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Si nuestros hijos nos ven compartir, donar, dar la mano a quien lo precise, de seguro nos imitarán

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Se terminan los días festivos. Volvemos a casa. Atrás queda el hogar de la abuela y el abuelo de Matanzas, con su mágica esencia de familia grande, disfraces, dulces, arroz con pollo y chicharritas… El equipaje regresa un poco más pesado, y en buena parte tiene que ver con los juguetes heredados.

Mi sobrina aventaja en cinco años a mis hijos, y cada vez que algún juguete le resulta muy inocente para su edad, se lo regala a sus primos. Ha sido tan generosa que hemos comprado muy pocos. Esta vez llevamos un cargamento de barbies.

De la misma forma tenemos la ropa y los zapatos que ya no le sirven, y que mi tribu usa muy oronda.

No solo pasa en el marco de la familia. Hemos heredado de hijos de mis amigas, de conocidos, de amistades de mis conocidos,  y hasta de lectores de mi columna. Como creo firmemente que hay que dar como se recibe, (y que cuanto se da, vuelve) aplico el mismo principio; y así las ropas pequeñas van pasando de dueño en dueño, y alguna que otra vez regresan al nuevo bebé de quien un día nos regaló.

Me llena de mucha ternura ver las fotos donde otro niño lleva las ropas que un día usaron los míos. ¿Qué sentido tendría acumular artículos que ya no le serán  de provecho? Esa solidaridad entre madres y padres es otra forma de ayudarnos a enfrentar la crianza, también retadora en lo material.

Claro que habrá quien opte por vender, y es completamente lícito; lo negativo es no ayudar a quien se pueda por puro

egoísmo o altanería, o el consumismo vano por el cual algunos creen que sus hijos deben lucir todo nuevo y que llevar cosas usadas es una especie de deshonra.

A veces nuestros hijos nos sorprenden y son más desprendidos que nosotros: a la manera de Pilar con sus zapaticos de rosa, comparten o ceden algunas de sus posesiones más preciadas. De igual forma, siempre hay que contar con sus voluntades y jamás obligarlos a regalar sus pertenencias si no lo desean.

Si nos ven compartir, donar, dar la mano a quien lo precise, de seguro nos imitarán. Así como también aprenderán a agradecer a quien ha compartido con ellos.

La etapa de la infancia es de tantos cambios en breve tiempo, que creo firmemente en compartir como fórmula tremenda para no caer en una espiral de compras y consumo. Quizá no todos tengamos la misma suerte, pero ojalá.

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