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Deporte y Revolución: Un legado que continúa

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Muchos son los ejemplos de la repercusión en el deporte cubano del triunfo revolucionario y viceversa. Desde Juantorena, Ana Fidelia, Sotomayor, las legendarias Morenas del Caribe, las chicas de Veitía, Stevenson, hasta Mijaín López. A todos, los convirtió la Revolución en leyendas, gracias a la concepción del sistema deportivo cubano.

Antes del 1de enero de 1959, el deporte en Cuba se limitaba a cuatro equipos de béisbol profesional y algunas figuras destacadas, siempre por esfuerzo propio.

No existían infraestructuras para entrenar ni competir, escuelas para aprender, resultado de que la actividad deportiva y la recreación carecían completamente de apoyo del Gobierno.

El béisbol se jugaba, casi exclusivamente en La Habana, y era un privilegio de pocos. El deporte, en general, lo practicaban jóvenes de familias adineradas, que asistían a institutos privados, donde había algunas instalaciones, pero casi siempre para entretenimiento.

El primer paso llegó con la Revolución y la declaración de Fidel del deporte como derecho del pueblo. Así nació nuestro sistema deportivo.

La creación del Inder en 1961 propició que la educación física fuera un derecho universal para todos los cubanos, respaldado legalmente en la Constitución.

Unido a esto, se incluyó en el sistema de enseñanza curricular la Educación Física. Poco a poco se fue edificando la pirámide, concebida desde una amplia base, con una cima estrecha.

El inicio en la clase de Educación Física, transitando por el área deportiva, las EIDE, las ESPA provinciales, después por la ESPA nacional juvenil y, finalmente, el equipo nacional.

Hoy, Cuba cuenta con decenas de campeones olímpicos, mundiales, panamericanos y centroamericanos. Si bien toda obra es perfectible y queda mucho por hacer en el sector, el deporte cubano avanza en medio de difíciles condiciones económicas, agravadas por el bloqueo. Así lo ha demostrado en eventos múltiples recientes como los Juegos Olímpicos de Tokio 2021 y los Panamericanos de Santiago de Chile 2023.

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Margarita Mayeta:“La Revolución ha hecho tanto que me muero y no le pago”.

“Nuestro Comandante tuvo la brillante idea de crear en cada provincia una EIDE. A partir de ahí, estaba garantizado el movimiento deportivo. Y los que terminaban las EIDE iban para las ESPA provinciales, que había también una en cada territorio, al igual que las academias.

“De esa cadena de EIDE, ESPA y academia salías bien preparado. Todos los deportistas que asistimos a los Centroamericanos de Panamá 1970 veníamos de las EIDE”, dice Margarita Mayeta, gloria del deporte y fundadora de los primeros Juegos Escolares Nacionales.

La santiaguera de 75 años defiende con tesón un lema: “La Revolución ha hecho tanto que me muero y no le pago”.

Antes del 1 de enero de 1959, la exvoleibolista vivía en un barrio de San Luis, Santiago de Cuba, conocido como ‘bollo manso’. “Era totalmente marginal. Los viernes la gente tomaba ‘mafuco’, alcohol con agua de coco. Los lunes nos enterábamos de los que habían muerto por la bebida, estaban borrachos o presos por agredir a otros.

“Mi casa estaba en muy malas condiciones. Había sido construida con guano y tabla de palma. El piso era de tierra. Mi madre le echaba ceniza con agua y una escoba para que el piso de mantuviera”, cuenta Mayeta quien hoy dirige el béisbol femenino en Cuba.

Recuerda que en aquella época estudiaba intermitente, porque ayudaba a su mamá, Julia Hierrezuelo, que trabajaba como doméstica. “Repartía la ropa que ella lavaba en casa.

“Mi mamá era muy activa, incansable. Salí a ella. A pesar de las dificultades tenía una gran cantidad de ahijados. Era la partera del barrio, pasaba el pañal…una especie de ‘la socorro’ de la cuadra”.

A Mayeta siempre le había gustado el deporte, aunque su familia era de músicos y bailarines empíricos. “También me encanta cantar y bailar, pero las oportunidades me llegaron en el deporte. Mi papá trabajaba en el central Rafael Reyes y había un estadio que se llamaba igual. Desde muy pequeña veía la pelota y me gustaba disfrutar del juego”.

