WhatsApp y sus dos palomitas azules
¡Esta nueva era digital y sus códigos!
A veces todo se resume en un dar-recibir constante, y cuando falla, nos sentimos mal. Deberíamos trabajar en ello, fomentar el desarraigo tecnológico —por llamarle de algún modo a esa dependencia— en nosotros mismos tanto como en hijos, sobrinos, personas bajo nuestro cuidado o en quienes nos acompañan en la vida y nos generan preocupación con comportamientos afines.
Por ejemplo, si publicamos una foto en una red social, nos satisfacen las interacciones que a modo sintetizado de impresión nos dejan con quienes estamos enlazados. Y eso tampoco es negativo del todo, por un poquito de vanidad no merecemos autoflagelarnos. Malo es que en eso se nos vaya la vida, que modifique nuestro ánimo.
Depende de la comunidad, pero las populares en Cuba Facebook, Instagram y X utilizan el «me gusta», aunque también los comentarios enriquecen las publicaciones, todo suma.
Pudiéramos decir que hablamos de feedback, es decir, lo que en comunicación llamamos la retroalimentación producida del receptor al emisor.
En las aplicaciones de mensajería instantánea el asunto es que muchas dan la opción de confirmación de lectura. Es un arma de doble filo. En el caso de WhatsApp, el sueño lo quitan esas dos palomitas que primero significan que llegó el mensaje y luego, cuando de gris pasan a ser azules, ahí es cuando quiere decir que fue leído. El estrés incrementa si pasa el tiempo sin que reciba respuesta quien envió la primera nota. Para quienes les afecta, ese «dejar en visto» es sinónimo de ignorar.
No todos se sienten aludidos. Pero al otro por ciento les quita el sueño esa espera, y no entienden por qué no le responden de inmediato, tan fácil que es ofrecer un acuse de recibo. Muchas razones hay para solo leer y pueden ir desde pretender dilatar el momento, dejarlo para luego y olvidarlo, no querer, o hasta pulsar distraído el «leído» en las notificaciones rápidas y jamás enterarse del recado.
Imagen tomada de https://www.revistaanfibia.com
En cualquier caso, para el emisor angustiado es una situación de incertidumbre porque se siente vulnerable y se monta tremenda película, quizás sin fundamento.
La culpa la tiene la premura con la que vivimos, lo acostumbrados que estamos a tenerlo todo demasiado pronto, de manera expedita. Se nos olvidó cuando antes las respuestas llegaban tras meses de tardanza porque dependíamos del correo postal, del teléfono fijo, incluso de las emisoras de radio que en zonas intrincadas servían de enlace para sus pobladores; eso, sin contar con otras alternativas más primitivas como la paloma mensajera.
El ansioso ve las palomitas azules como lo peor. El «dejar en visto» le hace sentir emociones negativas como que no interesa, le hace pensar sin objetividad y le incita a darle vueltas al tema, revisar a cada rato si llegó lo que aguarda.
La demora suele ser mal interpretada, confunde, disgusta y molesta. En esos casos, si pudiéramos forzar nuestras mentes, la mejor opción debería ser «desconectar», restarle importancia, bajarle un poco a las expectativas.
La paciencia puede ser una virtud difícil de cultivar, pero podemos intentarlo. Pensemos que no siempre el otro actúa deliberadamente, no siempre podemos dominar todos los escenarios, y aunque es cierto que en ocasiones se trata de cuestiones cardinales, esos pensamientos negativos nos restan, nos dañan.
Dependiendo del contexto, siempre estará la opción de insistir una vez, puede ser, pero ya pasarse puede dejarnos proyectar una imagen de desesperación, y en no pocas oportunidades generará el efecto contrario al que buscamos: rechazo.