Crónicas bien cortas: ¿Verano para enamorar?
«Cualquier estación es buena para el amor», opina Delia, una señora de 83 años que se enamoró durante el más frío invierno que recuerda:
«Nos conocimos en medio de la zafra, por allá por Perico, donde vivían mis abuelos paternos, era una época distinta, ya yo llevaba cinco años calentando sillones con un novio que me habían escogido en la familia de mis cuñados, éramos tres hermanas, yo la menor y la única que faltaba por casarse, pero qué va, cuando vi aquel guajiro, lleno de sudor y todo, trigueñito, trigueñito y con unos ojos chinos que se le perdían sonriendo… ¡se formó el safarrancho». Esa noche yo no dormí y mi papá creo que no logró conciliar el sueño en semanas, pero bueno, me perdonó, porque al final yo era su niña linda».
Después hubo boda, guateque y cuatro hijos. Más tarde 9 nietos y dos nietas sin que la abuela contará sus secretos. Hasta que al fin, la menor de las nietas, plantó bandera en su mayoría de edad recién cumplida y sin consentimiento de los padres dejó al «novio del pre» y se fue para Varadero con un muchacho que conoció este mismo verano.
Entonces tuvo Delia que poner las cartas sobre la mesa y dejar claro que no es el verano, ni la playa, ni las redes sociales, ni que esta juventud está perdida, es el amor que llega y cambia todo de lugar, da igual en qué punto de su rotación esté la Tierra.
Jamás olvidará Delia la primera vez que «el chino» improvisó para ella, sin decir su nombre, porque «el otro», el novio de los sillones, merecía respeto (y su machete también, acota Delia jocosamente):
Una muchacha tan bella
con luces de primavera
hizo que esté invierno fuera
verano si pienso en ella…
Mi alma cantora y plebeya
Se rinde ante su candor
de mi mañana el color
de mi tarde la alegría
de noche una melodía
para conquistar su amor
«¿Que si recitó las décimas? De eso nada, las cantó sin levantarse de su butaca ni soltar la aguja y el hilo. Ahí mismo se terminó la discusión y la gritadera, toda la «family» hizo silencio para escucharla y bueno, el resto ya lo conoces, ayer regresé a Varadero y aquí estamos, medio escondidos, con un poco de miedo, pero felices, si es un «amor de verano», como dicen mis padres, pues que sea intenso como el sol ¿Y si resulta una historia como la de mis abuelos? Nadie sabe, pero tampoco es que nosotros estemos pensando en eso, estamos viviendo…», me terminó de contar Lily, la nieta de Delia, mientras refrescábamos de la segunda vuelta en la montaña rusa del Todo en Uno.
Nos acabábamos de conocer, pero fue como si ella, reconciliada hasta consigo misma gracias a la abuela, necesitara hablar. Entre tanto calor y dificultades, el verano trae amores y experiencias que alivian y que vale la pena contar – vivir.