territorios quienes son aquellas personas que están propensas a salir a la calle para deambular”.
A pesar de que se buscan diversas soluciones, Delgado Cáceres reconoce que la compleja situación económica social que atraviesa el país también agrava el fenómeno.
“Otro elemento que ha impacto en este fenómeno es la migración, sobre todo por la cantidad de adultos mayores que se quedan solos. Después de la covid 19, con un contexto económico que ha sido difícil para todos, hay personas que son más vulnerables sobre todo en lo social y económico. A pesar de que algunas personas vulnerables reciben prestaciones de la asistencia social, esto no es suficiente”.
Los resultados de la Encuesta Nacional sobre Envejecimiento de la Población 2017, realizada en todo el país entre noviembre del 2017 y enero del 2018 por el Centro de Estudios de Población y Desarrollo, de la Oficina Nacional de Estadística e Información, y en coautoría con el Centro de Investigaciones sobre Longevidad, Envejecimiento y Salud, dan cuenta de que el 17.4% de las personas adultas mayores en Cuba viven solas.
Esta cifra, cinco años después y ante el acelerado envejecimiento demográfico, que ya supera el 22 % de la población del país con 60 años y más, con seguridad se ha incrementado.
“También sabemos que hay personas que deambulan en búsqueda de alimentos, y esto es algo que hay que atender, porque para eso también tenemos SAF”. Aunque este es un fenómeno multicausal, Belkis reconoce que la familia juega un papel fundamental para su solución. “Aplicar con mayor fuerza el Código de las Familias, así como lograr una mayor participación popular son las claves”, considera.
Durante los años del periodo especial se observó un incremento significativo en la cantidad de personas con esta conducta. Fotos: Abel Padrón Padilla/ Cubadebate
El epicentro
La Habana es la provincia de mayor incidencia de este tipo de situación en el país, también la más densamente poblada. De acuerdo con Orestes Llanes Mestre, coordinador de fiscalización y control del gobierno provincial, ninguno de los 15 municipios de la provincia escapa de este fenómeno.
“Existe una política de protección para estas personas. Inicialmente, se estableció un centro más pequeño en La Colonia, en Boyeros, como parte de esta política de atención. Sin embargo, a medida que aumentaba el número de personas en situación de deambular en la sociedad cubana, este centro resultó insuficiente.
“Durante los años del periodo especial se observó un incremento significativo en la cantidad de personas con esta conducta, según lo evidencian los archivos históricos. La capacidad del centro en La Colonia, que era de tan solo 72 camas, resultó insuficiente para hacer frente a esta situación. Debido a ello, fue necesario buscar otra instalación en La Habana que pudiera albergar a un mayor número de deambulantes. Es importante destacar que cuando se habla de «ingreso» se refiere al lugar destinado para atenderlos, ya que no se consideran enfermas”, dice Llanes Mestre.
Hasta el mes de octubre de 2023, en la capital se tenían registradas 843 personas deambulantes. “Es alguien que se adapta a deambular, a caminar. Fácilmente un deambulante de Marianao se levanta por la mañana y al mediodía está en Centro Habana y, ¿cómo vino?, pues a pie”, detalla.
De ahí que el Centro de Protección Social del Cotorro cuente con amplios terrenos, donde ellos puedan gastar energía, caminar y realizar otras actividades, explica.
“Todas las personas que vemos en la calle no son deambulantes. Hoy está sucediendo que muchas de esas personas, cuando el grupo de clasificación los intercepta, resultan ser un buzo, que es otra categoría, porque buscan comida para las mascotas en los contenedores de desechos sólidos, buscan comida para las gallinas que tienen en el patio, buscan para los perros. Es decir, son personas que buscan alimento en otro espacio porque no pueden hoy adquirirlo de otro modo, además de otras cosas como ropa”, apunta.
El funcionario coincide en que en la actualidad es común observar a personas buscando en los contenedores de plástico ubicados frente a los hoteles o en sus cercanías. Estos lugares son especialmente atractivos para ellos, ya que allí suelen encontrarse una variedad más amplia de desechos.
