La radio, los sueños
Ese medio que hoy día ha permutado las frecuencias por las cápsulas de internet, los podcasts, las visiones múltiples a través de las capas de edición, los ensayos hechos con el esmero de quienes se niegan a un mundo constreñido por los prejuicios, por las imágenes preconcebidas y por el molde de las percepciones comunes
La radio, ese universo de los sonidos en el cual nace la imagen a cada paso. He ahí una de las maravillas del mundo moderno que se niega a desaparecer y que pervive en la mente y las maneras de hacer de generaciones. Ese medio que hoy día ha permutado las frecuencias por las cápsulas de internet, los podcasts, las visiones múltiples a través de las capas de edición, los ensayos hechos con el esmero de quienes se niegan a un mundo constreñido por los prejuicios, por las imágenes preconcebidas y por el molde de las percepciones comunes. La radio nos permite soñar con otras épocas, nos demuestra que somos viajeros en un planeta que requiere de la constante transformación y de las emociones humanas. Es en la radio donde muchos hemos tenido nuestro primer acercamiento con la cultura y sus muchas caras.
Se puede decir que ese es el gran amor que nos acompaña y que hace de la vida ese instante que no se resume solo en los asuntos mundanos; la radio nos lleva a viajar. En América Latina, continente que ha sido históricamente expoliado por la falta de instrucción, la radio hace las veces de escuela, de medio de comunicación, de familia, de gobernante y de enlace con el resto de las personas. Hay sitios en los cuales solo entra la señal de las ondas hertzianas y con eso se conforman cientos de miles de personas que no podrán conocer las grandes pirámides de Egipto o los edificios sencillos de una ciudad más que por las referencias en las novelas y los espacios de ficción en los cuales se les describe. La radio nos desarrolla la capacidad de imaginar y de poseer un criterio sobre todo, incluso no deja que nuestra mente se detenga como sí pasa con la televisión que es un medio que todo lo muestra. En ese sentido, hay que ponderar a las narraciones, los efectos de sonido, las bandas sonoras. En una anécdota que pudiera estar en cualquier libro de Gabriel García Márquez, los habitantes de una zona alejada del Occidente cubano solo podían sintonizar la emisora de música clásica, así, mientras que el resto del país escuchaba reguetón, salsa y otros géneros posmodernos; los campesinos se embebían en referencias a Wagner, Bach, Beethoven y el mundo infinito de la mejor cultura.
Más allá de celebrar las bondades de la radio, conviene que en estos momentos no olvidemos lo mucho que nos hace falta cuando existen grandes problemas y siempre está a la mano como ese medio mucho más sencillo, barato e inmediato de dar una información. Aquí estamos hablando de la gratitud humana esencial. Los colegas periodistas en muchas ocasiones prefieren medios de prensa que poseen mucho más arraigo en el consumo social de estos días como es el caso de la televisión, los sitios de internet o las redes de producción de publicidad, pero la radio siempre ha estado ahí como ese enlace inmediato que un día llegó al mundo para cambiarlo.
Gracias a la difusión por las rondas se produjo un modelo político el siglo pasado que dio paso a guerras, a reconformaciones de poder, a tratados internacionales y a formas de relación entre los seres humanos. En ese mismo sentido, no solo la radio colaboró con problemas, con asuntos de alta índole en el plano de la diplomacia y de los conflictos; sino que gracias a su presencia hubo un mejor entendimiento.
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Pero la radio es como un dios que lo mismo se trasmuta en político que en predicador, lo mismo es nuestro amigo que nos alecciona y nos informa y ello hace que el medio crezca ante nosotros, que lo ponderemos y lo hagamos partícipe de la vida posmoderna a la cual pareciera no pertenecer. Cuando aconteció el atentado a las Torres Gemelas, donde primero lo escuché fue por la radio. Cuando se ha dado cualquier suceso, siempre, primero que las grandes agencias, los locutores rompen el silencio y llegan a millones de personas. Y es que en la magia de la inmediatez se esconde el poder de la radio, su luz que nadie puede apagar, la utilidad de tanto ingenio que un día llegó para quedarse. Tanto, que cuando se envió al espacio una cápsula con información para que sea hallada por alguna civilización extraterrestre se grabaron grandes sonidos, piezas musicales e información en forma de espacios de radio. Se puede decir que hemos enviado un podcast a miles de años luz y que algún día habrá un oyente interesado en consumirlo. La radio es también un asunto de fe, de interés por las artes y de construcción de una identidad humana.
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Quienes nieguen estos valores son aquellos que nunca se quedaron dormidos oyendo su programa favorito, esos que no saben lo que es tener la compañía de un sonido que nos arrulla, que nos observa desde los sueños.
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