Filme Oppenheimer y una posible sexta extinción global (I) (+Fotos)
Connecticut, EEUU (Prensa Latina) Acabo de ver la película “Oppenheimer”, la que a pesar de su insufrible protagonista, trasmite un poderoso mensaje antinuclear que difícil, si no imposible, dormir tranquilo después de contemplarla.
“Oppenheimer” debiera proyectarse gratuitamente en el Capitolio y la Casa Blanca, en Washington DC, a quienes están empeñados en gastar $ 1.7 billones (millones de millones, no miles de millones) en las próximas décadas para construir nuevas armas nucleares para matarnos a todos, o casi todos.
Solo aquellos con un deseo de catástrofe existencial, o en la nómina de Northrop Grumman, la principal empresa militar con los contratos de «modernización» nuclear, podrían ver “Oppenheimer” y aún apoyar el rearme nuclear de Estados Unidos, un espectáculo de terror ahora en marcha con las bendiciones de los políticos del Potomac. Es necesario repetir la congelación de armas nucleares de los 1980, hay que evitar que el Congreso y la Casa Blanca asalten el tesoro de los EEUU., que es propiedad del pueblo estadounidense, para expandir el ya desmesurado arsenal nuclear del país y así provocar que otras potencias sigan el mismo camino.
Rusia no es la mala de la película, conversó Radio Miami con Paty Barba y Silvano Angeles (México).
Además de acercar a la humanidad a un desastre nuclear que probablemente cause la sexta extinción global¹, por primera ocasión involucrando a miles de millones de seres humanos.
Ese dinero, tecnología, talento, recursos de todo tipo, son urgentemente requeridos en salud pública, educación, enfrentamiento al cambio climático, producción de alimentos, y un montón de otras causas útiles que desea y necesita el 99 por ciento del género humano.
En la agenda está un nuevo misil crucero nuclear lanzado desde el mar, una bomba de gravedad con implosión de radiación en dos etapas, un bombardero estratégico de largo alcance, el reemplazo de 400 misiles nucleares subterráneos en el medio oeste con 600 nuevos misiles balísticos intercontinentales. Estos nuevos ICBM, conocidos como “Centinela”, podrían transportar cada uno hasta tres ojivas 20 veces más poderosas que las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki que incineraron a 200 mil personas en un lapso de tres días y siguieron matando a otros muchos por décadas.
El actor irlandés Cillian Murphy interpreta el papel de J. Robert Oppenheimer, un científico maquiavélico, un mujeriego infiel, un hombre con pocas convicciones pero muchos “dragones” dentro de sí, que vive una época emocional de ambición, dudas, egoísmo, remordimientos y “resignación”.
En una escena que recuerda a la absurda década de 1950 en los EEUU., cuando los escolares se escondían debajo de los pupitres en simulacros de golpes nucleares, los científicos se ponen lociones contra quemaduras solares y gafas oscuras para protegerse durante el primer ensayo nuclear conocido como Trinity. Esta prueba atómica, por cierto, fue realizada sin previo aviso a quienes residían en regiones donde el viento llevaba la radioactividad, la mayor parte pueblos indígenas que vivían en reservaciones del suroeste de los EEUU. y que desarrollaron distintos tipos de cáncer como resultado de la radiación. Mas tarde Truman (representado en la película como afectado y arrogante) ordenaría lanzar una bomba de uranio llamada «Little Boy» sobre Hiroshima y otra (“Fat Man”), sobre Nagasaki.
Me preguntaba al salir del cine:
• «¿Dónde están las víctimas japonesas en esta película? ¿Por qué faltan sus imágenes?”
• ¿Por qué nunca se les muestra retorciéndose de dolor, sus vidas y ciudades destruidas?» En cambio, los objetivos humanos se ven solo a través de la lente de Oppenheimer, quien imagina fantasmas sin rostro con rayos X desgarrados en los restos en llamas, su piel, su carne cayendo de sus huesos, sus cuerpos desapareciendo en la nada.
• La omisión de las víctimas reales puede tener sentido desde la perspectiva de un cineasta, pero no desde el punto de vista de los historiadores y de los que dicen la verdad.
• El escritor y director Christopher Nolan podría habernos mostrado fotos, auténticas imágenes aéreas de los japoneses, cegados y quemados, antes de que aparezcan los créditos finales para recordarnos que el horror es real, no solo una película de Hollywood destinada a recibir varias nominaciones al Oscar.
“Oppenheimer”, rompe el persistente mito en los Estados Unidos, de que no había otra opción que lanzar las bombas atómicas para poner fin a la Segunda Guerra Mundial. A través del diálogo, se expresa claramente que Japón estaba a punto de rendirse, el Emperador simplemente necesitaba salvar la cara; el objetivo de irradiar Hiroshima y Nagasaki, apuntando a civiles en ciudades lejanas, no era salvar al mundo, sino mostrar a los soviéticos (que estaban en ese momento ejecutando la masiva ofensiva en Manchuria, Sur de Sajalín, Islas Kuriles y Norte de Corea) que Estados Unidos poseía la tecnología para destruir el mundo, así que mejor no andar molestando al poderoso imperio, que sería “aliado” de la URSS por unos días más, para inmediatamente después (como lo había sido durante 1917– 1941) retornar a su rol de frenético e implacable enemigo.
