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La ciudad del Che, en el corazón de Cuba

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Desde lo alto, Ernesto Guevara de la Serna contempla la ciudad de Santa Clara. Su figura de bronce sobresale en el Complejo Escultórico que guarda sus restos, como una especie de vigilante insomne que escolta a sus hijos, los mismos que lo acompañaron en la importante batalla que liberó a los santaclareños y agilizó la libertad de Cuba con el triunfo de la Revolución.

En el centro de la urbe, todavía pueden verse, en el Hotel Santa Clara Libre, los agujeros de las balas que impactaron contra el listón verde de concreto que, como un gran rectángulo, rompe con la arquitectura de la ciudad.

Como testigo de la proeza, en el Sitio-Museo Acción contra el Tren Blindado se muestran las huellas del descarrilamiento, una hazaña militar que permitió la victoria de las tropas rebeldes y que hoy constituye un sitio que recorren cientos de visitantes.

Más adelante, a unas cuadras, el Che de los niños, del escultor Casto Solano, se ubica a la entrada del Comité Provincial del Partido en Villa Clara. Siempre, ante los pies del Guerrillero, se coloca una flor.

En la Universidad Central «Marta Abreu» de Las Villas, el Che Guevara estableció su Comandancia. Allí, hace ya casi 65 años le otorgaron el título de Doctor honoris causa en Pedagogía.

En su discurso de investidura llamó a pintar la casa de altos estudios de negro y mulato, a bañarla de pueblo, porque «la Universidad debe ser flexible, pintarse de negro, de mulato, de obrero, de campesino, o quedarse sin puertas, y el pueblo la romperá y él pintará la Universidad con los colores que le parezca».

En consecuencia, esta Universidad se ha convertido en una de las más multidisciplinarias del país, y cada 8 de octubre, sus profesores y alumnos, pintados de pueblo, caminan en la ruta del Che.

Cuando Ernesto Guevara comenzó a industrializar al país, Santa Clara acogió las grandes fábricas que todavía hoy constituyen la locomotora fabril de la provincia de Villa Clara.

Sin embargo, a esta ciudad lo unió, desde el primer momento, una relación tan íntima como trascendental: el amor.

Con una santaclareña, Aleida March, compartió su vida, y de esa relación nacieron cuatro hijos: Aleida, Camilo, Celia y Ernesto.

Los lazos del Che con los hijos de esta tierra se fundieron para siempre cuando el 17 de octubre de 1997 el pueblo recibiera sus restos mortales para guardarlos por siempre en Santa Clara, en el corazón de Cuba.

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