También es posible encontrar personas buscando en los depósitos de desechos sólidos en municipios como Playa, aunque no sean residentes de dicha zona. Estas personas provienen de otros municipios, ya que saben que durante los fines de semana la gente tiende a desechar más objetos.
“Es importante destacar que no todas las personas que buscan en estos lugares necesitan ser llevadas a un centro de atención. Aquellos que cuentan con vivienda, familia y un lugar al que pueden regresar no requieren este tipo de intervención. Por lo tanto, quienes son llevados a los centros de atención son aquellos que, al recogerlos en la calle o al clasificarlos en el municipio, se evidencia que no tienen familiares obligados, no tienen un lugar de residencia y están viviendo realmente en la calle”, refiere.
En la ciudad de La Habana se ha identificado que el municipio con la mayor cantidad de personas en situación de deambulancia es Centro Habana, seguido por Habana Vieja, Cerro y Diez de Octubre.
Es importante destacar que muchos no son nativos de La Habana, sino que han llegado a la ciudad para trabajar o se han mudado por diversas razones. En su mayoría, estas personas no tienen su carnet de identidad original con dirección en la capital, pero han establecido su residencia en la ciudad y se han naturalizado como habaneros.
Sin embargo, la presencia de deambulantes no se limita únicamente a la provincia de La Habana. Se han registrado casos de personas provenientes de todas las provincias del país, aunque algunas tienen una presencia mayor que otras. Por ejemplo, las provincias orientales, Artemisa y Mayabeque tienen una mayor cantidad de deambulantes en La Habana debido a su cercanía geográfica.
Agrega que en el marco de las nuevas leyes, como el Código de las Familias, se ha incrementado la responsabilidad y las facilidades para proteger a las personas mayores. Estas leyes permiten revertir procesos relacionados, por ejemplo, con la venta o donación de viviendas. Es relevante destacar que se han identificado casos en los que se han logrado rescatar derechos que podrían haber sido vulnerados, devolviendo a las personas a una situación más favorable.
“El Grupo Provincial de Protección Social en La Habana ha fortalecido su labor en respuesta a estas nuevas leyes. Este grupo, coordinado por el gobierno, incluye a la fiscalía, la dirección provincial de trabajo y seguridad social, la Policía Nacional Revolucionaria (PNR), el sector de salud pública y el sector de vivienda. Cada municipio también cuenta con su propio grupo municipal de protección social, siguiendo la misma composición. Esta estructura nos permite evaluar de manera quincenal, en un espacio designado para tal fin, a las personas que son recogidas en la calle por el grupo de clasificación”, explica.
Llanes Mestre acota que en cada municipio de La Habana se ha establecido un grupo de clasificación compuesto por representantes de trabajo y seguridad social, salud pública y la PNR. Para abordar la presencia de deambulantes, se ha implementado un servicio de transporte diario en forma de ómnibus. Aunque esta situación se encuentra presente en todos los municipios, la mayoría de los deambulantes se concentran en Habana Vieja, Centro Habana y Plaza de la Revolución. Estas áreas son atractivas debido a la mayor concentración de centros comerciales y al flujo turístico en La Habana, dice.
En el resto de los municipios, la recogida de deambulantes se realiza de manera esporádica, según se van identificando. El propio municipio los recoge en un transporte administrativo y los lleva a un centro de clasificación. En Centro Habana y Habana Vieja, por ejemplo, la clasificación se realiza en un policlínico. Allí se registra a las personas recogidas y se les hace una ficha policial. Muchos de los deambulantes no poseen documentos de identificación, pero a través de sus huellas dactilares es posible identificar su nombre y lugar de residencia.
En colaboración con la PNR se ha establecido un convenio para devolver a los deambulantes a sus provincias de origen. Dos veces al mes, en viernes alternos, se lleva a cabo este proceso desde el centro y el oriente del país.
