Ciencia y tecnología

Un tal LUCA

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No, no es una errata. La letra S no se olvidó porque en este texto no se hablará de “Un tal Lucas”, el del cuento de Cortázar y mucho menos de los premios Lucas, para los videoclips cubanos.

El protagonista de estas líneas es el Último Antepasado Común Universal, llamado por las siglas LUCA a partir de su nombre en inglés: Last Universal Common Ancestor.

Muchísimas son las hipótesis sobre el origen de la vida en la tierra, desde aquellas de orden religioso, hasta las que afirman que la raza humana fue “sembrada” y otras que aseguran somos una simulación en modo Matrix.

No obstante los distintos enfoques,  una parte de ellos sí coinciden en que los seres vivos en su totalidad y diversidad contaban con un antepasado común: LUCA.

Precisamente ese ha sido el objeto de investigación de  un grupo interdisciplinario de científicos del Reino Unido, Países Bajos y Hungría, quienes se propusieron desentrañar al menos algunas de las características de ese hasta ahora hipotético ser, y dieron a conocer sus resultados en julio pasado, en la revista científica Nature Ecology & Evolution.

Como es de suponer, apenas existen evidencias de dicho antepasado que supuestamente fuera tronco común, y para intentar una aproximación a su posible existencia los expertos se apoyaron sobre todo en la genómica y en la biología molecular y la computacional.

Es así que buscando reconstruir el genoma de LUCA, secuenciaron muestras de genomas de diferentes grupos de vida primitiva: bacterias y arqueas, que también son organismos unicelulares.  No incluyeron eucariotas -plantas, animales y hongos- porque consideraron que su evolución fue posterior, a partir de una unión de las dos formas de vida primitiva.

Los investigadores construyeron un conjunto separado de 57 genes, comunes a los 700 organismos estudiados y que, probablemente, se encuentran en casi todos los seres vivos sin haber mutado en los últimos miles de millones de años, según aseguran.


Imagen ilustrativa creada por IA para CubaSí

Concluyeron a raíz de la compleja conciliación filogenética que LUCA tenía un genoma de al menos 2,5 Mb (2,49–2,99 Mb), que codificaba alrededor de 2.600 proteínas, comparable a las procariotas modernas, e incluso contaba con un sistema inmunológico incipiente este ancestro común, que pudiera haber sido un acetógeno anaerobio de grado procariota.

Lo que sí no encontró la indagación fue evidencia de fotosíntesis, que algunas bacterias realizan, o fijación de nitrógeno, proceso químico que algunas bacterias y arqueas modernas utilizan en su metabolismo.

Es totalmente imposible corroborarlo, pero los científicos han trabajado en determinar la edad de Luca, en lo cual no hay coincidencias. La evidencia fósil más antigua de vida tiene alrededor de 3.400 millones de años y algunos estudios sitúan la edad de Luca cerca del nacimiento de la Tierra , hace 4.500 millones de años . Pero, hay quienes consideran que ello no es posible debido al tiempo que llevaría establecer el código genético y la maquinaria de replicación del ADN, señaló el investigador principal y doctor en biología computacional de la Universidad de Bristol,  Edmund R. R. Moody.

Y no vivía en solitario sino integrando un sistema ecológico. Es posible que “su metabolismo hubiera proporcionado un nicho para otros miembros de la comunidad microbiana y el reciclaje de hidrógeno por fotoquímica atmosférica podría haber sustentado un ecosistema temprano modestamente productivo», señala el citado estudio.

«A pesar de todas las limitaciones técnicas, nuestro estudio establece una nueva forma de entender a LUCA. Pero todavía queda mucho trabajo por hacer para entender mejor cómo ha evolucionado la vida desde la formación de nuestro planeta Tierra», concluyeron los investigadores.

¿Qué nos enseña LUCA?

Los descubrimientos sobre el último ancestro universal común y la evolución temprana de la vida en la Tierra tienen impactos significativos en varios ámbitos científicos. Por una parte, informan  sobre las condiciones necesarias para la vida y así ayudan a la Astrobiología en la búsqueda de vida en otros planetas y entornos.

A su vez, esos hallazgos informan acerca de la formación de la propia Tierra, de la química prebiológica y los ambientes donde pudo surgir la vida.

No obstante, el doctor R. Moody apuntaba  que “Nuestra reconstrucción de Luca no es la primera y, sin duda, no será la última. Cada año se descubren y secuencian más organismos, los ordenadores son cada vez más potentes y los modelos evolutivos mejoran continuamente. Por tanto, nuestra comprensión de Luca puede cambiar cuando se disponga de más datos y técnicas más potentes”.


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Sin dudas, Indagar sobre cómo LUCA interactuaba con otros organismos y su entorno podría tributar al estudio de las interacciones ecológicas y la evolución de las comunidades microbianas, a la vez que todas estas investigaciones en torno al origen y evolución de la vida aporta nuevos enfoques a acercamientos de orden filosófico, antropológico y arqueológico a este tema sobre el que no se ha dicho la última palabra y que cada día, con los más recientes avances de las ciencias y la tecnología, se vuelve más fascinante.

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