El nacimiento de un genio en Cuba
José Martí amó apasionadamente, y formó parte de lo más brillante de la intelectualidad de su tiempo, siendo considerado por muchos el mejor pensador latinoamericano del siglo XIX
Hace 172 años, en la fría madrugada del miércoles 28 de enero de 1853, Cuba veía nacer al más ilustre de sus hijos, José Martí, en una modesta vivienda de la Calle de Paula en La Habana. No imaginaba el mundo que nacía ese día un genio de talla universal.
Muy niño se percató de las vicisitudes por las que atravesaba su patria y de lo inhumano de la esclavitud. Su amor por Cuba sobrepasó en ocasiones los límites de lo humanamente comprensible. Para la metrópoli española ese sentimiento criollo era un pecado capital que llevó al joven Martí a ser encarcelado injustamente con apenas 17 años.
Se piensa en él y se le ve vestido de negro, como muestra de su luto por su patria, con un anillo de hierro con la inscripción de “Cuba” símbolo de su compromiso con su tierra encadenada. Mismo hierro del grillete que lacerara su joven pero débil cuerpo en las canteras de San Lázaro, donde casi queda ciego por la cal en sus ojos y fue salvado por las plegarias de su madre doña Leonor.
Su castigo a la incondicionalidad hacia Cuba fue el exilio, donde se formaría tanto académicamente como políticamente. Virtuoso innatamente como el genio que nace uno cada siglo, supo ganarse el amor y la simpatía en cada sitio que pisó en su paso por la Tierra.
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Amó apasionadamente, y formó parte de lo más brillante de la intelectualidad de su tiempo, siendo considerado por muchos el mejor pensador latinoamericano del siglo XIX. El periodismo fue el desahogo de sus penas y sueños, dígase bajo su nombre o el seudónimo de Orestes y Anáhuac que utilizó en sus artículos publicados en la Revista Universal durante su estancia en tierra azteca.
El magisterio tocó su puerta por necesidad, pero se convirtió en vocación. De ahí que en su periplo por América fuera reconocido en Guatemala como catedrático de Literatura francesa, italiana, inglesa, y alemana, demostrando sus dotes de políglota, de igual manera sería nombrado catedrático de Historia de la Filosofía.
En tierras norteñas supo hacer el elogio y la crítica oportuna, defendió la originalidad y la autenticidad de lo latinoamericano y lo cubano. Supo representar dignamente a Argentina en la Conferencia Monetaria Internacional, como también lo hizo como cónsul del Uruguay y Paraguay.
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Pero nunca salió de su mente el sueño de una Cuba libre y a todo lo anterior renunció para unir su vida a los destinos de la patria y así logró organizar la que él mismo llamase “Guerra Necesaria” en febrero del año 1895. La que lamentablemente le arrebató la vida, no sin antes trazar con su pluma y su sangre el camino a una patria “con todos y para el bien de todos”.