Hasta octubre de 2023 ya habían sido devueltos un total de 27 deambulantes a otras provincias, pero aún quedaban pendientes llevar a seis hasta la región oriental y a 31 hasta la región occidental. Se ha observado que entre los deambulantes hay personas provenientes de diversas provincias, como Pinar del Río, Mayabeque, Artemisa e incluso de la Isla de la Juventud. Resulta sorprendente que algunos deambulantes de la Isla de la Juventud no sean capaces de valerse por sí mismos y necesiten ser recogidos en La Habana. A pesar de ser devueltos a su lugar de origen, estas personas regresan a la capital en poco tiempo, lo cual plantea interrogantes sobre cómo logran hacerlo y mantenerse en esta situación, comenta.
Orestes Llanes Mestre, coordinador de fiscalización y control del gobierno provincial
El funcionario explica que la devolución de los deambulantes se realiza en coordinación con el sistema de prevención de la provincia de origen. Se lleva a cabo de manera organizada y se entrega a la dirección provincial de trabajo y seguridad social correspondiente. Cada provincia tiene su propio sistema de protección social, adaptado a su nivel de proliferación de deambulantes.
También se realiza la devolución a las familias. Este proceso se lleva a cabo de manera oficial y en presencia de autoridades. No basta con que el deambulante declare tener una casa, sino que un familiar directo debe presentarse para recibirlo. Se realiza un acta de entrega y se enfatiza la responsabilidad de esa persona en proteger y garantizar que el deambulante no vuelva a hacerlo.
Mientras todo ese proceso se organiza, en las instalaciones para deambulantes se llevan a cabo diversas actividades recreativas y deportivas con el fin de colaborar en su proceso de reintegración. Los trabajadores sociales y asistentes desempeñan un papel fundamental al brindarles apoyo y acompañamiento en su camino hacia una vida social plena.
“Se han logrado reintegrar a muchos deambulantes a la sociedad, lo cual evidencia el éxito de este programa. No obstante, es sorprendente descubrir que algunos deambulantes optan por regresar voluntariamente al centro, pues se sienten protegidos y seguros en este entorno”, comenta LLanes Mestre.
En términos de atención médica, el Centro Provincial de Protección Social cuenta con una posta médica que opera las 24 horas del día. Además, se dispone de un taxi de guardia para trasladar a los deambulantes a hospitales en caso de emergencias. Los hospitales Miguel Enrique, en San Miguel del Padrón, y Julio Trigo, en Arroyo Naranjo, estalecieron convenios de trabajo específicos para brindar servicios especializados a estas personas, incluyendo atención psiquiátrica en casos de descompensación.
“Cuando los deambulantes son recogidos, muchos se encuentran cargando mochilas viejas y bolsas de nylon. Sin embargo, estos objetos no son permitidos en el centro debido al riesgo de enfermedades. En el exterior hay un amplio contenedor contratado con el departamento de Comunales del Cotorro, donde se deposita todo ese material”, explica.
La heterogeneidad es una característica distintiva del centro de protección, refiere coordinador de fiscalización y control del gobierno provincial.
“Hemos acogido a personas de diferentes rangos etarios, incluso casos sorprendentes. Recuerdo claramente a un joven holguinero de tan solo 23 años que llegó a nuestras instalaciones. Además, tuvimos la experiencia de una mujer residente en Marianao, cuya vivienda, una modesta casita de madera, se derrumbó dejándola en una situación desamparada. Esta mujer, además, padecía de retraso mental, al igual que su hijo de 22 años. La diferencia de edad entre ellos superaba los 50 años, lo que evidenciaba un vínculo materno-filial único. Ambos se encontraban en situación de deambular y fueron admitidos en el Centro Provincial de Protección Social”, rememora.
No obstante, surgió un desafío al momento de alojar al hijo en el pabellón destinado a los hombres. Dado que desde su nacimiento había compartido cama con su madre, se tuvo que crear un espacio adecuado dentro del área femenina para que pudiera vivir de manera aislada. Cabe destacar que ambos presentaban retraso mental. Tristemente, la madre falleció, y el hijo fue trasladado a un centro especializado en atención psicopedagógica”, cuenta Llanes Mestre, quien enfatiza la importancia de la integración social.
Pero, ¿cuál es el rol de la Vivienda Provincial en este grupo de personas?
