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El pueblo reconoce el espíritu de sacrificio de los agropecuarios 

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El 3 de octubre de 1963, hace 60 años, Fidel firmó la segunda ley de reforma agraria, y esa fecha, a partir de la cual creció masivamente el sector estatal de la agricultura cubana fue escogida como Día del Trabajador Agropecuario.

Recuerdo que un obrero agrícola por aquellos años 70 tenía un salario diario de 3 pesos con 10 centavos. Hoy los ingresos son muy superiores pero no hay dinero que pague una labor tan abnegada, muchas veces expuestos a los efectos de la lluvia y el sol, y al paso de los años no es que sobre la tierra es que le faltan brazos a nuestra agricultura.

Villa Clara tuvo sus mejores momentos en esa rama a mi juicio a comienzos de siglo cuando surgió la vigorosa red de Mercados Agropecuarios Estatales y más recientemente en los años previos al huracán Irma cuando hasta la carne de cerdo era estable a precios asequibles en la red de venta.

Fueron tiempos en que debió ser sede a mi juicio de la celebración nacional por el 3 de octubre que nunca se ha realizado en la provincia si no hay algún desliz en mi memoria. El día de los Tabacaleros el 29 de mayo y también el 21 de junio, del Trabajador Forestal sí, pero el de los agropecuarios no.

Por eso me pareció más que un reconocimiento a los resultados actuales que no son satisfactorios hoy en ningún territorio del país, un acto de justicia histórica, la decisión de celebrar este año en nuestra provincia el acto nacional y precisamente en el Proyecto de la Autopista, dónde se muestra el camino a seguir que es sembrar brazos jóvenes en los campos para que el marabú pueda transformarse en comida. La grave situación energética llevó a la atinada decisión de suspenderlo.

No importa, no es un acto en sí lo que más necesitan nuestros agropecuarios sino el reconocimiento diario allí al pie del surco, el máximo apoyo posible a su labor estratégica, los insumos imprescindibles para poder lograr que la tierra de frutos, que la semilla se convierta en quintales de productos y la ternera llegue a convertirse en añoja, novilla y vaca, para ver si un día tenemos leche y carne.

Lo más importante es reafirmarle a los agropecuarios lo importante que son y que el pueblo reconoce su sacrificio porque sabe de su espíritu, que ni las peores circunstancias han podido doblegarlos.

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