¿La decencia también está en falta?
Desde hace ya un tiempo no es raro ir por la calle, al menos en La Habana, y encontrarse a un señor orinando atrás de una matica, junto a un muro, o contra un poste… casi como los perritos.
Y eso es sin mucha «escondedera». Claro, todavía no se deciden a hacerlo en medio de la vía, pero parece que falta poco, según el desparpajo va en aumento.
No son personas borrachas, ni enfermos mentales; tampoco eso ocurre en horas de la noche. Nada, que sienten ganas de evacuar la vejiga y donde mismo perciben el aviso del cuerpo, ahí mismitico van y resuelven.
Es, más o menos, el mismo principio que siguen los animalitos, con la diferencia de que las mascotas, si están bien entrenadas, lo hacen en el lugar donde les enseñó su dueño.
Entonces, si eres mujer y vas acompañada por un hombre, sea familiar o conocido, decides mejor callarte y hacerte la que no vio nada «para evitar un problema», y supongo que, en el caso de los hombres, tampoco reaccionan «para evitar».
Es verdad que apenas hay urinarios públicos, y a quién se le ocurre en estos tiempos en que no hay lo elemental —alimentos y medicinas básicas— ponerse a clamar por urinarios.
Tendría que haber agentes del orden público poniendo multas a esos apurados, cuya reacción habría que ver si es la madre, la hija o la esposa de alguno de ellos la que se tropieza con un señor orinando casi frente a sus narices.
Pero la decencia, para hacerse su lugar, no tiene que esperar porque llegue un policía, y tampoco tiene que ver con las cosas materiales que faltan. Se trata del respeto al otro, a uno mismo… pero parece que igual está en falta.