Un día llamó la atención del profesor Pablo Elmer Salazar. “Me motivó a que empezara en algún deporte, para canalizar un poco mis energías. Entonces, comencé en mi propia escuela primaria Mariana Grajales, donde había una cancha de voleibol. Ahí di mis primeros pasos, pero de forma esporádica”.

Margarita era una niña inquieta y hasta nerviosa. Vivía corriendo, trepada en los árboles y eso que era la única hembra de tres hermanos. “Lo único que no aprendí fue a nadar, porque mi mamá le tenía mucho miedo a los ríos, pero lo demás lo hacía. En la escuela me decían que tenía que ser deportista”.

Cuando Mayeta tenía 11 años triunfó la Revolución y poco a poco fue viendo los cambios que trajo. “Mi barrio se transformó para bien. Rápidamente se mudaron nuevas personas, porque dejó de ser marginal.

“A nosotros, la Revolución nos hizo una casa y durante mucho tiempo mi mamá fue presidente del CDR y la FMC. Era una fiel admiradora de Vilma, al igual que yo, desde que fui atleta”.

Asimismo, la joven se adentró en el sistema deportivo cubano. “Participé en el plan listos para vencer (LPV), de 1962, las primera pruebas de eficiencia física que consistían en saltar, trepar la soga… Ahí gané mi primera medallita”, afirma sonriente.

Igualmente, asistió a los campeonatos interbarrios y los primeros y segundos Juegos Escolares Nacionales, hasta que Rubén Cuevas la seleccionó para la Espa nacional. “Después de dos años, integré el equipo juvenil de voleibol y luego fui promovida al nacional. Estando allí, le di vida y puse la vida en el deporte”.

El resto es historia. Margarita Mayeta integró la primera generación de Las Morenas del Caribe, siendo alumna de Eugenio George. Ganó la plata en los Juegos Centroamericanos de 1970, considerados como el despegue del deporte cubano y el oro en los Panamericanos de 1971, donde por primera vez Cuba encabezó el medallero por países.

“Lo de Panamá 1970 ha sido lo más grande que me ha pasado en mi carrera deportiva, porque fue impactante ver al Comandante, cerca de la costa de Honduras, y navegar dos noches y un día con nosotros. Se vivía un momento tenso en Cuba, todo destinado a la zafra.

“Y los deportistas también ayudamos. Al regreso de los Juegos, la delegación completa fue para Jatibonico a aportar su granito de arena”.

Margarita retorna en el diálogo a la década de 1960 del pasado siglo e insiste en el valor de la Revolución triunfante. “Pude ser profesora de Educación Física, luego licenciada y hasta estudiar en 1974 la carrera de Periodismo por el curso de trabajadores.

“Mis hermanos también estudiaron y pasaron al igual que yo por la pirámide de desarrollo. Uno fue pelotero de los equipos Santiago, Metro e Industriales y otro balonmanista, además de que se hicieron técnicos medios y estelares. Eso fue un privilegio, porque ninguno de nuestros padres había podido estudiar una carrera y como ellos nadie en ‘bollo manso’”, relata.

Tras el retiro en 1976, Margarita empezó en el municipio Cerro a trabajar como profesora de Educación Física. Después, pasó a las pre-EIDES como entrenadora de voleibol y luego directora del combinado deportivo de Carvajal.

En 1991 fue promovida a la dirección de deportes en el Cerro. “Ahí permanecí por 29 años. Estando en esa tarea cumplí misión internacional y comencé a atender el béisbol femenino”.

La obra de la Revolución le ha dado y continúa dándole frutos, “porque mis hijos también siguieron en el deporte. Los dos son licenciados, uno estuvo en el equipo racional de voleibol y otro en el de esgrima.

“Nací, crecí y me muero aquí. Jamás me ha pasado por la mente abandonar a Cuba. Otro de mis lemas es: ‘A donde llega la mujer y mujer cubana se rompen obstáculos’”.

Hoy, Margarita Mayeta continúa al frente del béisbol femenino en el país. A propósito, el béisbol, el primer deporte que le llamó la atención en su niñez, por eso “siento como si hubiera estado en la pelota toda la vida”.

José Manuel Cortina: El 1 de enero nos dio la posibilidad de ser mejores 

Y un hombre de béisbol es, sin dudas, José Manuel Cortina, quien nació el mismo día del primer juego oficial en Cuba, un 27 de diciembre, pero de 1950 en el municipio pinareño de Minas de Matahambre.

