Tiempo de recontar la parranda
El tiempo de los talleres es como el de la reparación de los sueños de una comunidad
Ha llegado el momento del año en el cual los barrios parranderos rinden cuentas ante los simpatizantes. Hay que hablar aquí de un ejercicio de democracia que acerca la cultura popular a la génesis de su desarrollo y establece lazos de identidad que resultan irrompibles. Las redes sociales, por demás, hacen de los talleres algo global y las personas que están allende los mares pueden seguir los debates, se da así una retroalimentación universal que solo los habitantes del centro de la isla de Cuba conocen y que se revela insólita para todo aquel que no haya nacido en una de estas comarcas ceñidas por el fuego de los voladores y el brillo de las carrozas.
Mi memoria de hijo de parrandero me lleva hacia los tiernos años, cuando en los salones de alguna institución del municipio se reunían los mayores e iniciaban los debates encendidos en torno a lo que se sueña, lo que se hace, lo que queda por lograr. Eran batallas campales en las cuales había más de insatisfacción y de dolor que de gozo y es que las parrandas desde hace mucho arrastran no pocas crisis. Este año, como ya se ha hecho común, las autoridades y los especialistas del Museo de las Parrandas han estado en los talleres para beber de las consideraciones del pueblo en un panorama complejo en el cual no hay lo esencial para llevar adelante los sueños más elaborados, los trabajos más lujosos o las quimeras que subyacen en la imaginación. El tiempo de los talleres es ese en el cual se llama a la unidad de los barrios y al trabajo, al sacrificio y a elegir alguna que otra directiva en el caso de que la anterior no haya estado a la altura. En Remedios, el barrio El Carmen se reconformó por tercer año consecutivo, a pesar de que hubo una mejoría en la gestión cultural del pasado diciembre. El taller sirvió como horizonte de confirmación de la identidad y del orgullo de los portadores. Para que haya creación debe existir contradicción, choque, y los talleres son eso, pero más que nada un crisol de aspiraciones.
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Para calibrar los gastos, las aportaciones, los pesos de determinada gestión; sigue siendo relevante que los directivos de los barrios rindan cuentas. Este proceso, que en las parrandas del siglo pasado se daba mediante la publicación de los documentos de la tesorería, acontece con poder factual en la actualidad. Los barrios carecen de autoridad jurídica, su entidad es solo cultural y ello los lleva a una existencia híbrida entre lo formal y lo permisible, entre lo rebelde y lo correcto, de ahí que los simpatizantes deban ver el fruto de lo que se hace. Quizás estemos ante el único festejo popular en el cual se pide cuentas de esta forma, aunque el mecanismo no sea infalible.
Hay que mencionar aquí que en este fenómeno en los últimos años se ha dado un proceso de reconversión del financiamiento en el cual se vuelve a formas privadas, ya que las fuentes estatales se están revelando como no suficientes. Las donaciones, la disponibilidad de capital extranjero, han sido beneficios que las parrandas reciben entre el aliento contradictorio del desarrollo global y de sus complicaciones. Porque si bien ello implica más recursos, las mentalidades locales no han ido parejas con este cambio. Mayor dinero significa mayor necesidad de control sobre los activos y una seriedad en la rendición que quizás no esté ceñida dentro de los mecanismos tradicionales.
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Remedios no solo es la ciudad cabecera y de hecho las parrandas son un complejo entramado que abarca casi toda la región centro norte de Cuba con altos niveles de porosidad y de contaminación entre las prácticas culturales. Así algo que se lleva adelante en Guayos puede verse de inmediato en Caibarién. Todo ese andamiaje hace de las parrandas algo que requiere de un pensamiento más allá de lo ingenuo, que las coloque en otra dimensión organizativa. En cada uno de los talleres se suele hacer alusión a ello, de una manera más o menos velada, pero casi siempre relacionada con la realidad no siempre transparente de los recursos y su destino.
Formas de gestión como los proyectos de desarrollo local intentaron darles forma jurídica a las parrandas desde la imbricación de nuevos actores económicos. Pero del dicho al hecho va mucho y el procedimiento, además de burocrático, no rinde todos los frutos en medio de un panorama en el cual no existe el financiamiento ni la apertura vital para que se den movimientos de capital a gran escala. Las parrandas requieren de transformación y de ir hacia un híbrido económico entre lo patrimonial y lo sustentable, entre lo que nos define como portadores y la globalidad que persiste con sus cargas.
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El tiempo de los talleres es como el de la reparación de los sueños de una comunidad, las personas se reencuentran e incluso sanan las enemistades que pueda haber por algún motivo. Olas de odio, de diferencias, se han ido a partir de las confrontaciones sanas entre los vecinos, los artistas, los amantes de las tradiciones. Y allí las fiestas son rituales que trasforman el significado de la vida y nos otorgan una esperanza para desde la cultura poder restañar lo que somos. Quienes evalúan la ocurrencia de estos fenómenos en la vida cubana, deberían tomar nota.