Algunas damas de la música cubana
Cuando se resumen o reseñan determinados acontecimientos vinculados a la música cubana, el papel de las mujeres solo se centra en su función como intérpretes; y la que posiblemente haya sido su papel más relevante: como pedagogas
Por norma general cuando se resumen o reseñan determinados acontecimientos vinculados a la música cubana entendida como todo un sistema que incluye la composición, la ejecución de instrumentos, el canto y la producción discográfica o –siendo más osado—la representación artística o ejecutiva; el papel de las mujeres solo se centra en su función como intérpretes tanto vocales como instrumentales y compositoras; y la que posiblemente haya sido su papel más relevante: como pedagogas. Aunque desde mediados de los años setenta comienzan a destacar en la musicología fundamentalmente y la publicación de libros medulares.
Pioneras en el asunto de la producción discográfica en Cuba, desde los años sesenta son Josefa Caviedes y María Teresa (Teté) Linares. Josefa dedicada al género de la canción hasta su salida definitiva del país en los años ochenta, mientras que Teté Linares dirigió sus propuestas en lo fundamental a temas relacionados con la impronta campesina y folklórica a partir de las investigaciones que desarrolló sobre esos temas en el desaparecido, y hoy minimizada su importancia y aportes, Instituto de Etnología y Folklore.
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Pero será con la llegada de la década del ochenta del pasado siglo que las mujeres comiencen a dominar y trazar rumbos interesantes en el mundo de la música cubana, más allá de intérpretes, profesoras de piano o compositoras.
Para ese momento ya se había consolidado dentro del sistema de estudios universitarios la especialidad de musicología; y en la editorial Arte y Literatura Radamés Giró impulsaba la publicación casi de modo sistemático –no exenta de incomprensiones y cierto tufo de marginalidad—de libros biográficos o de corte investigativo e histórico escritos por mujeres. Paralelo a esto se crea por el Ministerio de Cultura el Centro de Investigación y Desarrollo de la Música Cubana (CIDMUC) que comenzó a rectorar y a definir estrategias de investigaciones o estudios de campo más profundos y como complemento a esta labor se funda la revista Clave.
Esta institución abre las puertas a importantes e interesantes trabajos medulares de estudiosas de la talla de Victoria Elí, de Dulcila Cañizares, Alicia Valdés Cantero, Sonia Pérez Cassola, y otras investigadoras no menos importantes; cuyos trabajos son validados en diversos textos imprescindibles para entender la historia musical cubana de todos los tiempos y que aparecerán en la revista Clave o en títulos que impulsará Radamés Giró.
La EGREM, desde fines de la década del setenta incorpora en calidad de productoras a Irais Huerta y a Ana Lourdes Martínez que a su vez se convierte en directora de producción. Ellas representan, aúpan y promueven el trabajo discográfico de una generación de músicos que serán determinantes en las propuestas musicales cubanas que marcarán el futuro. Pero asumirán igualmente el papel de “conservadoras primarias” de todo el caudal musical precedente e impulsarán una visión ecuménica del papel que han de jugar los archivos atesorados en sus bóvedas como patrimonio necesario en la cultura.
No es secreto para nadie que será en esta misma década en que se publiquen la mayor cantidad de textos históricos y biográficos referidos a personalidades de la música cubana de todos los tiempos escritos no solamente por estudiosos per se, sino por aquellos interesados en estos temas; y aquí es justo mencionar la que muchos consideran una de las mejores y más completa biografía sobre un músico cubano fruto de los empeños de la escritora Carmela de León dedicada a la vida y obra de Sindo Garay.
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Los ochenta también son el despegue de las mujeres en calidad de ejecutivos de peso en la música y en algunos procesos asociados a ella, como es el caso de la representación y comercialización de la misma. Son los años en que la profesora y pianista concertante Alicia Perea asume la dirección del naciente Instituto Cubano de la Música.
La Perea había sido profesora de la Escuela Nacional de Arte, gozaba de prestigio entre los músicos, no solo aquellos que habían sido sus alumnos o los había conocido en esos años; sino también de las grandes figuras aún en activo; lo que le permitía ser el elemento aglutinador y a su vez mediador ante las complejas y diversas situaciones musicales y extramusicales que se fueron presentando en esos años y los posteriores.
En el mundo del comercio musical cubano comienza a hacerse notar y a ganar respeto el nombre de Mayra Altazar, cuya sagacidad e inteligencia para entender y lograr importantes acuerdos beneficiosos para los músicos y la música cubana, le hizo ganar un prestigio sólido en un gremio dominado por hombres.
Mayra fue en aquellos años en la empresa CUBARTISTA tal vez la ejecutiva más exitosa y marcó un camino importante a futuro, tanto que una vez que se marchó de aquella empresa muchos músicos le consultaban acerca de lo ventajoso o no que podía resultarles un posible contrato; y entre sus propuestas que rindieron fruto a futuro estuvo la de asumir un cambio en la dinámica de la contratación aumentado los ingresos de los músicos y dejando abierta la posibilidad de la recontratación in situ.
Como colofón de este proceso de “feminización” del ambiente musical cubano más allá del papel que antes habían desempeñado está el rol que comienzan a jugar en el mundo de la radiodifusión y la televisión, sobre todo en calidad de asesoras y/o productoras de programas.
Nombres como los de Mirta Rubio y el grupo de musicólogas que le acompañaron lo mismo desde la Dirección de Música de la Radio, o en las emisoras son hoy imprescindibles en la música cubana. Son los casos de Gloria Ochoa y Marta Bonet en Radio Rebelde. De Elsida González, la misma Sonia Pérez Cassola o de Lidia Becker en la televisión.
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Irais, Ana Lourdes, Mayra, Gloria, Marta, Sonia y Élsida, junto a Darsi Fernández constituyen el primer escalón de algo que llegará hasta nuestros días cuando se inserten como, promotoras, productoras o ejecutivas de peso en la industria discográfica de los años noventa hasta el presente, al destacar nuevos nombres en funciones antes no reservadas a ellas como es el caso de grabadoras, sonidistas u otros asociados a este futuro dentro de la música cubana.