De acuerdo con el entrevistado, el representante de la Vivienda Provincial tiene la misión de investigar si aquellos individuos que deambulan alguna vez han sido propietarios de viviendas, y se han detectado casos sorprendentes.
“En La Habana hemos descubierto a un grupo de personas que se encuentran en situación de deambular, pero que, paradójicamente, son propietarios de viviendas. Estos propietarios, en algún momento de su vida, han traído a familiares, ya sea sobrinos, hermanos, primos o amigos, del interior del país o incluso de la misma ciudad, para que vivan con ellos con el compromiso de cuidarlos. Sin embargo, con el tiempo estas personas han abandonado a sus cuidadores y disfrutan de una propiedad que les pertenece legítimamente”.
“En los casos en los que detectamos que uno de ellos es propietario de una vivienda, se llevan a cabo acciones concretas. Por ejemplo, en la actualidad tenemos el caso de un señor que posee un apartamento en el Vedado de La Habana. Él es propietario, pero su sobrina, quien vivía allí también, tuvo que ser retirada debido a su abandono. En este punto, la fiscalía y la Vivienda Provincial desempeñan un papel importante.
“Otro matrimonio mostró interés en cuidar a este señor y se le concedió la custodia legalmente, después de verificar que no tenían antecedentes penales y eran personas íntegras. Actualmente, se está revisando su situación, y se han realizado visitas al matrimonio para evaluar si están cumpliendo con su compromiso, especialmente considerando que ambos trabajan y se comprometieron a llevar en las mañanas a este hombre a un hogar de ancianos, que nosotros también gestionamos, y recogerlo a las cinco de la tarde.
“Sin embargo, lamentablemente, no han cumplido con su responsabilidad. Actualmente, estamos en proceso de recuperar la casa, ya que cuando se le entregó, se estableció que una vez que el propietario fallezca, esa familia tendría derecho a heredar la vivienda como recompensa, pero tienen la obligación de cuidarlo, la cual no han cumplido adecuadamente. Ahora hay una pareja de San Miguel del Padrón que está optando también, y se están realizando las investigaciones pertinentes por parte de la Vivienda Provincial, la fiscalía y la PNR para verificar la idoneidad de esta pareja y su compromiso. Además, Salud Pública certifica el estado de salud del protegido antes de entregarlo a esta pareja. Es importante destacar que la persona en cuestión está en buen estado de salud y no hay razón para esperar su fallecimiento inminente”, explica.
En cuanto al otorgamiento de viviendas, somos conscientes de la situación que enfrenta La Habana y el país, apunta Llanes Mestre.
Sin embargo, “cuando hay personas en plenas condiciones y sin un lugar de origen, el gobierno las incluye en una lista de asignación de albergues. Por ejemplo, en 2019 entregamos cuatro plazas de albergue a personas en situación de deambulancia, y el año pasado se otorgaron tres plazas, incluyendo una vivienda familiar en Regla a una pareja que contrajo matrimonio mientras se encontraban en el centro y demostraron ser personas honestas y adecuadas”.
Uno de ellos trabaja en una panadería y ella se desempeña como auxiliar integral en una escuela de educación. Se les asignó un apartamento de un dormitorio, sala, cocina-comedor y un baño. Hasta octubre de 2023 se habían trasladado a 41 personas en situación de deambulancia a hogares de ancianos desde el centro, concluye.
Una mirada integral
La realidad económica del país plantea desafíos significativos en la lucha contra la pobreza y la marginalidad. Fotos: Abel Padrón Padilla/ Cubadebate
Si bien el entorno familiar y la responsabilidad individual son factores esenciales en la reinserción de las personas con conductas deambulantes, en tanto funcionan muchas veces como desencadenante de esta conducta, es esencial analizar el contexto socioeconómico actual de Cuba para comprender este fenómeno.
