Una supuesta base de espionaje, ¿fragua de un nuevo Maine?
El infundio busca justificar el recrudecimiento del bloqueo y escalar acciones agresivas contra la Mayor de las Antillas
Obedeciendo a los intereses más reaccionarios de EE. UU., ha comenzado una nueva campaña contra Cuba. La fábrica, que parece no tener descanso, alimenta al Moloch de la ignominia.
El miembro del Buró Político del Partido y ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Bruno Rodríguez Parrilla, en una declaración, expuso el pasado lunes que «las afirmaciones del Secretario de Estado de Estados Unidos sobre la presencia de una base de espionaje de China en Cuba constituyen una falsedad».
La respuesta del Canciller estuvo motivada por la intervención reciente de Antony Blinken, durante una rueda de prensa en Washington, en la cual aseveró que su Gobierno tiene una estrategia para contrarrestar el espionaje chino en Cuba y en otros países, y que está dando buenos resultados.
Días antes, el periódico estadounidense The Wall Street Journal, que tuvo el «crédito» de poner en circulación la mentira, afirmó que existe un acuerdo entre Cuba y China, en materia militar, para la instalación de una supuesta base de espionaje.
La fake news fue propalada de inmediato por otros medios que, como acostumbran, no comprueban la veracidad de la noticia cuando de dañar a Cuba se trata.
Nuestro país es firmante de la Declaración de América Latina y el Caribe como Zona de Paz, suscrita en La Habana, en enero de 2014. Su posición de rechazo a toda presencia militar foránea en América Latina y el Caribe es meridiana. La única base militar extranjera en nuestro territorio es la que ilegalmente ocupa una porción del territorio nacional en la provincia de Guantánamo.
No se trata de una acusación a la ligera. Detrás de esa falsa noticia se esconden las intenciones de sectores obcecados y retrógrados que buscan justificar el recrudecimiento del bloqueo y escalar acciones agresivas contra la Mayor de las Antillas.
Incluir a Cuba en listas negras de toda clase y acusarla de «amenazar la seguridad nacional de EE. UU.» tienen un efecto dañino inmediato sobre sus relaciones económicas con el mundo. Busca, además, justificar sus acciones en caso de que tomen la decisión de usar la fuerza.
Por otro lado, realizar campañas duraderas causa efectos negativos en la sicología del agredido, y condiciona la visión que el resto del mundo tiene, en este caso, sobre Cuba.
No se trata de algo nuevo, esta operación repite viejos recursos. Recordemos la ficción de los «ataques acústicos» contra funcionarios estadounidenses en la Embajada de EE. UU. en La Habana, que sirvió de justificación para apretar aún más el cerco contra la Isla o, retrocediendo unos años en el tiempo, aquel peligroso invento de las armas biológicas del año 2002.
En aquel entonces, el subsecretario de Estado para el Control de Armas y la Seguridad Internacional, John Bolton, acusó falsamente al Gobierno cubano de poseer un programa para el desarrollo de armas biológicas de destrucción masiva, y culpó a la Isla de compartir sus conocimientos con terceros países.
La estratagema de fabricar un Maine es extremadamente peligrosa. Debemos estar preparados, alguna vil acción se gesta contra el pueblo cubano.