Samuel Urquía Álvarez: «Estar al aire es un gran compromiso con mi país»
Su elegancia y exactitud, su voz profunda y su interpretación han marcado su andar, lo mismo en un dramatizado que en un noticiero radial, en una gala cultural o en un acto público. Él es la voz del centro, la voz dorada de la emisora provincial CMHW de Santa Clara, conocida por todos como la W. Y es también, por supuesto, el padre orgulloso de Cledy, Claudia y Amanda.
Samuel Urquía Álvarez ostenta el Premio Nacional de Locución Violeta Casal otorgado por la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) y ha sido galardonado con reiteración en los Festivales de la Radio y en la red de los principales concursos mediáticos de Cuba, como el Caracol, el Félix B. Caignet y el Santamareare.
Presidente de la Sección de Audiovisuales de la Uneac y de la Cátedra de Locución en la provincia de Villa Clara, su llegada a la radio parece obra del azar a primera vista, mas el camino se ha encargado de demostrar que era el lugar exacto. Y hay una historia imperdible de juegos, de una bicicleta en fuga, de un telegrama…
«Llegué a la radio por casualidad. La mamá de un amigo escuchó en noviembre de 1983 la convocatoria para la búsqueda de locutores que irían a laborar a Radio Caibarién, emisora que se inauguró el 27 de agosto de 1985. Éramos un grupo de amigos y con una pequeña grabadora de casetes, nos grabábamos intentando ser locutores. Idia Brito, la mamá de mi amigo, me había dicho unos meses antes, que de todo lo que había escuchado, lo que más se parecía a un locutor era lo que yo hacía».
«Antes de soñar trabajar en la radio, era oyente habitual de la CMHW, incluso participaba en secciones por teléfono y por correo postal. No tengo antecedentes en la familia, ni participaba siquiera en los matutinos de mi escuela. Llegó el día de la selección en mi natal Camajuaní y allá me fui en mi bicicleta. Al llegar al lugar, había tantos candidatos que seguí pedaleando; comencé a alejarme, pero iba pensando que si no lo hacía bien no importaba, esas personas encargadas de escucharnos no me conocían, ni yo a ellos. Retorné y dejé mi bicicleta en la acera, en esos años no era usual el robo de ciclos. Resultado: aprobado».
«Por aquel entonces trabajaba en Planta Mecánica de Santa Clara, y unos días después, cuando me dirigía a la fábrica en el ómnibus, ya casi al llegar el chofer, sintonizaba la W y el locutor dijo que darían a conocer los nombres de los aprobados. Escuché atentamente y cuando dijeron mi nombre, me bajé de la guagua y retorné a mi casa. Ya mi madre tenía el telegrama con el aviso para presentarme en la emisora, aún conservo ese telegrama. Luego vino el curso y comencé oficialmente el día inaugural de Radio Caibarién. Allí estuve dos años, y en 1987, retorné a W».
La narración es una especialidad exigente en la radio. Es el hilo conductor de la trama, sin ser justamente un personaje. Se trata de manejar las emociones, las suspensiones, las intenciones; se trata de adentrarnos en la atmósfera. Urquía tiene sus propias vivencias y sabe que en tales desempeños, se precisan muchos detalles.
«Nos hemos acostumbrado a que los narradores deben tener voces graves. Estoy convencido de que no es lo más importante y, afortunadamente, hay mujeres que se dedican a la narración. Más allá de la voz que impresiona, prefiero un narrador que se apoye en la interpretación, con un ritmo adecuado para la escena, que sepa emplear correctamente las pausas, que resulte convincente en una escena de amor, y también en una de acción.
«Hay que estar concentrado en lo que ocurre en el estudio para que el producto final resulte creíble para el oyente. El narrador debe tener conocimientos de actuación, esto facilitaría nuestro desempeño. En mi opinión, la narración de dramatizados es la especialidad más difícil de la locución.