El país ha enfrentado una crisis económica agravada por la pandemia de COVID-19 y el endurecimiento del bloqueo económico impuesto al país por el gobierno norteamericano, lo que ha acrecentado las ya significativas dificultades de la población en la cotidianidad. A pesar de los esfuerzos de protección social del gobierno, existen problemas evidentes como salarios insuficientes, inflación, déficit habitacional y pensiones que no alcanzan, en un escenario demográfico marcado por el envejecimiento y la creciente migración.
La situación económica y las reformas en curso en Cuba han buscado la estabilización, pero aún no han logrado resultados tangibles. Estas dificultades económicas pueden funcionar como desencadenantes de las conductas deambulantes, ya que las personas se enfrentan a la falta de recursos y oportunidades para satisfacer sus necesidades básicas. La insuficiencia de ingresos y la falta de vivienda, pueden contribuir a la vulnerabilidad de la población y pueden llevar en algunos casos a la adopción de conductas deambulantes como una forma de supervivencia.
La realidad económica del país plantea desafíos significativos en la lucha contra la pobreza y la marginalidad. Es necesario abordar estas problemáticas de manera integral, no solo desde un enfoque individual o familiar, sino también considerando el contexto socioeconómico más amplio. Esto implica implementar políticas que fortalezcan el sistema de protección social, aumenten los ingresos y mejoren las condiciones de vivienda, al tiempo que se promuevan oportunidades económicas y se reduzcan las desigualdades.
Sobre ello llama la atención el estudio “Las investigaciones sobre pobreza, vulnerabilidad y marginación en la Cuba actual. Consensos y propuestas a la política social”, de la investigadora María del Carmen Zabala, realizado con el apoyo de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) y la Fundación Friedrich Ebert.
Publicado en mayo de 2021, el estudio analiza la situación de pobreza y vulnerabilidad en Cuba durante el período 2008-2018.
Según Zabala, la insuficiencia de ingresos y la falta de vivienda son elementos claves que contribuyen a la condición de pobreza y vulnerabilidad en el país. Aunque existen políticas de protección social que garantizan el acceso gratuito a la educación, la salud y la seguridad social, así como empleo, salario y alimentación básica, la falta de estadísticas actualizadas dificulta la medición precisa de la pobreza en la Isla.
Los estudios recopilados por Zabala destacan que los territorios más vulnerables son la región oriental, las zonas rurales (especialmente los asentamientos dispersos y las áreas de reconversión azucarera) y los barrios insalubres de La Habana. Además, señala que aunque existen servicios sociales universales y gratuitos, algunos grupos vulnerables enfrentan limitaciones en su acceso y disfrute debido a bajos niveles educativos y de capacitación, así como a la calidad y gestión de los servicios.
Para abordar la pobreza y la vulnerabilidad se proponen varias políticas. En el ámbito sectorial, se recomienda establecer un modelo de gestión pública de la seguridad social y mejorar el sistema de asistencia social para brindar una atención más directa a las situaciones de vulnerabilidad. En términos de equidad, se sugiere, entre otras, fortalecer la capacitación de los responsables de la formulación de políticas y establecer normas para abordar la desigualdad. También se destaca la importancia de conciliar el trabajo productivo y reproductivo, fortalecer la autonomía económica y diversificar la protección económica de las madres trabajadoras.
Otras acciones propuestas incluyen la ampliación de los servicios de cuidado para adultos mayores, el diseño de espacios públicos para promover el empoderamiento femenino, la atención diferenciada a adolescentes y jóvenes, y la implementación de programas de prevención en áreas desfavorecidas con alta concentración juvenil. Además, se insta a abordar la marginación en instituciones y grupos formales, y a eliminar la discriminación racial.
Aunque el artículo menciona que algunas de estas recomendaciones ya se han tenido en cuenta en políticas y programas aprobados posteriormente, como los relacionados con gobernanza y desarrollo local, el combate al racismo y la discriminación racial, y los programas de vivienda que ofrecen créditos y subsidios, es importante seguir trabajando para reducir las brechas de la vulnerabilidad en Cuba.
Porque en la delgada línea que separa a cualquier persona de una situación de calle, las condiciones de vida, oportunidades, y una organización social que funcione de manera inclusiva y equitativa desempeñan un papel fundamental.