El espíritu de los jóvenes
El artista tiene que vivir, pero para eso no puede dejar de serlo, no puede renunciar a lo que lo convierte en un ser único
Desde que el arte surge como parte de la propia especie humana, los jóvenes, los más fervorosos y entusiastas hicieron de las suyas. Eran esos aprendices de los maestros que en el Renacimiento estaban al pie de las grandes obras o los poetas que en un café desbarraban contra las corrientes establecidas.
La creación requiere de fuerza, de irreverencia, de turbulencias y de caos. En ese signo van los que creen en un mundo diferente desde el arte y la belleza. Hace años formo parte de la Asociación Hermanos Saíz y puedo dar fe de que en determinados espacios la organización gremial ha superado incluso a la Unión de Escritores y Artistas (UNEAC). No solo hay mayor deseo de hacer, sino que la AHS ha contado con una cantera de dirigentes de base, todos artistas, de la cual ha salido lo mejor de las artes en este país.
Tras décadas de bregar, los miembros de la AHS dejaron su huella en eventos y en reuniones de carácter nacional y produjeron el sentido necesario para que sean tenidos como la vanguardia. No se trata de que alguien decrete que allí está el arte verdadero, sino que, con obras, con hechos lo han demostrado.
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No solo en el caso de los escritores que son quienes trabajan la palabra, sino los creadores de forma general en su lucha cotidiana contra las dificultades y las incomprensiones. Pero el país se enfrenta a una transformación en la cual la cultura pudiera quedarse relegada.
Estamos en tiempos en los cuales nos abrimos hacia maneras del mercado y de la compraventa que pudieran imponer lógicas de creación en las que haya alguna que otra exclusión de lo que es fundamental o sea de la libertad creadora, de ese signo de irreverencia en el cual viene la calidad de lo que se hace. Es por ello que la AHS posee un papel principal en la nueva Cuba, la que se está formando a tenor de las dificultades que se imponen sin piedad, de los precios de la vida, de las tantas lógicas del mundo competitivo.
El artista tiene que vivir, pero para eso no puede dejar de serlo, no puede renunciar a lo que lo convierte en un ser único. Por ello, la coherencia en cuanto a política cultural debe ser continuar potenciando las maneras en las cuales los jóvenes acceden a los espacios y hacer de alguna manera factible ese trabajo.
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Sin la organización gremial, sin el empoderamiento de los artistas y su participación en los procesos de toma de decisiones, no se podrá construir un ambiente de libertad y de clima propicio a la creación. Hace unos años, cuando se comenzó a hablar de regular la cultura y se establecieron decretos sobre la construcción de sentido, hubo polémica y en no pocos casos los artistas expusieron sus inconformidades válidas.
No se debe imponer una forma determinada en cuanto a lo que es el arte, pero tampoco cerrar las vías para que ese ser que construye la belleza pueda sobrevivir. Y en esos dilemas se sigue debatiendo el tema a día de hoy. Por ello, la política cultural tiene que tomar un papel protagónico, evaluar las prioridades, establecer pautas y dejar de largo las posiciones que no aportan.
La Asociación Hermanos Saíz no es solo la vanguardia, sino el espacio propicio, el círculo de amigos y de jóvenes en el cual se crean valores, se validan y se perpetúan, por ende, es el bálsamo contra la mediocridad y la crisis del humanismo, es la oportunidad para que el país haga las armas necesarias de la batalla cultural y las coloque allí donde van a ser realmente fuertes y efectivas.
Por años, fui un joven irreverente con no pocos choques e incomprensiones, pero si algo vi en la asociación fue la forma en que se articula y nos defiende y cómo dialoga en pos de acuerdos con las instituciones. Este proceso de complejidad extrema ha hecho de los creadores uno de los elementos de transformación de las comunidades y por ello se han modificado las relaciones entre los jóvenes y los decisores, para bien.
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La AHS es entendimiento, es espacio para la consulta y de alguna manera nos ha hecho cambiar a muchos para llevarnos a la madurez, a la seriedad de metas y a lo que puede calificarse como la esencia humanista real. No solo en el sentido de tener un espacio en el cual crear, darnos a conocer como artistas sino en el más estricto de ser lo que somos, sin que para ello debamos recurrir a actividades que no se relacionan con el desarrollo cultural, la belleza, la sabiduría.
En cierto sentido, no hemos de abandonar la idea de que para los artistas son buenas las tertulias, incluso los gremios y que, de allí, de esas influencias salen las generaciones y sus obras.
En cierto modo, la AHS es como los grupos de antaño en los cafés, o los talleres de creación de los maestros, en los cuales hubo siempre jóvenes ávidos de aprender, de hacer y de iniciarse. No conviene tener otra imagen de la organización, que además no debe burocratizarse ya que pierde esencia.
Para ello, la sangre joven la renueva cada año y se producen crecimientos que van a la esencia del poeta, del pintor o del músico. Solo interesa el talento, solo interesa la voz y su libertad. Para ello se ha creado la AHS, con el mismo espíritu de los jóvenes y con la sabiduría de los siglos.