De IA y DeepSeek en la boca del lobo
Vivimos en una era tecnológica de incesante despliegue, de disputa constante por dominar ese mercado, por concebir la creación de mayor impacto. Las grandes corporaciones no cesan en tal empeño, y esto, como es lógico, despierta conflictos cuando las partes descubren que pierden el terreno conquistado o sienten que se estancan y no cumplen sus expectativas.
Del lado de acá no lo notamos mucho. Cuando más, solo nos enteramos de la existencia de alguna novedad, una aplicación o servicio, si acaso. O si leemos las noticias y encontramos que allá afuera se exacerba un tipo de pugna que seguimos como desde la platea, atentos, a veces sin comprender por qué tanto revuelo.
¿A qué se debe la agitación de ahora? La respuesta está en los intereses económicos. Todo es economía en este mundo, y eso es lo que vuelve locos a media humanidad. Sucede con cada asunto, como cuando hace algunas centurias se nos ocurrió mirar al cielo y creer que podíamos llegar a las estrellas, y se convirtió en la obsesión de unos cuantos. Por una época resultó la obstinación de las grandes potencias, hasta que lo consiguieron con toda la parafernalia posible.
Y cuando pensamos que en un siglo de constantes inventos ya es imposible sorprender después de la informática, llega la Inteligencia Artificial a revolverlo todo, y en este minuto se encuentra en su esplendor.
¿De qué se trata? En realidad la Inteligencia Artificial se maneja desde hace muchísimos años, más de 70. Sin embargo, este boom es evidente. Vivimos un momento cumbre de su desarrollo, y podemos encontrarla en casi todas las áreas, en la industria, en la ciencia, en la vida cotidiana.
La Inteligencia Artificial es una disciplina preparada para emular procesos propios del razonamiento de las personas y para eso emplea la recopilación y el análisis de datos; facilita el aprendizaje automático, la optimización de procesos, el reconocimiento de patrones, voces e imágenes; ofrece recursos y operatividad, así como la creación de contenido especializado.
Es sorprendente, pero también da un poquito de miedo cuando profundizamos en lo que son capaces de hacer las máquinas y más si recordamos las históricas y controvertidas ficciones entre humanos y robots. Pero el tema de hoy es otro, aunque sea interesante fantasear con un mundo al límite por el despelote de autómatas que se rebelan.
Imagen tomada de https://www.evaluandosoftware.com
Desde Alan Turing hasta los robots humanoides Sophia, Ameca, y tantos otros, en la actualidad mucho se ha avanzado. Existe Inteligencia Artificial que utilizamos sin prestarle atención. Nos rodea, nos allana el camino porque sus métodos hacen posible la realización de tareas que las personas no podemos, como por ejemplo el sondeo de enorme cantidad de datos o la producción mecánica en tiempo record.
También otras funciones que creemos simples como traducir o dictarle un texto a Google para que lo escriba o localice por nosotros, o encontrar “de manera fortuita” en YouTube listas de música adecuadas a nuestros gustos. Los ejemplos son muchísimos. Pensemos en los asistentes del hogar usuales en los países desarrollados o esos programas que generan imágenes muy creíbles a partir de descripciones que les aportamos, incluso, y más a la mano, la biometría en nuestros propios teléfonos móviles.
Parece ingenuo, pero detrás de todo eso se halla una técnica que aprende según la información concedida, de lo que recopila y almacena en sus memorias. Es bastante serio, y en eso consiste, en lograr una gran base de datos donde quepamos absolutamente todos.
Más allá de la amenaza que pueda ser la Inteligencia Artificial como competencia de las personas al intentar ser como nosotros con el empleo de herramientas que permiten resolver situaciones, y de la responsabilidad que tenemos en este perfeccionamiento para que sea ordenado y moderado para que los experimentos no se salgan de control, debemos tener conciencia de que se trata de un sistema con capacidades, pero no es innato. No es una inteligencia real sino otorgada, no tienen la posibilidad de pensar sin un patrón guardado, sin un algoritmo detrás. Pero, una vez más, este es contenido que luego podremos ampliar.
Las pugnas
Como parte de esta revolución digital se perfecciona cada vez la automatización industrial, el comercio electrónico, los juegos o la experiencia de navegar en Internet, así como un sinfín de innovaciones en el campo de la armamentística. En casi todo está presente la Inteligencia Artificial. Nos acompaña en cada actividad.