Por otra parte la captura de las principales islas de Japón con métodos convencionales, hubiera implicado operaciones anfibias descomunales, que hubieran hecho palidecer el desembarco de Normandía (1944), bajas de los EEUU. por cientos de miles, y de Japón probablemente por millones de personas.
No se debe olvidar que la guerra entre los Estados Unidos y el Imperio nipón, fue una guerra inter- imperialista, por el dominio del Océano Pacifico, el control del inmenso mercado de China, por los recursos naturales y demográficos de las colonias británicas, francesa y holandesas. Esta guerra no empezó con el ataque a Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941 (como muchas décadas más tarde la guerra de Ucrania no comenzó en febrero de 2022, ni mucho menos).
Por otra parte, no existe la menor duda de que los halcones imperiales japoneses, los Tojo, Yamamoto y muchos otros, de haber logrado construir la bomba atómica, la hubieran usado contra los EEUU. y sus aliados occidentales, contra la URSS y en primerísimo lugar contra el pueblo chino. Durante la ofensiva estratégica de Manchuria, tropas soviéticas capturaron al destacamento japones 731, un inmenso laboratorio donde se probaban armas biológicas letales, como la peste bubónica en prisioneros chinos, soviéticos y de países occidentales.
Nada de ello justifica, ni por un instante, el uso de las bombas atómicas contra Hiroshima y Nagasaki. Entre los 214 mil muertos en horribles circunstancias no había un solo almirante, general o miembro de la familia imperial nipona. Solo pueblo.
La ofensiva estratégica soviética en Manchuria y otras áreas (1945), destruyó las principales fuerzas terrestres de Japón, el así llamado Ejército de Kwantung y sus aliados. Estas fuerzas comprendían: En Manchuria 665 mil 500 efectivos, 290 tanques, mil 042 aviones. En la península de Corea 335 mil 900 efectivos, 80 tanques, 962 aviones. En el sur de Sajalín y las Islas Kuriles, más de 100 mil efectivos. Las fuerzas títeres de Manchukuo y otras formaciones pro- japonesas disponían de unos 250 mil efectivos. El Ejército Soviético entregó la mayoría de las armas, municiones e infraestructuras capturadas a Japón y sus títeres, al Ejército Popular de Liberación de China, contribuyendo decisivamente a la victoria de este y la fundación de la República Popular China, el 1 de octubre de 1949.
La guerra del Pacifico, fue esencialmente una guerra naval y de operaciones anfibias, la ofensiva estratégica soviética en Manchuria por mucho la mayor batalla terrestre de ese conflicto.
La película “Oppenheimer” es convincente y significativa en la actualidad, aunque uno no puede evitar pensar que habría sido exponencialmente más poderosa si se hubiera contado desde un punto de vista diferente, el de un científico que se opusiera a la marcha hacia la muerte y la extinción de la humanidad.
Vemos en la cinta a un Albert Einstein quien en la vida real presionó para financiar la investigación de la bomba atómica, para luego oponerse decididamente al proyecto. Podría haber sido su historia, o la historia de uno de los 70 científicos que firmaron una petición de «Truman, no lance la bomba» que Oppenheimer aplastó, persuadiendo a Edward Teller, el «padre de la bomba de hidrógeno» de no presentar al mandatario la petición redactada por Leo Szilard, el físico jefe del laboratorio de Chicago del Proyecto Manhattan. La referencia de la película a la petición fue tan rápida, tan silenciosa, tan susurrada, que una gran parte de la audiencia (sobre todo la estadounidense) podría haberla obviado.
Si no tomamos acción rápida, podríamos perder la oportunidad en que muchos cientos de millones de personas son alertadas acerca del enorme peligro nuclear que se cierne hoy sobre el mundo y evitar un holocausto nuclear, una pesadilla en la que cinco de los ocho mil millones de personas de la Tierra perecerían, ya sea inmediatamente o en los meses siguientes durante la hambruna de un invierno atómico.
La Casa Blanca y la mayoría del Congreso quieren empujar a una población estadounidense sonámbula a la Tercera Guerra Mundial con Rusia, una nación de 143 millones de personas, 195 etnias diferentes y más de seis mil armas nucleares. Para aquellos- como los vergonzosos editores del Washington Post- que insisten en que continuemos financiando para siempre las guerras por el poder universal, para aquellos en altos cargos que rechazan los llamados a un alto el fuego, esta película nos recuerda el peligro existencial que enfrentamos en un mar de negación, complicidad y excepcionalidad (de creerse que los EEUU. como Israel son el Pueblo Elegido y que tienen, por tanto un Destino Manifiesto). Lo mismo con China, Irán o la RPD de Corea.
A pesar de defender durante su campaña electoral el no ser el primero en emplear armas nucleares, la llamada “Revisión de la Postura Nuclear” del presidente Joe Biden se hace eco de la aprobación por su predecesor Donald Trump de ser el primero en usarlas, en caso de que los “intereses de nuestros aliados se vean amenazados”.
Nota:
1.- Las primeras cinco extinciones globales de la vida en el pasado geológico:
•Extinción del Ordovícico – Silúrico: hace 440 millones de años
•Extinción Devónica: hace 365 millones de años
•Extinción Pérmico -Triásica: 250 millones de años •Extinción Triásico – Jurásica: 210 millones de años
•Extinción Cretácico -Terciaria: 65 millones de años