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Washington y La Habana, ¿atascados?

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El pasado 13 de agosto, la publicación estadounidense Politico difundió un artículo titulado “Washington y La Habana están atascados en un impasse diplomático”, pero nos vemos obligados a hacer algunas precisiones

El “alto funcionario” que prefirió mantenerse en el anonimato sabe igual que todos nosotros que lo que se necesita para avanzar en las relaciones de Estados Unidos con Cuba es voluntad política. En el Caribe le decimos “pantalones”.

Habría que agradecer siempre a los medios de comunicación del mundo por visibilizar las relaciones Cuba-EE.UU, un tema que muchos intentan ignorar y que cada vez se aborda menos en el debate político estadounidense.

En esa línea, la publicación estadounidense “Político” difundió el pasado 13 de agosto, un artículo titulado Washington y La Habana están atascados en un impasse diplomático”de los autores Heric Bazail-Eimil y Miles J. Herszenhorn. El texto, sin embargo, amerita algunos comentarios que permitan al lector la comprensión del asunto, teniendo en cuenta los antecedentes adecuados y pueda soslayar argumentos que no tienen sustento alguno.

Los autores del texto parten de la idea de que “en los últimos meses EE UU ha extendido varias ramas de olivo a Cuba”, que del lado cubano no se consideran suficientes para “reparar” los vínculos diplomáticos bilaterales.

Esos “gestos” serían:

1.- Haber “permitido” que funcionarios cubanos visitaran las instalaciones del aeropuerto de Miami, relacionadas con los sistemas de seguridad aérea.

2.-  Haber sacado a Cuba de la lista de países que no cooperan en toda su capacidad en la lucha contra el terrorismo.

3.- Haber puesto en vigor una decisión del 2022, para permitir que empresarios cubanos privados puedan acceder a servicios bancarios estadounidenses y a plataformas financieras.

Sobre el primero de estos “gestos” habría que recordar que ambos países firmaron, y está en vigor, un memorando de entendimiento sobre Aviación Civil, que prevé visitas “mutuas” que tienen que ver con la seguridad de las instalaciones por las que transitan los pasajeros que se mueven en ambas direcciones. Es un procedimiento rutinario desde hace años. La única novedad  en este caso es la algarabía y el chantaje recientes de políticos locales de la Florida hacia la Casa Blanca, que utilizaron el tema de responsabilidad federal en su vendetta política. Nada nuevo bajo el Sol.

Considerar como un gesto el retiro de Cuba de la lista de países que no cooperan al máximo en la lucha contra el terrorismo, es casi una broma de mal gusto. Primero, porque ese paso no tiene consecuencias prácticas algunas. Y segundo, porque Cuba permanece en la lista de países “que patrocinan el terrorismo”, razón por la que se le imponen a la Isla nuevas restricciones financieras y de otro tipo que complementan las acciones de bloqueo económico y comercial.

Cuba fue retirada de esa lista en abril del 2015 y reincorporada en enero del 2021, producto de la acción del tristemente célebre Mike Pompeo quien, para dar tal paso, violó todos los procedimientos establecidos por la burocracia estadounidense. El actual presidente Joe Biden tuvo la posibilidad de enmendarlo y no lo hizo.

Cuba ha sido víctima reiterada del terrorismo organizado y financiado desde Estados Unidos y, a pesar de ello, es ejemplo en la región latinoamericana y caribeña de la lucha contra este flagelo. La actitud obstinada de Washington en ese sentido lo aísla del resto del continente.

Sobre el tercer punto, a la prensa estadounidense le ha sido imposible exponer al menos un caso de un empresario cubano que se “beneficie” de tales servicios bancarios. No hay datos. Varios funcionarios estadounidenses han expresado el deseo de facilitar el crecimiento del sector privado de la economía cubana, pero las leyes del Bloqueo le hacen impracticable el logro de tal objetivo. Entonces, solo humo.

