Hay maestros que te retan
A esos educadores apasionados por su vocación, aquellos que perseveran y se convierten en figuras paternas y maternas para sus alumnos
Hay maestros que dejan una huella imborrable en nuestras vidas, ya sea por su rectitud, su vasta inteligencia, su pasión contagiosa o su cercanía con los estudiantes. Algunos son memorables por su fuerza y la precisión de su caligrafía en la pizarra. Pero hay otros que, más que todo eso, nos desafían a ser mejores.
El Día del Educador me devuelve, inevitablemente, a aquel aula pequeña, a esa pizarra gastada por el paso del tiempo y el roce de la tiza, a los rostros expectantes de mis compañeros de aula. No es solo nostalgia; es el recuerdo de esa pasión que la maestra Mayra le ponía a cada materia que impartía, es el recuerdo de esa docente que me marcó de por vida.
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Ella fue la encargada de enseñarme a leer y a escribir, de animarme a recitar mis primeras poesías y hasta participar en obras de teatro. Es de esas que dejan el alma en el aula que sin temor se enfrentaba a diario a nuestras miradas curiosas y preguntas inquietas. Ser maestro no es solo enseñar; es formar, es inspirar, es guiar. Es ser parte de una cadena que conecta generaciones, que transmite el conocimiento y la esperanza a través del tiempo.
Durante un año me creía profesora, tuve la oportunidad de desempeñarme como profesora de Español y Literatura para alumnos de octavo y noveno grado, mientras cursaba mi tercer año de carrera. En ese tiempo, experimenté en carne propia el profundo respeto que se le debe a esta profesión. Recuerdo lo nerviosa que me sentía antes de cada clase; la responsabilidad que conllevaba educar, instruir y enseñar me abrumaba. Fue en ese periodo que comprendí, de manera contundente, que ser educador no es una tarea sencilla.
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El 22 de diciembre nos trae a la memoria una campaña de alfabetización que recorrió lomas y madrugadas, un esfuerzo que marcó un hito en la historia de Cuba. Años después, celebramos y brindamos por esos educadores apasionados por su vocación, aquellos que perseveran y se convierten en figuras paternas y maternas para sus alumnos.
Los grandes maestros son tanto un producto de su vocación innata como del desarrollo que experimentan a lo largo de su carrera. Nacen con el deseo de enseñar y compartir su conocimiento con quienes buscan aprender de sus experiencias y sabiduría. Sin embargo, también se forman y evolucionan en el camino, perfeccionando su arte y enriqueciendo su labor educativa con cada paso que dan en las aulas y en la vida.
Hoy les agradezco a los más de 40 maestros que han enseñado cada cosa que sé, celebro a los culpables, en el buen sentido de la palabra, de que en unos meses yo sea una licenciada en Periodismo. Agradezco su confianza, su cercanía y sus enseñanzas oportunas.