«Nunca he olvidado una escena en los inicios de mi carrera, donde la actriz lloraba desconsoladamente a fondo de mi narración, y yo me equivoqué. No me dijo nada, pero me fulminó con la mirada. Resultó muy difícil lograr aquella atmósfera dramática, a tal punto, que tuvimos que hacer nuevamente la escena desde el inicio. En otra ocasión, salvé una escena de acción, pues el personaje debía realizar tres disparos con su revólver y el musicalizador hizo cuatro; por suerte me di cuenta, y en lugar de tres dije cuatro».
La radio es puro dinamismo, todo puede girar en un momento. Un programa informativo o una transmisión especial resultan siempre desafíos; mas el centro de Cuba es también tierra de un patrimonio popular de tanto arraigo como las parrandas. Asumir desde el micrófono, una realidad tan múltiple, ha sumado experiencias singulares a su trayectoria.
«Nuestro estilo se debe moldear a cada género por muy diferentes que sean. Los informativos requieren de mucha seguridad, ritmo, también interpretación; han ido quedando atrás aquellos tiempos donde se aseguraba que la noticia era ʻplanaʼ en su lectura. Es cierto que la narración dramatizada nos impone más matices, debido a las disímiles situaciones a las que debemos enfrentarnos, las que debemos ʻcolorearʼ para atrapar la atención de los oyentes.
«La locución en una parranda o en un carnaval es diferente, se debe emplear un matiz feriado, ser amenos, interactuar con el público. Aquí el desgaste es mayor y debemos tener en cuenta muchos factores que conspiran contra nuestro aparato fonatorio, por ejemplo: la intensidad de la emisión (evitar gritar) tratar de trabajar bajo techo, no ingerir bebidas alcohólicas. Creo que el locutor integral no existe, siempre hay géneros que nos quedan mejor que otros; por eso son tan difíciles las evaluaciones artísticas, a veces hay locutores que se enfrentan en ellas a géneros que nunca, o casi nunca han practicado».
¿Algún premio que resulte especial en tu carrera?
«Todos los premios son importantes. A veces piensas que algo que hiciste es competitivo, lo envías a un concurso y el jurado no lo premia. Otras veces envías algún programa sin esas expectativas, y el jurado sí lo premia. En ocasiones, los resultados pueden ser muy subjetivos. Sin dudas el mejor premio es el reconocimiento popular y el de tus propios compañeros».
Un locutor es su carácter, es su propia personalidad. Un locutor no puede esconderse detrás de un personaje. ¿Cuánto te ha ayudado tu personalidad a permanecer casi cuatro décadas ante un micrófono? ¿Cuánto has dejado de ti mismo? ¿Cómo tocas a Cuba desde Santa Clara?
«Siempre he sido una persona que se entrega totalmente a la obra, echando a un lado intereses personales. Mi entrega es incondicional, sin tener en cuenta días ni horarios; acudir a su llamado lo veo como una obligación.
«Difícil ha sido, por ejemplo, dejar el hogar para estar al aire durante el paso de huracanes, participar en la programación especial por el fallecimiento de nuestro Comandante en Jefe, o despedir al querido colega Franklin Reinoso, Premio Nacional de Radio en 2021, a quién le profesaba un gran cariño y quien fuera uno de mis profesores. Gratificante resulta ver el respeto de tus compañeros y hasta la admiración de algunos, incluyendo los oyentes. Gratificante también es ver cómo alumnos formados por mí, ya comienzan a dar pasos sólidos en esta carrera.
«A pesar de carencias, seguirá imponiéndose la voluntad y los deseos de hacer la radio que desea nuestra audiencia, en esta provincia de Villa Clara, donde años antes de la 2LC de Luis Casas Romero, ya emitía sus señales la 6EV de Manolín Álvarez; aunque no con la sistematicidad necesaria para ser reconocida como la primera emisora de radio en el país. La radio también es arte, y no un arte menor como piensan algunos. Estar al aire es sentirme un hijo de Cuba que sonríe ante cada logro y que también sufre ante las adversidades. Es un gran compromiso, no solo con los villaclareños, sino también con mi país».