Por supuesto, no pueden faltar los ChatBots con bastante credibilidad y una aceptación elevada. Tampoco es una novedad. Se trabaja en ellos desde los años 60 del siglo pasado —recordemos a Eliza—, y cada vez son más eficientes, dotados de herramientas para favorecer el “diálogo” fluido y ofrecer una presunta conversación a partir de respuestas prediseñadas. Todo es una simulación, pero funcional.
Imagen tomada de https://www.huffingtonpost.es
En esta esfera el conflicto de turno es contra DeepSeek. ¿Qué es lo que tiene que mantiene a todos hablando? DeepSeek es una empresa tecnológica, de origen chino, que se dedica a la Inteligencia Artificial. Cuenta con apenas menos de 24 meses de creada, pero recientemente sacó a la luz un ChatBot homónimo que tiene a medio mundo nervioso porque en solo unos días disparó las descargas e hizo tambalear, o al menos, preocupar al punto de la paranoia, a los gigantes ya establecidos, sobre todo los estadounidenses OpenAI, Anthropic, Google y Meta.
En poco tiempo DeepSeek superó al famoso ChatGPT como la aplicación gratuita mejor calificada en la App Store de iOS en Estados Unidos. Y ya sabemos cómo por allá se toman los desafíos, más cuando la apuesta significa disminución de las arcas. El asunto es que a raíz de la presentación del nuevo ChatBot, el mercado de valores del país norteamericano experimentó un considerable hundimiento porque no bastó contender a sus rivales, los superó.
DeepSeek responde preguntas de manera bastante orgánica, no solo ofrece información actualizada, soluciona problemas, sugiere temas, es capaz de generar contenido y ofrecer consejos personalizados. Se le considera más intuitiva, adaptable y ligera, una herramienta eficaz para la toma de decisiones y predicciones.
Eso, además de sus características a lo interno que tienen que ver con su código libre, abierto, gratuito e ilimitado, sin tanto aspaviento ni coacción, con la discreción que caracteriza a los asiáticos —esto también les duele a los bravucones de siempre. Expertos aseguran que es un ChatBot superior tanto por sus servicios tangibles como por sus algoritmos de base, y ahí es donde radica su notoriedad y el porqué la industria tecnológica estadounidense siente que pierde liderazgo.
La carrera por el desarrollo de la Inteligencia Artificial responde a que es un mercado muy atractivo para invertir en bolsa de valores, aparte de otras prebendas un poco turbias relacionadas con el acceso a información privilegiada, claro está. Los grandes conglomerados la consideran fundamental para el éxito empresarial por su probada efectividad en la gestión mercantil.
Está de más decir que DeepSeek incrementa las tensiones geopolíticas —en realidad económicas—entre China y Estados Unidos, justo en este momento cuando recién Donald Trump asumió la presidencia de la nación americana y continúa como férreo detractor de ese gran país asiático, al que asume como amago desde su primer mandato, y por lo cual se declara con tener en la mira cada uno de sus movimientos.
Asimismo, recordemos que entre todas las promesas que hizo Trump se encuentra querer hacer del territorio estadounidense “la capital mundial de la inteligencia artificial”. DeepSeek es un golpe a su propósito hegemónico ante la segunda economía más grande del mundo que constantemente le pisa los talones, o se le adelanta, como ahora.
El sacudón que impuso DeepSeek se siente, y, como es “lógico” ya comenzó la lluvia de agresiones. Sí, porque en la vida real en lugar de ponernos a trabajar para superar a la oposición, preferimos eliminarla a cualquier precio como eso de los ciberataques y la hipercrítica a sus políticas de privacidad, seguridad, así como aspectos de su ética y censura.
No obstante, por esa parte la repercusión solo demuestra la arrogancia de occidente, además de cierta frustración que les lleva a inventar medidas y sanciones amenazantes cuando no consiguen dominar la competencia, un comportamiento infantil de castigo que puede llevarnos al borde de una guerra tecnológica y comercial a gran escala porque no se trata de una islita pobre del Caribe sino de una China poderosa en todos los ámbitos.
Estaremos atentos.