Hay que reconocer a los autores del referido texto la sinceridad con que exponen el pensamiento de un funcionario estadounidense que, como siempre, no tiene la libertad de decir su nombre, pero que afirma que sus jefes no tienen la voluntad de “ir más allá con Cuba”. Bueno, esta es una conclusión que no requiere anonimato, pues se ha venido reiterando durante los cuatro años del gobierno de Joe Biden, que no se ha apartado una milésima de las políticas implementadas durante el gobierno de Donald Trump. No lo ha hecho respecto a Cuba, tampoco en relación con Venezuela o Nicaragua. Más bien se han dedicado al reciclaje.

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Es obligación recordar, que la lógica de esperar “un gran gesto” de la parte cubana no tiene sentido, en tanto no fue La Habana quien deterioró hasta el mínimo el estado de relaciones que se había construido hasta enero del 2017.

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Se debe agradecer también que la posición de Cuba en estos temas se haya preguntado y se haya acreditado con nombre y apellidos a la actual jefa de la misión diplomática cubana en Washington, oficina que de manera continua establece canales diálogo con toda la sociedad estadounidense.

También se reconoce el recordatorio sobre la salida de la escena política de uno de los senadores más corruptos en la historia estadounidense, Bob Menéndez, que se unió a la larga lista de políticos anticubanos (Robert Torricelli, Dan Burton, David Rivera y otros) que han sido supuestos paladines de la libertad, pero sin escrúpulos para aceptar fondos de cualquier origen y vender sus votos.

El artículo de “Político”, no obstante, cae en el camino trillado de citar a Marco Rubio como hijo de inmigrantes cubanos, sin aclarar que sus padres abandonaron Cuba mucho antes del primero de enero de 1959, y que después de esa fecha varios familiares regresaron a La Habana de manera reiterada, según consta en los registros oficiales cubanos. Articular un discurso anticubano le permitió a este pequeño empresario sin ventas acceder a la asamblea legislativa de la Florida, donde alternó sus funciones con las de lobbysta registrado, para finalmente saltar al senado federal y pretender erigirse en experto en asuntos internacionales sobre la base de su mono tema.

Es reduccionista decir que son los “progresistas” los que presionan a Biden a tener otro tipo de actitud respecto a Cuba. Quizás en otro espacio, los autores puedan hacer una valoración objetiva de las ventajas que representan para Estados Unidos la implementación, aunque sea a escala reducida, de los veintidós memorandos de entendimiento que se mantienen vigentes.

Cuando se habla de aplicación y cumplimiento de la ley, cooperación judicial, temas agrícolas o de medio ambiente, búsqueda y rescate en el Estrecho de la Florida, restablecimiento de barreras coralinas, mantenimiento de un Mar Caribe lo más limpio posible, no se hace referencia a agendas demócratas o republicanas.

Cabría preguntarse por qué el llamado lobby agrícola en pleno ha sido favorable durante años a un tipo de relación distinta con Cuba.

Quizás los autores del artículo u  otros que reciban el beneplácito de sus editores, puedan atreverse a conversar con jóvenes estadounidenses que aún vienen a Cuba para cursos cortos en distintas universidades, o  a los que aún se gradúan en las Escuela Latinoamericana de Medicina. Quizás puedan intercambiar con científicos y expertos del área de la salud que se mantienen en comunicación constante con sus contrapartes cubanas. 

Podrían preguntarse por qué decenas de consejos de ciudades grandes y pequeñas en Estados Unidos han aprobado resoluciones favorables a un cambio de política hacia Cuba.

Después de todo, corresponde a la prensa, entre otros espacios, proponer nuevas fuentes, ponderar, abrir caminos.

El “alto funcionario” que prefirió mantenerse en el anonimato sabe igual que todos nosotros que lo que se necesita para avanzar en las relaciones de Estados Unidos con Cuba es voluntad política. En el Caribe le decimos “pantalones”.

El resto son excusas que se crean de manera frecuente para dilatar un debate que no se desea asumir. Pero, por favor, no pasar la responsabilidad por la inacción al “otro lado”.

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