Peluqueras y barberos, confesores del filo
Permanecer en una peluquería con más de dos clientes y durante al menos una hora equivale a cargar la mochila con los comentarios y las anécdotas más inimaginables.
Desde historias amorosas propias y ajenas hasta consideraciones sobre la realidad nacional e internacional, pasando por terapias para la autoestima y por la actualización de los últimos precios que conmocionan bolsillos. El más variopinto panorama se desgrana junto a olores a peróxido, amoniaco y keratina.
Y la peluquera asiente, apoya, apenas sugiere, pero sobre todo asume con discreción y responsabilidad su misión, que por lo regular desborda lo meramente referido a la belleza de quien deposita su aspecto en esas manos hábiles con afiladas tijeras y peines.
Vienen al caso estos apuntes porque hoy el mundo celebra el Día Internacional del Peluquero y vale hacerle justicia a esa necesaria profesión, que en Cuba fue de las primeras, peluqueros y barberos incluidos, que experimentaron el arrendamiento de locales del Estado y que hoy, mayoritariamente, es ejercida por actores no estatales.
La ministra de Comercio Interior, Betsy Díaz Velázquez, recordaba el año pasado que cuando en 2014 se traspasaron a formas no estatales establecimientos dedicados a los servicios personales (peluquerías, barberías, entre otros) éstos tuvieron una mejoría.
El 25 de agosto es el Día Internacional del Peluquero (entiéndase peluqueras y peluqueros) porque se toma como referencia la fecha de santificación por la Iglesia católica de Luis IX, Rey de Francia, y fue dicho monarca quien durante su reinado confirió jerarquía a esa profesión al declarar a su peluquero oficial como hombre libre y equipararlo con caballeros, magistrados y médicos autorizándole el uso de un espadín que así lo distinguía.
Pero las referencias al oficio de peluquero se remontan a mucho tiempo atrás, tanto que en la antigua Grecia y en Egipto el cuidado del cabello de los amos era esencial, considerando no solo su función estética, sino también la mágico-religiosa, y quedaba en manos de esclavos.
El primer barbero del que se tiene noticias fue Meryma’at, quien en el antiguo Egipto afeitaba cabeza y cuerpo de los sacerdotes de Amón cada tres días.
En Cuba, los antecedentes primeros de peluquería remiten al año 1552, cuando, de acuerdo a lo recogido en las Actas Capitulares, el barbero y cirujano español Juan Gómez, recibió la licencia para ejercer de manera única su doble oficio en la villa de San Cristóbal de La Habana.
El Día del Barbero y el Peluquero se celebra en esta Antilla Mayor cada 27 de diciembre desde 1947, con motivo del natalicio en la otrora provincia de Las Villas del barbero, poeta, periodista y revolucionario Juan Evangelista Valdés Veitía.
Son entonces dos las oportunidades en el año para felicitar en esta Isla a esos profesionales, que tributan a la belleza y no pocas veces también ayudan a componer autoestimas y sentimientos varios, al filo de sus tijeras.