Atentados a la turgencia
En Cuba y en París, hay planes que se desmoronan por indiscreciones ajenas…
El título no es mío, me lo regaló Dayanny, a quien no sé si presentar como integrante de Senti2, líder del proyecto Rosatur o la mayor adicta a las reuniones que he conocido en años… además de amada del Antillano y madre de un duende cuyos ojos revelan misterios de una selva nigeriana.
Daya será la anfitriona del taller que daremos en las mañanas de sábado y domingo esta semana en Santa María del Rosario, Cotorro, dedicado a la crianza positiva: ¿No quieres saber cómo ser madre, padre, abuelos o maestros y no sucumbir a la educación jerárquica, violenta y castradora de talentos de nuestros pequeños? Escríbeme y te sumo.
De ella también es la queja con que amaneció este lunes el grupo Orejas de burro, hermano menor de Senti2, creado hace algunos meses para banalizar lamentaciones, frustraciones, apagones y secuelas burocráticas. Así manteníamos al otro limpio de esas manías modernas y nos dábamos palmaditas.
El lamento de Daya tiene que ver con ese triste hecho de vivir en compañía de menores o muy mayores con el mal hábito de aparecerse en el espacio íntimo de la pareja sin más, justo cuando el juego se pone bueno y una cree que se va a sacudir el estrés con una de las mejores técnicas que nos regaló Natura para reactivar endorfinas sanadoras.
A esa hora hay que bajar temperatura y turgencias, respirar hondo y decir bay bay a las ganas de sacudir el cuerpo, con disimulo. También se puede reclamar cordura y discreción para la próxima, que un niño va y no sabe, pero una suegra no puede tener tan mala puntería tantas veces…
De turgencias frustrantes hablamos mucho esta semana en Senti2. La culpa es de la mala calidad de la ropa deportiva. Ni idea de qué marcas hacen los uniformes de los corredores de maratón, los saltadores con pértiga, las chicas de nado sincronizado… pero algo está fallando con sus diseñadores.
No niego que los ropajes son vistosos, ligeros, buenos para transpirar y cómodos para articular movimientos, pero creo que el tabú asociado a la sexualidad no les permite mirar al ser humano en todas sus capacidades cinéticas.
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Es obvio que si corres brincará todo, en especial lo que no tenga huesos ni músculos; si tu triunfo depende de pasar raspando una barrera, algo puede sobresalir de la línea básica del cuerpo y enredarse con ella, y si tu deporte implica abrir mucho las piernas, no hay modo de mantener todo dentro de la trusita si no se personaliza la costura.
Eso ha pasado siempre en campeonatos, pero no fue gran problema mientras quedó como simple anécdota. Ahora a la ecuación física se suma la óptica: miles de cámaras y celulares apuntando en tu dirección no van a dejar pasar ese momento, y el miedo a ver perpetuada tu humillación en internet afectará tu rendimiento, sin dudas, porque la sangre subirá al cerebro para alimentar preocupaciones, querrá controlar lo más notable y te sacará del momento presente.
- Consulte además: ¡Qué pena, tú!
Lo gracioso es que ya está tan sembrado en el imaginario público el asunto de los genitales deportivos, que a quienes los llevan bien guardados y no se les “marca” nada, igual les hacen memes burlones por suponerlos poco dotados, o por no excitarse lo suficiente con su triunfo y no dar todo el espectáculo que sus patrocinadores adoran, porque publicidad es atención, no importa si por buenas o malas razones.
En el caso de las mujeres, lo que perturba el espíritu olímpico suele ser el asunto de la apariencia en extremo masculina de algunas boxeadoras y estrellas de campo y pista, como si además de fuertes, rápidas, eficaces y bien dotadas de músculo, estuvieran obligadas a ser lindas y modelos de apetecible heterosexualidad.
En buena ley, quien quiera ver bellezas más que destrezas, debería googlear “moda”, o mover el dial y buscar otros espectáculos de corte más fresa en la programación veraniega.
La polémica ha sido tan fuerte en las redes, que alguien de nuestro grupo bautizó París 2024 como las pornolimpiadas… aunque ya vimos que el asunto de exponer y cuestionar la sexualidad de cualquier atleta no es un hecho aislado, sino un verdadero atentado a sus identidades y los grupos humanos que representan.
Eso, y una gran prueba de la falta de ética y sentido del límite de muchos fotógrafos, feisbuseros y cualquiera con tecnología y habilidad para atrapar un momento y alterar una imagen a su conveniencia. Si no entendían hasta ahora el concepto de violencia simbólica, ya están más que servidos de ejemplos en ese escenario.
Por otra parte, tal vez valga la pena volver al origen del vestuario olímpico, en la Grecia menos prejuiciosa de los tiempos arcanos… Exacto, sí, eso que ya sabes: todo el mundo a la pelota sin complejos, para que la gente se enfoque en la técnica deportiva y no en las turgencias naturales de un cuerpo sano y con razones de sobra para vibrar.