Cortina, es popularmente conocido en su provincia natal y en Cuba como ‘el reparador de sueños’, por su labor en la recuperación de los brazos de lanzadores y jugadores de posición. Hoy, con 73 años de edad, continúa entre los agradecidos de la Revolución.

“Nací muy cerca del estadio de las Minas, a unos 40 metros del jardín derecho. Vivía en una casa de madera con techo de cinc, como el resto de las de aquella época. Mi papá y mi abuelo trabajaban en Departamento de Transformadores de la Empresa Eléctrica que servía para enrollar los motores que se llevaban para las minas.

“Algo similar me hubiese tocado a mí de no triunfar la Revolución”, asegura Cortina desde su hogar en la ciudad de Pinar del Río.

Explica que en su municipio natal, Minas de Matahambre, solo había posibilidad de estudiar hasta sexto grado. “Existían tres escuelas, una privada para los niños de los americanos, y dos públicas: una chiquita y otra grande. Estuve en estas dos últimas. Había gente pudiente que iba a Pinar a estudiar, pero yo no estaba a la altura de eso”.

Al triunfar la Revolución, Cortina terminó quinto y sexto grados. “Luego hice la secundaria y en octavo grado fui para el Fajardo nacional. Recuerdo que un año antes estuve preparándome en Jibacoa, Las Villas. Vivíamos en casa de campaña. Fueron tiempos difíciles, pero aprendimos del deporte y la vida”.

Muchos de los hombres de la familia de Cortina practicaron béisbol, pero ninguno llegó a investigar, a hacer ciencia, otra de las facilidades que le dio la Revolución. “Mis tíos jugaron en las Series Nacionales y fueron mánageres de los equipos de Las Minas”.

Sus padres tenían sexto grado y su mamá solo pudo ser ama de casa. “En cambio, yo soy licenciado en Cultura Física y mi hija es médico. Sin el triunfo de la Revolución no hubiese podido ser universitario. Mi vida hubiese sido ser trabajador del sector eléctrico, porque me hubiese lastimado el brazo y y no hubiese podido ser más nada”.

En aquella época, cuenta Cortina, se otorgaba trabajo en las minas, pero no todos lo conseguían. “El 1 de enero nos dio la oportunidad de ser mejores. No soy millonario, pero tengo millones de gente que me estiman y me aprecian.

Cortina junto al lanzador pinareño Liván Moinelo. Foto: Angélica Arce Montero/Cubadebate.

“Soy técnico de béisbol y puedo hablar de Ciencia, gracias al conocimiento adquirido”, afirma Cortina, quien ha dedicado incontables horas de estudio al brazo del hombre, las que ha enriquecido en la práctica.

Constancia y lealtad son rasgos de la personalidad del vueltabajero, otra de las enseñanzas de su humilde hogar y la Revolución. “Siempre he seguido el ejemplo de mi mamá, Ana Martínez, a quien todos llamaban Nena. Era fiel a Fidel Castro, al igual que yo.

“Aquí me mantendré con mis lanzadores, recuperando brazos, en pago de la oportunidad que tuve de aprender”, concluyó Cortina.

Con más cinco décadas al servicio de la pelota cubana, Cortina tiene el privilegio de haber rehabilitado a figuras como Jesús Guerra, Rogelio García, Julio Romero, José Ariel Conteras, Ariel Prieto, Luis Hernández, Danny Betancourt, José Ibar, Danny Aguilera, Faustino Corrales, Carlos Yanes, Alain Soler, Vladimir Baños, Pedro Luis Guzmán, José Ramón Rodríguez, Liván Moinelo y la lista aún no termina. En todos los casos desapareció el malestar e incluso estos pícheres, casi todos del team Cuba, ganaron efectividad en clásicos nacionales o fuera del país.

Atendió también a jugadores de posición, entre ellos, Rolando Meriño, Pedro Luis Rodríguez, Yaser Gómez, Yobal Dueñas y a Víctor Víctor Mesa.

Por esa labor recibió recientemente el Premio por la Obra de la Vida en la Convención Internacional AFIDE.

Tomado de Cubadebate

Tomado de Cubadebate

Medio de información alternativa que alerta sobre campañas de difamación contra Cuba. Publica noticias y análisis con un tratamiento objetivo de los hechos. Muestra los intereses que el poder global oculta para mantener sus privilegios. UCI, La Habana, Cuba. editor@cubadebate.cu

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